Mi pretendiente es mi EX-MARIDO romance Capítulo 1190

Para desayunar, Ismael había hecho sopa de judías, que tenía el poder de desintoxicar el alcohol.

Leila estaba a medio comer cuando de repente se dio cuenta de que en el salón estaba la maleta de Ismael y se atragantó con frialdad, con los ojos muy abiertos.

—¿Por qué trajiste tu maleta también?

—Yo también me he alojado aquí los últimos meses, lo he visto, el hotel no está lejos de la oficina —Ismael sacó un trozo de papel para limpiarse la sopa de la boca.

—No es cuestión de si está lejos o no, cómo puede alguien no vivir en su casa y venir a alojarse en un hotel, eres muy…

—¿Es porque no quieres quedarte conmigo?

Leila sintió, inexplicablemente, que estaba siendo un poco condescendiente con aquella afirmación, y de pronto suavizó el tono:

—No quise decir eso.

—Está bien, me he puesto en contacto con el hotel, no se dejará entrar a nadie de fuera y no se fotografiará a nadie —Ismael inclinó la cabeza y desayunó.

Leila se acercó y susurró:

—Me alojo en el hotel porque el equipo tiene normas y es fácil ir y volver del trabajo todos los días, así que sin duda preferiría quedarme en casa si pudiera elegir. ¿Qué tal esto, puedo volver un día a la semana? Iré a hablar con la tripulación y no habrá problemas.

—Pero no quiero separarme de ti ni un día —Ismael levantó los ojos para mirarla.

Leila se encontró con su mirada, sus ojos parpadearon, y finalmente se venció.

—Bien.

Era el enfoque simple y directo de Ismael lo que ella no soportaba.

¿Quién podría resistirse?

En ese momento sonó el timbre y Leila pensó que era la asistenta que la llamaba, y cuando estaba a punto de levantarse, Ismael ya se dirigía a la puerta.

—Tú come, yo lo abriré.

Leila volvió a sentarse.

Al otro lado de la puerta, en lugar de la ayudante de Leila, estaba Hermer, llevando su desayuno y con dolor de cabeza tras la resaca.

Al parecer, también se quedó inmóvil en el momento en que se abrió la puerta e hizo ademán de mirar el número de la puerta, pensando que aún no se había despertado.

Tras confirmar que el número de la puerta era el correcto, Hermer volvió a mirar a Ismael y sonrió:

—Eres el hermano de Leila, ¿no?

—¿Cuál eres tú? —Ismael se apoyó en la puerta, con los brazos alrededor del pecho, y le miró fríamente.

—Soy su colega, le llevo el desayuno —dijo Hermer.

Intentó entrar, pero Ismael se acercó para detenerlo:

—Ya está comiendo.

—¿Es así? Entonces he llegado en mal momento —dijo Hermer sorprendido.

Ismael levantó la barbilla, indicando que podía irse, y Hermer, claramente no dispuesto a volver, miró hacia el interior.

Y fue entonces cuando Leila terminó por fin de desayunar rápidamente y se acercó corriendo, colocándose detrás de Ismael:

—Hermer, ¿qué te trae por aquí tan temprano?

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