¡No huyas, mi amor! romance Capítulo 569

Después de que Eduardo enviara su ubicación a Adriano, notó de repente que una figura delgada estaba cerca de él.

¡Era Silvia!

Pensó en la incomodidad de Silvia al llegar a casa de Ernesto y en la forma en que lo seguía todo el día, lo que hizo que a Eduardo sintiera pena por ella.

Ahora que se iba por diez años, se preguntaba qué pasaría con Silvia y si se quejaría de él.

Eduardo se apresuró a dar a Silvia el amuleto de la paz que había tenido siempre encima.

—Toma.

Silvia se sorprendió un poco, aunque no hablaba, preguntó qué quería decir con su mirada.

Eduardo dijo ligeramente:

—Voy a salir, así que si me echas de menos aquí, mira esto. Volveré.

—¿A dónde vas? —preguntó Silvia en lenguaje de signos.

Eduardo sonrió y dijo:

—A buscar a mis padres, necesitan que les eche una mano. Silvia, Ernesto y Sara son buenas personas, no tienes que preocuparte por recibir abusos aquí. Si estás descontenta por algo, puedes acudir a mi hermana, mi hermana Laura es una amante de la comida y definitivamente será tu amiga si le llevas una buena comida.

Los ojos de Silvia se humedecieron de repente.

Le daba pena que Eduardo se fuera, pero por desgracia tampoco podía evitar que fuera ayudar a sus padres. Por un momento sostuvo la mano de Eduardo durante mucho tiempo sin pronunciar una palabra.

Viendo que se acercaba la hora de reunirse con Adriano, Eduardo susurró:

—Me voy a reunir con mi primo. Ven conmigo. Si te pasa algo en mi ausencia, puedes pedir ayuda a mi primo y él te ayudará.

Silvia sacudió la cabeza y dijo en lenguaje de signos:

—No necesito a nadie, esperaré a que vuelvas.

Eduardo sonrió con cierta satisfacción.

—¡Eres tan linda!

Quiso acariciar la cabeza de Silvia, pero no era tan alta como ella, así que sólo pudo darle una palmadita en la mano y decir:

—Espera a que vuelva.

—¡Sí!

Tras despedirse de Silvia, Eduardo se puso en contacto con la gente del Imperio de la Noche para preparar un helicóptero.

Justo en ese momento, llegó Adriano.

Eduardo se puso contento cuando lo vio.

Este era su primo, pero le quería como su propio hermano.

—Adriano, ¿estás aquí?

—¿Qué llevas? —preguntó Adriano con duda mientras miraba lo que tenía en la mano.

Eduardo dijo como si ofreciera un tesoro:

—Estas cosas son impresionantes. Esta es mi pistola de aire, puedes ponerle chile en polvo o algo así, si esa vieja bruja se atreve a maltratarme, usaré esto con ella.

—Eduardo, ¿tienes que ir sí o sí?

Adriano miró a Eduardo con especial consternación.

Eduardo se calló de repente y susurró:

—Tengo que salvar a mi mamá. Es mi única oportunidad y la única condición de esa mujer, no tengo opción.

Se trataba de una falta de elección.

Los ojos de Adriano pensaron por un momento y dijo con un suspiro:

—Diez años no es poco tiempo, ¿no echarás de menos al tío y a mamá?

—Claro que sí, pero no quiero que le pase nada a mamá. Así que, por favor, cuida de ellos por mí durante estos diez años.

Eduardo le dio una palmadita en el hombro a Adriano con gran chulería y luego se dio la vuelta y se alejó.

Tenía la actitud de como si realmente pudiera dejar todo atrás.

Adriano golpeó repentinamente a Eduardo en el cuello en el momento en que se dio la vuelta, dejándolo inconsciente de inmediato.

Eduardo se sorprendió un poco, pero se cayó involuntariamente.

Adriano lo arrastró a un lado, llamó a la gente del Imperio de la Noche y les dijo que llevaran a Eduardo de vuelta, mientras él se subía al helicóptero.

—Señorito Adriano, ¿qué está haciendo?

El piloto estaba un poco desconcertado.

Adriano miró al dormido Eduardo y susurró:

—Ve a donde Eduardo te ha dicho.

—Esto...

—¿Qué? ¿No soy el señorito de la familia Nieto? ¿Mis órdenes no funcionan?

La carita de Adriano se puso tan serio que el piloto giró la cabeza a toda prisa y despegó.

Tanto Eduardo como Adriano eran los señoritos de la familia Nieto, y todos sabían perfectamente que Mateo los trataba por igual. Además, ahora que Rolando estaba al frente del Grupo Nieto, la gente del Imperio de la Noche no ofendería a Adriano ni de broma.

En el momento en que el avión despegó, Adriano miró a Eduardo y a la Ciudad H que tenía detrás de él y susurró:

—Si un niño tiene que dar diez años de su vida a cambio de la vida de mamá, entonces déjame ir. Por un lado, soy el mayor y es mi deber protegeros. Por otro lado, todo esto es obra de mi padre. Si tengo que ver cómo te vas de casa y cómo mamá y el tío se pasan todos los días de su vida echándote de menos, entonces sería mejor que vaya en tu lugar; de todas formas, ya he perdido a mi madre y mi papá es como es, así que no me viene mal buscarme una maestra y aprender algo, quizá pueda ayudaros en el futuro.

Adriano sabía que Eduardo no podía oír estas palabras, pero las dijo de todos modos, como si al decirlas no se estuviera yendo sin despedirse o actuar caprichosamente.

El piloto lo escuchó, pero sin atreverse a decir nada, se limitó a volar directamente a la Ciudad A, siguiendo la ruta indicada por Eduardo.

Adriano llegó a la Ciudad A un poco incómodo.

Había vivido en la Ciudad H toda su vida y nunca había visto un pueblo tan remoto, pero éste era el lugar donde su tío y su madre habían tenido el accidente.

Miró el ordenador que llevaba Eduardo y las coordenadas que aparecían en él indicaban el hospital que no estaba muy lejos.

Adriano se acercó con sus pequeñas piernas.

La enfermera se estremeció ligeramente al ver llegar a Adriano.

—¿De dónde vienes? ¿Por qué has venido aquí? Venga, ¡fuera!

Por lo general, nadie se atrevería a dejar que sus hijos aparecieran en las puertas del hospital debido al excéntrico carácter de Hazel, porque si alguna vez se molestaba, temían que podía tomar a sus hijos y utilizarlos como especímenes humanos.

Así que cuando la enfermera vio a Adriano se sorprendió bastante y tuvo un poco de compasión. Después de todo, el niño era muy guapo.

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