Papá, quiero que sea mi mamá romance Capítulo 225

—Este diseñador Glauco es muy conocido, ¿no? Ya que se empeñó en usar a la puta de Julieta en su pasarela, a ver cómo le va a ir si Julieta no puede pisar la pasarela. Incluso en ese momento tiene que pedirme que suba al escenario —dijo Mónica con seguridad, como si no hubiera nadie más en la industria del entretenimiento que ella.

—Así que estás planeando... —Zarina dudó, temiendo haber entendido mal.

—Así es, es exactamente lo que estás pensando. Quiero que Julieta no pueda subir a la pasarela. Quiero que consigas que alguien lo haga lo antes posible —dijo Mónica con fiereza.

Como Glauco no la dejaba participar, tampoco dejaría ir a Julieta.

—Mónica, que... —Zarina intentó disuadir a Mónica.

Mónica levantó las cejas con frialdad, y el descontento en sus ojos estaba a punto de explotar.

—¡Haz lo que te digo! ¡No tienes derecho a negociar conmigo!

Si no fuera inapropiado que se presentara en persona, no encontraría una colega tan mala como Zarina para hacer ese tipo de cosas. Zarina siempre estaba preocupada por todo y era demasiado cauta. Mónica prefería a Alicia, que era más rápida en hacer lo que le pedía.

—Ya me voy —Zarina respondió torpemente.

Al escuchar que Mónica colgaba el teléfono con un frío resoplido, Zarina se secó el sudor de la frente. Aunque también había hecho algunas cosas malas en el pasado con sus actores, no eran como Mónica, que parecía irracional y no se tomaba la ley en serio.

Pero aun así tenía que hacer lo que Mónica exigía, ya que era su jefa.

—Rafael, ayúdame a encontrar ocho luchadores fuertes que no causen problemas.

Una cálida carcajada surgió pronto del otro lado del teléfono.

—Zarina, ¿qué vas a hacer? ¡Todos mis subordinados son obedientes!

—Tienen que mantener bien sus bocas cerradas —advirtió Zarina con preocupación.

—Zarina, no estoy contento con lo que has dicho. He hecho tantas cosas por ti, y cada vez era perfecto, ¿no? —la voz al otro lado del teléfono bajó de repente.

—Rafael, no te enfades. Esta vez no es un asunto trivial. Si lo completas, se te pagará el doble. Sólo quiero tener más cuidado —explicó Zarina.

Tras escuchar el precio, Rafael cambió inmediatamente su tono de disgusto y dijo con una sonrisa:

—De acuerdo, enviaré a algunas personas por ti mañana.

—No hace falta que me conozcan personalmente, sólo quiero que los envíes a esta dirección. —Zarina le dijo una dirección—. Cuando el asunto esté resuelto, envíame el vídeo y te pagaré.

—Muy bien. Lo cumpliré —prometió Rafael con arrogancia.

Zarina colgó el teléfono. Su corazón seguía latiendo muy rápido, y sintió que esta vez no terminaría tan fácilmente. Ya se habían enfrentado a Julieta muchas veces, incluso cuando tuvieron el material en sus manos y se prepararon bien, Julieta seguía consiguiendo evadir su ataque y explicarse bien ante los medios. ¿Tendrá éxito esta acción repentina y sin preparación?

Afortunadamente, la vida de Julieta estaba siendo muy regular últimamente. La casa, la empresa y el estudio de Glauco eran lugares que ella frecuentaba ahora, por lo que les resultaba fácil encontrarla.

Julieta llegó al garaje subterráneo de la Empresa Arotuo, y sintió frío.

«¿Se ha acabado el otoño antes de que haya empezado?»

Julieta se dirigió directamente al coche porque pensó que ya era hora de ponerse ropa más gruesa.

El conductor se fue un rato por algo y le pidió a Julieta que esperara en el coche. Sin embargo, antes de que Julieta se acercara al coche, un grupo de hombres la interceptó.

—¿Quieres venderme un seguro? Los empleados de las compañías de seguros siguen mostrando su arrogancia de esta manera.

Julieta levantó las cejas, mirando al grupo de personas con trajes negros y gafas de sol.

—Deja de decir tonterías. ¿Te llamas Julieta? —el líder le preguntó con fiereza.

—Sí.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Papá, quiero que sea mi mamá