-Rosaría, ¡date prisa! ¡Qué gracioso! ¡Esta es verdaderamente una pena merecida! -dijo Lidia.
La risa exagerada de Lidia hizo que Eduardo frunciera el ceño al salir del baño.
-Por favor, ¿puedes reír en voz baja? No eres una dama en absoluto. No sólo eres vieja, tampoco tienes cortesía. ¡No es de extrañar que todavía no puedas casarte a los veintiocho años!- dijo Eduardo.
Las palabras de Eduardo estimularon a Lidia de nuevo.
-Mocoso, ¿qué dijiste? Dilo de nuevo, ¡te pegaré! - amenazó Lidia.
Mientras hablaba, Lidia se arremangó las mangas y parecía una mujer mala.
Eduardo la miró con desdén y caminó directamente hacia Rosaría, pero su expresión cambió de inmediato.
-Mamá, te ayudo. Puedes sentarte en la sala de estar y descansar un rato -dijo él.
Eduardo se arremangó las mangas y llevó los platos que Rosaría había preparado a la mesa. Incluso preparó los palillos para cada persona.
Viendo lo sensible que era Eduardo, la ira de Lidia se desapareció.
-Mocoso, veo que eres tan considerado, no voy a discutir contigo -dijo Lidia.
-Vieja, ¿solo vienes para comer y no sabes ayudarnos? ¿Eres realmente una profesora? -preguntó Eduardo.
Él provocó a Lidia otra vez.
-¡Oye, esta es mi casa! -dijo Lidia.
-Si te pagamos dinero para la habitación, ¿nos darás dinero para la comida? -preguntó Eduardo.
Él miró a Lidia con desdén, y Lidia estaba tan enojada que se quedó sin palabras.
Al ver a Eduardo así, Rosaría tosió y dijo -Eduardo, no puedes hablarle así a Lidia. Tienes que saber que vas a estudiar con ella. ¿Cómo puedes no respetar a tu profesora? -dijo Rosaría.
Eduardo se quedó deprimido instantáneamente.
Realmente no quería estudiar en la clase de Lidia, pero al pensar en Adriano y Mateo, él guardó silencio.
Cuando Lidia oyó que Eduardo iba a estudiar en su guardería infantil, se animó inmediatamente.
-Rosaría, ¿de veras vas a enviarlo a nuestra guardería infantil? -preguntó Lidia.
-Sí, Eduardo necesita ir a la guardería infantil. Necesito trabajar, así que no puedo quedarme con él en casa. He oído que la guardería infantil donde trabajas es bastante buena, así que por favor ayúdame a cuidarlo -dijo Rosaría.
-No hay problemas, no hay problemas -contestó Lidia.
Lidia se rió entre dientes, pero Eduardo resopló con desdén y no dijo nada.
-Por cierto, ¿de qué te estabas riendo? -
Preguntó Rosaría después de poner la comida sobre la mesa.
Solo entonces Lidia recordó la noticia que acababa de leer.
Le entregó su teléfono a Rosaría rápidamente y se río en voz alta.
-Rosaría, mira, Mateo fue meado en la cara por un chico. Es genial. Este despreciable por fin fue castigado -dijo Lidia.
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