Mi primera vez (COMPLETA) romance Capítulo 6

A la mañana siguiente el sonido de mi celular me despierta. Gruñí con desaprobación y me removí en la cama. Me sentía con demasiado sueño como para siquiera abrir los ojos. Pero el celular no dejaba de sonar. Dios, si no contestaba seguirían insistiendo. Es mejor apagarlo. Saqué mi mano de los enredos de mi sábana y busqué el teléfono en la mesita de noche hasta encontrarlo. Iba a apagarlo de una sola vez, pero abrí un ojo con pereza y en la pantalla decía Empresa Chance. El sueño se me fue tan rápido que me sorprendió.

¡Ellos me estaban llamando! Me senté en la cama un tanto nerviosa y carraspeé para que mi voz no sonara rasposa por estar recién levantada, y contesté:

—¿Hola?

—Buenos días, ¿Alicia Matten?

—Así es.

—Soy la secretaria Kyle Lee y te estamos llamando de la empresa Chance, me han comunicado que te tendría que llamar para citarte hoy a las 8 de la mañana. ¿Crees que puedas venir?

—¿Hoy? —miré el reloj en mi mesita de noche: eran las 6:30 am. —C-claro que sí, allí estaré. A las ocho de la mañana.

—Te esperamos entonces, te recomiendo que uses algo formal —me dijo más cómo si fuera un consejo de ella misma— Digo, por cualquier cosa.

—Gracias, lo haré.

—Aquí te esperamos entonces.

Y colgué.

Me quedé unos segundos viendo un punto fijo a la nada para tratar de procesar lo que había pasado. Me habían llamado de la empresa Chance, ¿aún seguía soñando? Porque no parecía real. Mi suerte no pudo cambiar de la noche a la mañana. Salí de la cama y me dirigí al baño, necesitaba ducharme para ver si estaba despierta. Me quité toda la ropa y me metí a bañar.

—Mierda... —maldije al sentir el agua fría, al parecer ya me habían cancelado el agua caliente. Genial. A pesar de estarme congelando, el agua fría me sirvió para despejarme y despertarme de una vez. No era un sueño, era real. Me sentía nerviosa y emocionada, no sabía cómo actuar. No sabía si en esa empresa me verían menos o así. Jamás he trabajos en una igual y será un verdadero milagro que me acepten sin experiencia.

Salí de la ducha envuelta en una toalla. En mi ropero no había nada elegante, fue entonces donde recordé aquella ropa que mi madre me había regalado disque para ir a la universidad. Estaba en busca de la ropa cuando noté que por la ventana empezó a llover. Maldita sea, solo falta que llegue empapada a la empresa. No, sabía que mi mala suerte aún seguía conmigo.

Saqué toda la ropa de mi closet dejando un reguero por toda la habitación hasta encontrarla. Era una falda negra plisada que me llegaba un poco más abajo de los muslos, la acompañaba una camisa sin mangas en color blanca con un escote un poco atrevido. Ésta iba por dentro. No tenía más opción. Como la ropa estaba muy arrugada de estar guardada quien sabe por cuánto tiempo, enchufé la plancha que estaba en el piso y empecé a estirar la ropa.

Miré el reloj: 7:02 am. Aún tengo un poco de tiempo. Cuando terminé de planchar la ropa, quité mi toalla y me puse mi ropa interior. Jamás combinaba mi brazier con mis bragas. Supongo que eran ventajas de no tener vida sexual. Me puse la camisa, luego la falda, cerrando la cremallera que tenía a un costado. Okay, no me quedaba nada mal. Lo malo era el escote, era muy provocador. Da igual. Elegí unos zapatos de tacón más o menos altos en color negros. Los había comprado una vez para un evento en la universidad y desde esa vez no los había vuelto a usar. Esta vez me salvaron el día.

Peiné mi cabello dejándolo suelto, me maquillé un poco: rímel, rubor, lápiz labial rojo. Pero lo difuminé, no me gustaba eso tan extravagante.

—Necesito un bolso más o menos elegante —me dije, rebuscando entre tantas cosas hasta llegar a un pequeño bolso-maletín en color negro. Lo había usado un año para la universidad, pero me pareció muy formal.

Mi estómago rugió pidiendo comida. Tenía sólo media hora. Y tampoco me podía dar el lujo de llegar el primer día tarde. Salí a la cocina ya lista, abrí la nevera y tomé los dos trozos de pizza que habían de ayer. No me daba tiempo de cocinar algo sano. Los calenté en el microondas y cuando estuvieron más o menos los saqué y los empecé a comer.

Rápido.

Comete uno.

Listo.

Ahora el otro.

Listo también.

Tomé un sorbo de leche y salí.

Mi departamento había quedado hecho un desastre. Bajé por el ascensor hasta llegar al living. Afuera seguía lloviendo, genial.

—¡Taxi! —le hice parada a uno. De suerte se detuvo. Me cubrí la cabeza con mi bolso para no mojarme mientras casi corría al taxi. —Llévame a la empresa Chance, por favor —le dije al chofer estando una vez dentro.

—Claro.

Cuando el taxi se detiene le pagué al señor y salí, la lluvia había parado un poco. Pero yo me había mojado, la camisa estaba medio mojada y ¡se veía transparente! Se notaba mi brazier rosa. Genial, qué idiota soy. Pero mi estómago aún tenía hambre, tanto así que empecé a tener náuseas. O quizás solo eran por los nervios.

Miré el reloj en mi celular: 7:50 am.

Del otro lado de la carretera había una tienda en donde vendía pasteles y galletas y esas cosas. Me crucé y compré dos pastelitos de chocolate, eran pequeños: tortas pequeñas. Al cruzar la calle mi teléfono celular sonó:

Era mi madre.

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