Mi dulce corazón romance Capítulo 5

Cordelia se apoyó débilmente contra la ventana del coche, mirando con los ojos enrojecidos la escena nocturna que se rebobinaba rápidamente fuera de la ventana.

Las palabras de Bosco aún sonaban en su cabeza, pero solo lo encontró ridículo.

Cuántas veces había tolerado las intimidaciones que le había hecho Briana a espaldas de su familia, pensó que podría conseguir algo de paz, pero inesperadamente eso solo había empeorado las cosas.

No era una persona débil por naturaleza, así que aprendió a defenderse ya que no funcionaba eso de tolerarla. Pero eso a los ojos de Bosco se convirtió en que ¿ella no paraba de intimidar a Briana?

Cuando la echaron de la familia Vega, toda la Ciudad J supo que era la hija abandonada de la familia Vega, y la abuela de Bosco, Estefanía Méndez, estaba aún más disgustada con ella.

Para no avergonzarlo, ella se evitaba en todos los sitios, tratando de no aparecer frente al público. No obstante, ¿para él era que se negaba a acompañarlo a socializar?

Y en cuanto a vender juguetes sexuales…

Si no fuera por eso, si no fuera por el egoísmo y la parcialidad de la familia Vega, ¿su futuro se habría arruinado hasta ese punto?

¡¿Todo eso resultó ser su culpa al final?!

Cordelia cerró los ojos, sintiendo una tristeza y un ridículo sin fin.

La voz de un hombre de repente sonó cerca.

—¿Vale la pena estar triste por ese tipo de hombre?

Ella se sorprendió por un momento, luego se giró para ver con su vista brumosa a un hombre distante y noble que estaba sentado allí con la espalda recta y la mirada severa.

Entonces recordó que parecía estar en el coche de un hombre que acababa de ayudarla en el bar.

Con desconocidos presentes, no podía mostrar su desesperación, así que secándose las lágrimas de su rostro dijo:

—¿Quién dijo que estaba triste por él?

Aurelio enarcó las cejas y la miró, su mirada cayó sobre sus hermosos ojos que todavía estaban rojizos.

—No estoy llorando por él, lo hago por mí misma —explicó Cordelia.

Por sus abandonados… engañados seis años de juventud.

Aurelio asintió con la cabeza.

—¿Conoces la mejor manera de lidiar con el fracaso de una inversión?

—¿Qué?

—Detenerse a tiempo.

Sus finos labios pronunciaron suavemente tres palabras, haciendo que el corazón de Cordelia se estremecía.

Ella volvió la cabeza para mirarlo, bajo la tenue luz, el hombre era alto y erguido. La luz proyectaba una sombra en su rostro, haciendo que sus facciones fueran cada vez más profundas, tridimensionales, frías y nobles.

No era que nunca había visto a un hombre guapo, Bosco era uno de los guapos.

Pero comparado con el hombre frente a ella, Bosco no era nadie.

Como si no podíamos comparar la luminosidad de una pequeña estrella con la luz del sol. El hombre frente a ella era demasiado deslumbrante, además, tenía un aura fuerte y noble como un león salvaje.

Sin mencionar que tenía una cara que era suficiente para hacer que todas las mujeres gritaran de emoción.

Sintió algo y un pensamiento ridículo pasó por su mente.

Mirando su perfil bello, tragó saliva.

—Ya veo.

Después de una pausa, de repente preguntó:

—Entonces, ¿qué piensas de los juguetes sexuales?

Aurelio arqueó las cejas.

—Una profesión normal como otras profesiones, no tengo una opinión especial sobre ello.

Cordelia sonrió levemente.

Su sonrisa contenía un setenta por ciento de borrachera y un treinta por ciento de sobriedad. Sus ojos eran hermosos y claros como el agua y su tono de voz era ligero.

—Yo también pienso así.

Una fragancia se acercó a la punta de su nariz, entonces Aurelio agachó levemente la cabeza para verla de repente sentada con la espalda recta y con la parte superior de su cuerpo inclinada hacia él.

—¿Entonces crees que soy hermosa?

La espalda de Aurelio se puso rígida.

La mujer frente a él era indudablemente hermosa.

No solo hermosa, sino también sexy e impresionante.

A pesar de que solo llevaba un abrigo beige simple y ordinario con una camiseta pequeña de tirantes blanco en el interior, no podía detener el glamur y el encanto que emanaba de su ser.

De repente, una frase pasó por su mente: el mejor paisaje del mundo tampoco era comparable con la belleza de una mujer hermosa.

Tragó saliva y no habló.

Y después de un momento, asintió incómodamente.

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