Mi Vecino, el Mujeriego romance Capítulo 4

Un mes después

Mi nueva vida en Madrid está marchando de maravilla, al igual que mi amistad con mi peculiar vecino. Después de aquel día de compras con Bruno, nuestra amistad fue creciendo poco a poco. Tanto así, que llegamos al punto que después del trabajo nos juntamos a tomar algo y a conversar de todo un poco, excepto esos días que tiene visitas de su extenso cátalo de amiguitas.

Es prácticamente imposible recordar el nombre de todas, no sé cómo lo hace, pero nunca pasa la noche con la misma mujer. Tengo la teoría de que las saca del bar donde toca los fines de semana, al que iré a verlo por primera vez esta noche. En este tiempo aprendí a no juzgarlo más y solo disfrutar de lo buen amigo que es, porque eso si no lo puedo negar, siempre está ahí para lo que necesito, incluso para arreglar alguna que otra cosa del departamento.

Me miro al espejo una última vez, y creo que estoy bien para salir esta noche, pantalón color negro pegado al cuerpo, camiseta de tirantes del mismo color con un escote bastante pronunciado, zapatos de tacón, y chaqueta de imitación cuero haciendo juego. Termino de pintar mis labios con el labial color caramelo y escucho el ruido del timbre.

—¡Ya voy! —exclamo sabiendo que es él.

Camino rápidamente hacia la puerta y al abrir me lo encuentro con un look muy diferente al que me tiene acostumbrada. Jeans oscuros, camiseta pegada al cuerpo color negra, y una chaqueta de imitación cuero negra muy parecida a la mía.

—Pero mira tú... parecemos una pareja y todo. — dice entre risas al ver que estamos vestidos de manera similar.

—No lo sueñes tío. — digo imitando su acento —esta “porteña” no entrara en tu catálogo de amiguitas. — bromeo y busco mi bolso para luego salir del departamento.

—No te preocupes, no busco que entres en mi catalogó... pero, déjame decirte que te has vestido para secuestrar los ojos de muchos de los presentes en el bar. — comenta mientras caminamos hacia el elevador.

«De acuerdo, lo admito, su forma de hablar me encanta…» pienso internamente e intento no sonreír como una tonta.

—¿Quién dice y no es mi noche de suerte? — comento presumida.

—Suerte ¿para qué? No me digas que sueñas con encontrar un abogado que llegue a las cinco a casa y te diga buenas tardes mi amor, ¿Cómo están los niños? — me pregunta de manera sarcástica cuando ya el elevador está llegando.

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