Mi Esposa Astuta romance Capítulo 26

Camila y Lorenzo se miraron a los ojos. Los ojos de Lorenzo estaban tan serenos como el agua. No dijo nada, lo que sólo hizo que Camila se pusiera más nerviosa.

—Muchas gracias por ayudarme.

Camila bajó la cabeza y murmuró.

—Ya me has dado las gracias verbalmente dos veces esta noche. ¿Es todo lo que puedes hacer?

Camila se comportaba como una niña que ha cometido errores. Tenía mucho miedo de que sus padres la reprendieran, así que intentaba ser lo más invisible posible. Al ver eso, Lorenzo arqueó los labios, pero sus ojos siguieron tan fríos como siempre.

Camila no sabía qué hacer. Sólo podía quedarse allí, congelada.

—¿Qué estás haciendo?

Los delgados dedos de Lorenzo, con hermosos nudillos, cayeron sobre la ropa rota de Camila. Camila agarró su gran mano apresuradamente, tratando de detenerlo. Lorenzo pudo ver el aparente pánico y la vigilancia en sus ojos.

—No voy a hacerte nada... ¿O quieres establecer una conexión «más profunda» conmigo?

Lorenzo se burló con una sonrisa. Luego resopló y rápidamente ayudó a Camila a ordenar su desaliñada ropa.

—Yo... ¿Puedo ir a ver a Rosa al hospital?

Camila abrió tímidamente la boca y preguntó. Casi fracasaba en todas las discusiones con Lorenzo. Además, Lorenzo no parecía estar de muy buen humor ahora. Si realmente se metía con ella ahora, Camila se sentiría muy avergonzada. Podría encontrar la manera de huir y no querer volver a ver a Lorenzo.

Como el apuesto rostro de Lorenzo se acercaba cada vez más a ella, tuvo que inclinarse hacia atrás hasta que no hubo más espacio. Su cara se sonrojó como una manzana.

—La verás muy pronto.

Camila se sintió muy avergonzada porque estaba sentada en su regazo delante de tanta gente. Él abrazó a Camila con fuerza, pero ésta trató en silencio de zafarse de su abrazo.

Sin embargo, Lorenzo se negó a dejarla ir. La abrazó con más fuerza y la miró, advirtiéndole que no se moviera entre sus brazos. Luego levantó la mano y le dio un golpecito juguetón en la frente a modo de castigo.

Camila levantó la mano para cubrirse la frente. Luego hizo un mohín. Por muy descontenta que estuviera, no se atrevería a enfrentarse a Lorenzo.

Había mucho tráfico fuera de la ventanilla del coche. El animado sentido llamó la atención de Camila. Quiso asomarse, sólo para ver el reflejo del apuesto rostro de Lorenzo en el cristal de la ventanilla. Tenía un aspecto vago, pero se sintió profundamente atraída y se perdió en sus pensamientos.

—¿Me has escuchado al menos una vez?

Lorenzo se había replegado en un hosco silencio. No tenía forma de desahogar su ira y sólo podía tirar de su corbata.

—Fue mi culpa que no te dijera lo que haría, y la forma en que estoy haciendo esto puede ser muy peligrosa... Pero nuestro matrimonio no era más que un contrato, lo que significa que no somos una verdadera pareja. No debería molestarte con todo.

Después de lo sucedido en el programa interactivo la última vez, Camila no quería andarse con rodeos con él. Decidió dejar las cosas claras con él, para que no tuvieran ningún malentendido.

—¿Ese es tu pensamiento? ¿Realmente lo crees?

El rostro de Lorenzo se ensombreció. Sus ojos se volvieron más frígidos que nunca.

—Sí, eso es exactamente lo que pensé.

Camila no quería mentirle. Así que decidió decirle honestamente lo que estaba pensando.

—Siéntate a un lado y aléjate de mí.

Lorenzo la miró irritado, diciéndole que saliera de su abrazo de inmediato.

Camila nunca le había visto enfadarse. Ahora parecía un poco sombrío y asustado.

Camila se apartó apresuradamente de los brazos de Lorenzo y se sentó a un lado. Pensó que aquel hombre era muy exigente. Se dejaba provocar fácilmente por nimiedades.

—De acuerdo.

Camila respondió en voz baja y se movió obedientemente en su asiento, tratando de no provocar de nuevo a Lorenzo.

Al ver lo que hacía Camila, Lorenzo no sabía si debía enfadarse o reírse. Se conocían desde hacía mucho tiempo, pero nunca la había visto ser tan obediente.

...

Dejaron de hablar como si hubieran llegado a un acuerdo. Luego fueron a la mejor sala del hospital.

Rosa ya estaba en la sala cuando Camila la vio. Estaba rodeada de muchos expertos, y con todo tipo de melodías y cables sobre su cuerpo.

Lorenzo no había dicho ni una palabra, pero Camila sabía que éste era su acuerdo. Lorenzo era sorprendentemente tranquilo y fiable, y debido a esa atractiva cualidad, Camila tuvo que resistir el impulso de abrazarse a él.

Al ver a los atareados médicos y expertos alrededor de la cama, Camila sabía que el estado de Rosa era ya crítico. Para ser sincera, Camila sabía que apenas estaban alargando la vida de Rosa de forma artificial.

Por alguna razón, los ojos de Camila se llenaron de agua. Se le llenaron los ojos de lágrimas, y sintió que se le congestionaba el pecho. La sensación era complicada, y no podía decir qué era exactamente.

—Lo hecho, hecho está. Es inútil estar tan ansioso. ¿Por qué no vas al salón y relajas tus tensos nervios? Has estado nerviosa durante casi toda la noche.

Dijo Lorenzo con consideración mientras miraba a Camila con preocupación. Quería que ella se cuidara bien primero.

Camila asintió, y entonces oyó que alguien se acercaba por detrás. Cuando se giró, vio a dos personas. Recordaba haberlas visto en la cabaña del cazador. Los dos caminaban hacia ellos.

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