PECADO DEL DESEO romance Capítulo 24

Las prohibiciones de Clyde me las sudan. Una vez despierta, voy al hospital y sigo cuidando a Kenneth.

No puedo ir en contra de mi conciencia. Kenneth es mi responsabilidad y mi deber.

El médico dice que Kenneth se está recuperando genial y que le pueden dar el alta. Ya lo que queda es reposar en casa. Me recuerda atentamente que de ninguna manera puede sufrir más estimulaciones, y que, si tiene signo de recuperar la memoria, avisemos al hospital de inmediato.

Yo asiento. Pero en verdad me siento contradictoria. Por un lado, espero que Kenneth se recupere por completo, pero por otra parte, no quiere que recupere su memoria. Aún tenemos la oportunidad de seguir adelante si puede olvidar para siempre lo que pasó ese día, si no…

Estoy tan distraída toda la mañana que hasta abono una cifra errónea cuando voy a tramitar el alta. Una vez en casa, no me dejo ni un rato libre; lavo toda la ropa que Kenneth ha traído del hospital, y luego le ayudo a bañarse.

—En realidad, puedes dejar que lo hagan las sirvientas —me dice Kenneth en voz baja.

—¡Me quedo más tranquila haciéndolo yo misma! —Fuerzo una sonrisa. Noto que Kenneth se pone rígido cuando le desabotono la camisa. Lo siento temblar en acompañamiento de una respiración acelerada.

Yo también estoy nerviosa. Me armo de valor para mirarle a los ojos, y de repente me encuentro con una mirada ardiente, donde la lujuria del hombre aparece gradualmente…

Toma mi mano e instintivamente me encojo, pero no he conseguido apartarlo.

—Selena… —me llama con voz ronca. Bajo la mirada y veo que traga saliva. Se humedece los labios secos, como si tenga algo que decir, pero después de mucho tiempo, excepto ese «Selena» solo queda un silencio interminable entre nosotros.

Me levanto apresuradamente y preparo una toalla caliente.

Me da miedo que me toque, a pesar de que es algo normal entre matrimonios.

—Selena, ¿qué te pasa? —La voz de Kenneth lleva un poco de decepción.

Estoy un poco triste, no sé qué me pasa, solo instintivamente quiero guardar distancia con él. Me siento culpable por tener un pensamiento así, porque él es mi esposo, pero no puedo amarlo con todo mi corazón.

—Nada —respondo y cambio de tema—. Te limpiaré la espalda.

—¿Estás cansada? —Tiene un tono muy suave— No has descansado en todo este tiempo… Mira, ¿qué tal si a partir de hoy deja que las sirvientas se ocupen de cuidarme?

—¡No! —digo apresuradamente— Soy tu esposa y es mi deber cuidar de ti.

—Pero me preocupa que te agotes…

—¡No va a pasar eso! —lo interrumpo.

Le quito la camiseta del interior y se queda desnudo de piernas para arriba ante mis ojos.

La enfermedad le ha dejado delgado y con una piel pálida, pero, aun así, sigue siendo un hombre muy hermoso.

A diferencia de un hombre fuerte y salvaje como Clyde, Kenneth es más de una belleza femenina.

Empiezo a limpiar el cuerpo de Kenneth, pero mis pensamientos vuelan a otro mundo. El cuerpo de Clyde no para de aparecer en mi mente… Su pecho fuerte, sus brazos musculosos y sus músculos bien definidos que se parecen a la estatua «David» de Miguel Ángel. No solo eso, también recuerdo su aura masculina y dominante, su posesión imponente y… el orgasmo que consigo cada vez que penetra en mi cuerpo.

Todo eso me invade como olas en un instante, que mis orejas arden y mi corazón está muy nervioso.

La toalla que tengo en la mano se cae al suelo con un chasquido.

—Selena, ¿pasa algo?

Reprimo desesperadamente la sensación de calor, deseando que me trague la tierra. Afortunadamente, Kenneth me está dando la espalda y no puede ver cómo estoy.

Cuando me agacho para recoger la toalla veo a un par de pantuflas negras que se nos acerca poco a poco desde la puerta…

Grito del susto.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: PECADO DEL DESEO