PECADO DEL DESEO romance Capítulo 17

—¿Te has dormido a gusto?

Clyde sonríe, acariciando mi espalda con su palma. Su apariencia me hace entrar en pánico, y justo cuando casi me resbalo del columpio. me agarra de la cintura y muñeca, me lleva con fuerza a su abrazo y me presiona contra el columpio.

—Clyde… ¿Por qué estás aquí?

—¿No te han dicho que yo he preparado esta casa? ¡Mi huella está grabada en el portal!

—Tú…

—Selena, ¿crees que papá y mamá realmente te dan tanta consideración? Si no hubiera mencionado regalarte una casa, ¿crees que conseguirías algo?

Así que este apartamento es regalado por él.

—Ja, ¿cómo vas a ser tan bueno conmigo? —me burlo— ¡Me temo que me has regalado la casa para tu propio «beneficio»!

Clyde se queda callado, luego entrecierra los ojos y sonríe con más alegría.

Cuando sonríe, no parece tan frío, más bien parece un adolescente travieso que ha hecho una broma a alguien y no lo han descubierto, un tipo con una sonrisa maliciosa pero que consigue bajar la guardia de la gente.

Sin embargo, ya he aprendido la lección con los innumerables daños que me ha hecho en el pasado. ¡No me dejaré engañar!

—¿Cuándo te volviste tan lista? —Me levanta la barbilla ferozmente, obligándome a mirarlo a los ojos, y siento un dolor punzante en la barbilla.

—Tampoco es que sea tonta —digo con dificultad—. Clyde, ¿no tienes miedo de que Kenneth se entere de lo que has hecho?

—Lo hecho, hecho está. ¿Qué miedo me puede dar?

Claro, es Clyde Santalla, ¿de quién va a temer? Pero yo tampoco tengo nada que temer. Después de unos días, podré irme de la casa de los Santalla.

—¿Qué estás pensando? —Se me cerca y su aliento caliente cae en mi clavícula. De repente, me siento seducida y me pongo rígida y aprieto los puños.

Clyde sonríe, su mano acaricia mi mejilla y baja lentamente, metiendo la mano en mi camisa, y como un fuego ardiendo cada centímetro de mi piel. Mirándo que mi respiración se dificulta, su sonrisa se hace más evidente.

Dice en voz ronca, dibujando círculos en mi barriga con sus dedos:

—¿Se ha portado bien mi hijo?

—¿Tú qué sabes si es un hijo, no hija?

—Vamos. Es la corazonada. Además, el primer bebé de la familia Santalla tiene que ser un niño.

—Ja —me burlo—. ¿Tienes un trono que ceder o qué?

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: PECADO DEL DESEO