—¡Tengo una solución para sacarte de apuro, Selena! —dice Clyde y sonríe—. Una medida que podrás salvarte sin involucrarme y también podrás esconder todo ante Kenneth.
Lo miro con sospecha.
Él frunce los labios, saca una cosa del cajón lateral y lo agita en su mano.
Lo aparto con rabia y las lágrimas de humillación caen por mis mejillas.
Me lo da a la fuerza y la esquivo como sea. En un sin querer toco el interruptor y de repente empieza a vibrar en mi mano.
Lo cojo y lo estrello en la pared y luego me agacho en el suelo indefensa, llorando con la cabeza en mis rodillas.
¿Qué hice para provocar a este puto chalado?
Las comisuras de la boca de Clyde siguen curvadas, mirándome desde su altura... Esa es la postura del triunfante, o más bien el dictador.
A él le gusta verme así, tan indefensa, débil y desorientada que, después de rebelarme, vuelvo a trepar hacia sus pies para ser su humilde esclava.
—¡Parece que no lo quieres! —Sus dedos agarran mi mejilla, obligándome a mirarlo directamente—. ¿No te gusta mi regalo?
—Clyde, acaba conmigo de una vez por todas. —Detengo mis lágrimas—. Iré a confesarle todo a Kenneth... Me entenderá, ¡Kenneth no es alguien sin juicio!
—¡Está bien, confiésale todo! ¡De paso también dile que mataste a mi hermana!
—¡No lo he hecho! Yo no maté a tu hermana, ¿por qué no me crees?
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