Mi Chica Melifluo romance Capítulo 31

—Bien, Dulcita… —Alberto estiró las cejas, acarició su carita y dio un gran paso hacia las ruinas, señalando las verdes colinas que habían más adelante—, allí hay aguas termales y el suelo aquí es perfecto para el cultivo de lavanda. Una vez desarrollado, el complejo de vacaciones tendría un atractivo especial.

—¿No tienes miedo de que revele tus secretos comerciales?

Dulce se peinó con la mano y caminó con cuidado por la grava.

Alberto volvió a sonreír, le tendió la mano y dijo en voz baja:

—Lo que es mío es tuyo, ¿te agrada verme perder dinero?

¡Qué conmovedora!

Dulce dudó un rato y fingió girar la cabeza para mirar la ventana de al lado, ignorando su mano extendida.

—No eres obediente.

La agarró por la muñeca de forma dominante y la arrastró a sus brazos.

Le torció el tobillo a Dulce. Un tacón fino de su zapato se enganchó en los ladrillos rotos y se desprendió de la suela.

—Oye, ¿vas a asesinarme?

Se apoyó con fuerza en los brazos de Alberto y le miró fijamente.

—Tiene ahora el mismo gesto que el de la primera noche.

Alberto levantó una ceja.

La cara de Dulce se sonrojó al instante y le apartó la mano:

—Estás aburrido.

Alberto no volvió a tirar de ella esta vez, observando que se quitaba los zapatos y se sentaba en los ladrillos, intentando volver a ponerse los tacones. La verdad es que no casaba aquel desorden con su vestido blanco como la nieve. Pero estaba tan tranquila, dejando caer su largo pelo hasta la cintura, que uno estaba tentado de acercarse y frotarla.

En los ojos de Alberto brilló una tenue luz. Se agachó, le quitó los zapatos de la mano y los tiró.

—¿Qué estás haciendo?

Dulce inclinó la cabeza para mirarlo.

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