Mi dulce corazón romance Capítulo 23

La señora Libertad negó con la cabeza, desconsolada.

—Cordelia, al principio, tu madre me pidió que te cuidara bien, pero desde ese incidente, te fuiste al extranjero y no me dijiste nada. Intenté buscarte, pero no conseguí contactar contigo. Así que en esto yo tengo la culpa. ¡Pero no esperaba que te convirtieras en este tipo de chicas!

—No pasa nada si quieres estar con un hombre como Esteban, ¡solo tienes que decírmelo sinceramente! Si insistes en casarte con él, aunque no estoy de acuerdo contigo, ¡lo aceptaré!

—Si este inútil quiere intimidarte, el poder de la familia Pozo y la familia Silvela se lo hará pensárselo dos veces, ¡así que no se atreverá a hacerte nada! Sin embargo, me lo estás ocultando todo. Y ni siquiera los admites después de que te lo he preguntado varias veces. ¿En qué me consideras?

—¿Sigo siendo el mayor que más respetas y más afecto tienes? No he tenido noticias tuyas en los últimos cinco años. He estado preocupada por ti todos los días, temiendo decepcionar a la petición de tu madre, pero ¿y tú? ¿Esta es tu forma de devolvérmelo?

El rostro de Cordelia se puso pálido.

Abrió la boca para explicar.

Pero Isabel la interrumpió y dijo con una sonrisa:

—Señora Libertad, no se enoje, probablemente tenga miedo de que la regañe por decir la verdad, ella es así, es muy terca. Yo ya estoy acostumbrada por todos estos años.

La señora Libertad hizo un gesto con la mano, y su rostro estaba lleno de fatiga.

—Está bien, ya que las cosas han llegado a este punto, no tengo nada más que decir. Hoy hice un gran escándalo en vuestra fiesta de cumpleaños, ha sido descortesía por mi parte. Enviaré a alguien para que venga a disculparse otro día. En cuanto al resto, ya no me voy a preocupar más. ¡Vámonos, Zaid!

Zaid frunció el ceño, sus ojos se detuvieron por un momento en las imágenes que había en la pantalla del teléfono de Esteban, pero finalmente ayudó a la señora Libertad a abandonar el lugar.

Cordelia apretó los dedos y clavó las uñas en la palma.

Su cuerpo temblaba levemente por ira.

¡Qué sinvergüenzas!

¡Demasiado sinvergüenzas!

Se sentía inconcebible pensar que ella era familia de un grupo de personas así, además llevaba la misma sangre que ellos en su cuerpo.

¡¿Cómo podría la gente ser tan descarada?!

Algunas personas del alrededor habían escuchado su conversación y al ver que la señora Libertad se iba enojada, no pudieron evitar chismorrear.

—Oye, ¿qué pasa? ¿Esa persona es Cordelia? ¿Cómo se ha juntado con Esteban del Grupo Carpio?

—¡Pues se ve que los de la misma especie se juntan!

—Una que roba el trabajo de diseño de su hermana por celos, el otro pega a su propia esposa hasta dejarla inválida. Son tal para cual. ¡Un cabrón y una perra son la pareja perfecta!

—¡Pero es una lástima! Porque Cordelia es tan hermosa, pero ese Esteban es repugnante con solo verlo, ¡cómo se puede enamorarse de una persona así!

—¡Mira que antes le estabais halagando el rosto!

Una chica que estaba con Briana hacía un momento se acercó y se burló.

—¿Qué más da que una cara plástica sea guapa? ¡Cuando coja edad, lo perderá todo! Me temo que entonces no se merecerá ni a Esteban.

—¿Qué? ¿Has dicho que la cara de Cordelia ha pasado por cirugía plástica?

—Por supuesto, esto es lo que su hermana dijo personalmente, seguro que es verdad.

—¡Dios! Eso sería demasiado descarado...

La escena era un poco caótica, Cordelia miró a Isabel con frialdad y apretó los dientes.

—Isabel, ¿no tienes miedo de que el karma te castigue por hacer esto?

Isabel la miró con los ojos llenos de triunfo.

Suspiró suavemente y negó con la cabeza.

—Mi querida nieta, si me hubieras obedecido antes, ¿cómo iba a tenderte esta trampa?

Cordelia tembló de ira. Parecía que la ira quería estallarse en su pecho.

—¿Crees que buscándote a alguien para que hicieran fotos falsas y luego buscarte a un despreciable para que viniera a testificar puedes conseguir que las mentiras se convirtieran en hechos? ¡Lo que no hice nunca se convertirá en verdad! ¡Me hiciste tragar las injusticias hace cinco años porque era joven y no podía defenderme! ¡Pero ahora es diferente! ¡Isabel, espera y verás! ¡Las mentiras inventadas son fáciles de destapar! ¡Te haré pagar por lo que has hecho hoy!

Mientras lo decía, se dio la vuelta y estaba a punto de marcharse.

Pero en ese momento, sus pies perdieron las fuerzas.

La voz fría de Isabel llegó desde atrás.

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