Papá, quiero que sea mi mamá romance Capítulo 5

-Sra. Montes, puede quedarse aquí, alguien la dejará salir mañana.

En cuanto terminó de hablar, se oyó el sonido nítido de una puerta cerrada.

Mañana era la entrevista para ese drama.

Julieta se tocó el bolsillo de la ropa, su teléfono parecía haber sido tomado por Alicia hace un momento.

Se rió de ella.

Había trabajado mucho durante mucho tiempo, pero aún no podría cumplir su deseo. Estaba a punto de llenarse de emociones negativas y en el momento en que su depresión se desencadenó de nuevo, hubo un repentino —bang— detrás de ella.

Julieta se volvió con cuidado y vio a un niño agazapado a la luz de la luna que entraba por la ventana.

—¿Quién es usted?

Sólo se escuchaba su voz en el desordenado almacén, y el niño no se movía.

—Despierta, pequeño, te congelarás si duermes aquí.

Dio un paso adelante y tocó al niño. Al tocar la piel del niño, sintió que su piel estaba demasiado caliente.

—¿Tienes fiebre? —Julieta se apresuró a ponerle la mano en la frente y la temperatura era realmente espantosa.

Estaba un poco ansiosa, no era urgente que se quedara atrapada aquí, pero temía que este niño no sobreviviera sin atención médica inmediata.

Hace cinco años había fracasado en mantener a su hijo, ¿y cinco años después seguía siendo tan incompetente? ¡No! ¡No creía en el destino, sólo creía en sí misma!

Julieta se obligó a calmarse, debía haber vino en el almacén del bar, ¡el vino podía refrescarlo físicamente!

Abrió violentamente una botella de vino blanco, se arrancó un trozo de manga y limpió el paño blanco empapado de vino en la palma de la mano del niño, sus ojos estaban llenos de suavidad.

La temperatura del niño no tardó en bajar y poco a poco se fue despejando.

—¿Cómo te llamas, querida, y cómo has llegado hasta aquí? —preguntó Julieta.

El niño miró a Julieta con recelo, con sus grandes ojos brillando, como si hubiera estrellas escondidas en ellos. Pero por mucho que Julieta preguntara, él no respondía nada.

—Usted todavía tiene fiebre, tenemos que encontrar una manera de salir, acabo de mirar por la ventana, no es alta, pero la ventana es pequeña, no puedo salir, por lo que sólo puede hacerte salir, pero... —Julieta se agachó frente al niño, con el rostro serio.

—Cuando te vayas, recuerda avisar a alguien para que venga a rescatarme.

El niño asintió.

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