Papá, quiero que sea mi mamá romance Capítulo 228

Julieta estaba muy nerviosa. Si Hector lo supiera, se pondría celoso. Pero si no se lo decía, no sabría cuánto tiempo podría ocultarlo.

—Julieta.

Julieta, que había acelerado el paso para deshacerse de Daniel, fue detenida por éste que corría.

—¿Pasa algo? —Julieta esbozó una amarga sonrisa.

«¿Por qué este hombre es tan persistente?»

—He visto todo tu perfil. Eres una gran actriz, y te quiero aún más —Daniel sonrió.

—Gracias, pero no es necesario. ¿Puede apartarse?

Faltaban diez minutos para el descanso de Hector. Tenía que llegar al despacho de Hector antes de que terminara la reunión.

—Este es un pequeño pastel que hice, espero que lo acepte.

A Daniel no le importó la indiferencia de Julieta y le entregó lo que tenía en la mano.

Justo cuando Julieta estaba a punto de negarse, Daniel dijo:

—Es una expresión del amor de un fan por su ídolo, ¿lo aceptas?

Julieta no pudo negarse más y aceptó de mala gana la exquisita caja entregada por Daniel.

—Gracias, realmente no necesito esto la próxima vez.

Después de hablar, se fue sin mirar atrás.

Esta vez, Daniel no detuvo a Julieta. Él sólo quería que aceptara el pastel que había hecho.

Julieta se acercó y le entregó la caja de pasteles a Orlando.

—Entrégaselo a alguien de la secretaría. ¿Ha terminado Hector la reunión?

—Todavía no.

—Bien, lo esperaré en la oficina.

Después de deshacerse del pastel, esperó tranquilamente a que su novio comiera después de la reunión.

Orlando entregó el pastel a las chicas de la secretaría, que se emocionaron y preguntaron quién lo había enviado.

Y alguien vio galletas de la fortuna en la caja.

—El asistente Orlando es tan romántico —la pequeña secretaria se burló de Orlando con una risita.

Orlando explicó con mala cara que eso se lo había dado Julieta, un regalo de la mujer del jefe.

La secretaria rompió una galleta y descubrió que el papel era diferente al de la galleta que solía comprar.

—Hay una nota escrita a mano, «Julieta, te quiero» ¿Acaso no es Julieta la mujer del jefe? ¿Por qué se escribió esto a sí misma?

—¿Qué?

Mientras todos cotilleaban, una profunda voz masculina sonó de repente por encima de sus cabezas.

—Presidente... —tartamudeó la secretaria e inconscientemente escondió la nota en su mano. Pensó que lo había entregado el presidente, pero Julieta se lo había dado a otros, ¡y ahora el presidente se enteró!

—Dámelo —dijo Hector con voz grave.

—Presidente, eso es basura inútil.

La secretaria sonrió torpemente, tratando de rechazar la petición de Hector.

—¡No me hagas pedírtelo otra vez!

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