Mi pretendiente es mi EX-MARIDO romance Capítulo 1185

Leila levantó la vista al salir de la cafetería y vio pasar a Ismael, se quedó un poco helada:

—¿Qué te pasa?

Antes de que las palabras salieran de su boca, la estaban abrazando con fuerza.

Ismael le rodeaba la cabeza con la palma de la mano y hablaba en voz baja, con un temblor imperceptible:

—¿Por qué no contestaste mi teléfono?

—Se rompió —La mano de Leila se posó lentamente en su cintura. Tras una pausa, añadió, —¿Creías que me había pasado algo?

—Edyth vino por ti —dijo Ismael.

Leila asintió suavemente y salió de los brazos de Ismael, sonriendo.

—No te preocupes, como he venido a verla, ya estaba preparado.

Aunque rara vez asistía a eventos estos años e iba sola a todas partes, ocasionalmente seguida por su ayudante, como artista femenina de primera fila, sin duda tendría un guardaespaldas.

Cuando vino hoy, hizo que su asistente trajera a su guardaespaldas.

Los finos labios de Ismael se fruncieron al mirar hacia el café, su voz adquirió un tono frío:

—¿Dónde está Edyth?

—Se ha ido.

Los hombres que Edyth había traído consigo no le habían hecho nada, o mejor dicho, no habían tenido ocasión de hacerlo.

Lo que no había ocurrido, aunque hubiera ido a la policía, no habría sido concluyente, así que había que dejarlo como estaba.

Pero esta vez fue una lección, así que ten más cuidado en el futuro.

—Llévala de vuelta —dijo Ismael al ayudante que había seguido a Leila a la salida.

Con esas palabras, se dio la vuelta y subió al coche negro que tenía al lado.

Leila intentó detenerlo, pero no le cogió el brazo, sabiendo sin pensarlo que iba a La Familia Figueroa a buscar a Edyth.

Se apresuró a subir también al coche y le dijo al conductor que la siguiera.

Por el camino, Ismael conducía tan rápido que el vehículo comercial en el que viajaba Leila no era rival para su velocidad.

Leila frunció el ceño y aferró su teléfono, pensando de repente en algo cuando abrió la pantalla y marcó un número.

La Familia Figueroa.

El señor Figueroa se sentó en el salón de té, mirando a una Lisbet nerviosa, y bajó la voz:

—¿Qué habéis hecho Edyth y tú otra vez?

Lisbet levantó la cabeza sin pronunciar palabra.

—Edyth lleva muchos años viviendo contigo y te está planteando un montón de problemas sin importancia, pero vi que la tratabas como a tu propia hija y no le dejabas ni una sola injusticia, lo dejé pasar, dónde iba a pensar que ahora sí que te metes con ella —dijo el Sr. Figueroa.

—Yo también intentaba ayudarla, Edyth quiere mucho a ese chico.

El Sr. Figueroa golpeó fuertemente la mesa:

—Le he dicho innumerables veces que las relaciones son entre dos personas, ¿de qué sirve que sea obsesiva, ahora te satisface? ¿Qué vas a hacer si las cosas te superan?

Lisbet agachó la cabeza y no dijo nada, pero el señor Figueroa continuó:

—Además, tienes el tiempo y la energía como madre para acoger a Edyth y criarla pero dejas a tu propia hija desatendida, si a Leila no le pasa nada está bien, si le pasa algo, tú…

dijo el Sr. Figueroa poniéndose en pie y, justo cuando se disponía a salir, Edyth apareció en la puerta. Dijo:

—Abuelo, tía, ¿de qué estabais hablando?

—No importa lo que estábamos diciendo, dime primero, ¿dónde has estado? —el Sr. Figueroa puso una expresión seria.

—Yo… —Edyth se mordió el labio:

—Edyth, date prisa y admite tu culpa ante tu abuelo —Lisbet se adelantó y le cogió la mano.

Edyth, que ya estaba bastante enfadada hoy y cuyo plan no había funcionado, gruñó descontenta:

—No tengo ningún error.

Lisbet estaba a punto de decir algo cuando el Sr. Figueroa dijo:

—¿Cómo está Leila?

—¿Qué podría haberle pasado? —dijo Edyth.

Viendo que no se arrepentía, el Sr. Figueroa ordenó:

—Irás ahora y empacarás tus cosas para mí y dejarás la Ciudad Sur de inmediato.

—No quiero —Edyth se escondió detrás de Lisbet, —Tía, no me voy, no he….

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