PECADO DEL DESEO romance Capítulo 25

«¡No puedes mirar a ningún otro hombre aparte de mí!»

Clyde me suelta. Su expresión malvada se aleja de mí gradualmente, pero esas palabras hacen eco en mis oídos durante mucho tiempo.

Mis pulsaciones no se calman hasta que vuelvo a la habitación.

En ese momento, de repente comprendo que siento algo diferente por Clyde.

Tal vez fue diferente desde el principio, solo que nunca me he dado cuenta de eso, pero en este momento, algo me guía a ver todo lo que siento por él.

Empiezo a tomar la iniciativa de preocuparme por él en asuntos triviales. Por ejemplo, cada vez que lavo la ropa de Kenneth, entro en la habitación de Clyde para ver si se ha dejado ropa sucia.

A veces, después de lavarle la camisa, la plancho con mucho cuidado. Oliendo el olor de recién lavado, caigo en alguna imaginación sin sentido.

Me asombro de tal acto por mi parte. Y al mismo tiempo de ordenar mis pensamientos, entro en una profunda culpa.

No me atrevo a admitir que en realidad me gusta Clyde. Me ha gustado desde pequeña. Desde la primera vez que lo vi, caí en ese amor imposible, sin poder evitarlo.

Pero no dejo de mantener deliberadamente una distancia con él. Después de todo, soy su cuñada.

Ya he herido los sentimientos a Kenneth una vez y no puedo hacerlo por segunda vez.

En un día cualquiera, después del desayuno, empujo a Kenneth a dar un paseo en el jardín como de costumbre. Cuando regresamos del paseo pasamos por el estudio. Clyde de repente asoma la cabeza para detenerme:

—¿Tienes tiempo para hablar sobre la redacción de la otra vez?

Guardo silencio con la cabeza gacha, pero Kenneth sonríe y responde por mí:

—¡Sí, sí! Dime, Clyde, ¿a que Selena es muy capaz? Mejor que los redactores de la empresa, ¿verdad?

—Claro que sí, tu esposa es incomparable con los de la empresa. —Clyde sonríe, con alguna emoción compleja en su mirada.

Mi corazón tiembla y aprieto los mangos de empuje, tratando de llevar a Kenneth hacia la habitación. Sin embargo, Clyde vuelve a hablar:

—¡Selena!

—¿Sí? —respondo en voz baja sin mirar atrás.

—Esto… Gracias —dice Clyde a la ligera—. Quiero decir… Gracias por limpiarme la ropa y colgarlas ordenadamente en mi armario. La empresa tiene mucho trabajo últimamente, no he parado con las reuniones. Si no fuera por ti, no tendría ropa para cambiarme.

—De nada. —Me siento culpable y temo que Kenneth se raye escuchando esto—. Hemos crecido juntos y ahora soy tu cuñada, es mi deber cuidarte.

—Gracias —Clyde hace una pausa y pronuncia pesadamente—, Selena.

Me doy la vuelta a toda prisa y empujo a Kenneth a la habitación, mi corazón late agitadamente.

No quiero ir al estudio, pero Kenneth no para de preguntarme por qué aún no he ido a ayudar a Clyde con la redacción. Así que no tengo más remedio que caminar lentamente hacia la puerta del estudio, y cuando estoy a punto de llamar a la puerta, escucho una fuerte discusión proveniente del interior:

—Quiero que me digas la verdad, ¿cómo se cayó Kenneth? ¿Cómo perdió la memoria? ¡Habla!

Me quedo estupefacta. ¡Es la voz de Yolanda!

Clyde guarda silencio.

La puerta del estudio está medio abierta, me acerco y miro por la rendija de la puerta.

Clyde está sentado detrás del escritorio con la cabeza gacha y un cigarrillo entre los dedos. Da una calada, hojea los papeles del escritorio y apaga el cigarro en el cenicero.

Yolanda está enfrente de él, lo mira con impaciencia y de vez en cuando agita la mano, tratando de disipar el fuerte olor a nicotina.

—¡Deja de fumar! —Cuando Clyde quiere encender otro cigarrillo, ella quita el mechero que tiene en la mano.

Tiene la cara pálida. Su rostro está hosco por la ira y, para ser honesta, nunca la había visto tan enojada. En mi impresión, Yolanda es una mujer callada y tierna, también una madre dedicada.

—¡Clyde! —Yolanda golpea la mesa irritada— Tú no fumabas… ¿Es por esa mujer que has cogido este mal hábito?

¿Esa mujer? Siento curiosidad por saber de quién habla.

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