PERVERSIÓN romance Capítulo 15

—El curro, ya sabes. Oye, ¿puedes hacerme un favor? Estos amigos míos se han apuntado hoy al gimnasio y, claro, no habían traído nada porque no tenían intención de empezar hoy...

-Y tú los has convencido de lo contrario jajaja. Judith es muy convincente cuando quiere -dijo amigablemente

-yo siempre llevo algo de ropa de repuesto -dijo mirándome fijamente-creo que le podrá servir, más o menos somos de la misma altura...

-Genial, a ella ya le he traído yo ropa para prestarle. ¿Ves cómo tengo solución para todo? -dijo risueña

-ala, llévatelo contigo y que se cambie, que tengo ya ganas de sudar un poco -dijo cogiendo del brazo a Sara y llevándosela con ella al vestuario de mujeres.

-Sígueme -me dijo Rubén mostrándome el camino a nuestro vestuario.

-Gracias por prestarme la ropa -dije agradeciéndole el gesto-aunque no estoy muy seguro que me sirva. De altura vale pero de lo otro... -era evidente que aquel tío musculado casi me doblaba en tamaño, yo siempre he sido más bien un tirillas.

-No te preocupes, seguro que te vale. Y bueno, con un poco de dedicación ya verás cómo en poco tiempo arreglamos eso -no me pareció que se estuviera burlando de mí, cosa que agradecí enormemente.

Llegamos a las taquillas, sacó su bolsa y empezó a rebuscar en ella, sacando al final una camiseta algo holgada y unas mallas que ya supuse debían quedarme grandes. Nada que ver mis piernecillas con los muslazos que se gastaba el tal Rubén.Me probé la ropa que me había prestado y, como había pensado, me quedaban grandes. Las mallas me quedaban como un chándal corto y la camiseta, aunque ancha, me hacía elservicio.-No voy a ligar mucho con estas pintas -le dije bromeando. Él se rio con ganas y me dio una fuerte palmada en la espalda.-Tampoco te hace falta con la mujer que tienes -me dijo dándose la vuelta-vamos, que ya nos estarán esperando las chicas.Coño ¿qué había querido decir con aquello? Si apenas la había mirado...Lo seguí y, como era de prever, las chicas aún no habían salido. Eso sí, no tardaron nada y, cuando lo hicieron, había valido la pena la espera. Las dos lucían unas mallas ajustaditas enla parte inferior y un top que dejaba su vientre al aire. Las dos lucían unos cuerpos esculturales aunque Sara, de complexión parecida a la de Judith pero con más cuerpo, se veía más apretada dentro de aquella ropa. No sé cómo se había atrevido a salir vestida así pero allí estaba, mostrándose ante nosotros, que las mirábamos embelesados.Bueno, al menos yo. Rubén, un profesional del gremio, enseguida se recompuso aunque no me pasó desapercibido su gesto incómodo y que su mano intentó ocultar su entrepierna. ¿Se había excitado al ver a mi mujer? ¿O había sido con Judith? Yo, al menos esa vez, no tuve que preocuparme por ese asunto. Con aquellas ropas tan anchas... algo bueno tenía que tener.-Vamos -dijo Rubén-será mejor entrar en calor corriendo un poco en la cinta.Una hora duró mi suplicio. Entre lo falto que estaba de ejercicio y viendo a Sara y Judith ejercitándose a mi lado con aquellas ropas tan ajustadas, que el sudor fruto del ejercicio solo empeoró, convirtió aquella sesión en un auténtico martirio.Y Rubén no creo que lo pasara mejor que yo, ya que cacé varias miradas furtivas al culo de las dos chicas y sus intentos por evitar que se dieran cuenta del bulto que crecía bajo sus mallas.Y ellas disfrutando a tope con la situación, ya que creo que fueron conscientes desde el principio del efecto que causaban en nosotros y se dedicaron toda la sesión a provocarnos. Por supuesto, Judith más que Sara, a la que al principio veía más cortada. Pero poco a poco se fue soltando y disfrutando con la situación.Al final, decidimos parar. Ambos llevábamos tiempo sin hacer ejercicio y no era cuestión de acabar hechos polvos el primer día y con unas agujetas del copón. Era mejor ir poco a poco. A mí estas palabras de Rubén me supieron a gloria y me encaminé feliz alvestuario a darme una ducha y cambiarme la ropa.Me desnudé para meterme bajo el agua y entonces caí en el hecho que tampoco tenía toalla. Pero alguien había ya pensado en eso y, de repente, me encontré delante de mí y completamente desnudo a Rubén alargándome una toalla.-Toma Carlos, te dejo una de mis toallas -yo la cogí, algo incómodo, y le agradecí el gesto.Él se alejó para meterse en otra de las duchas que quedaba enfrente de la mía y empezó a lavarse. Joder, qué tío. Si con ropa ya se le veía fuerte, desnudo no os explico. Todo su cuerpo era puro músculo y lo peor era que lo que tenía entre sus piernas no se quedaba atrás. Menuda tranca se gastaba el tío, a la que metiera aquello le haría ver las estrellas.Me di la vuelta, no quería que me pillara mirando y pensara algo raro de mí. La ducha me sentó genial y me ayudó a relajar mis cansados músculos. Salí de allí envuelto en la toalla y, cuando me disponía a vestirme, apareció él que ya había acabado de ducharse también.Rubén no tenía tantos reparoscomo yo y se puso a hablarme sobre cosas del gimnasio y de Judith mientras observaba como me vestía y él, completamente desnudo, secándose con la toalla, haciéndome sentir algo violento. Me empezaba a sentir algo intimidado con su presencia y más, recordando las miradas que lanzaba al cuerpo de mi mujer.Al final se vistió también y salimos juntos al pasillo, donde aún tuvimos que esperar un rato que salieran las chicas. Mientras esperábamos, hablamos un poco sobre nuestras aficiones, conociéndonos algo más, aunque yo no estaba seguro de querer tener a aquel tío como amigo. Sin embargo, debo reconocer que su charla me entretenía y que el tío, aparte de cuerpo, también tenía labia.Al final salieron las chicas y aunque nos invitaron a ir a tomar algo, Sara yyo estábamos cansados y nos apetecía irnos a casa. Otro día sería. Quedamos para el día siguiente y en devolverles la ropa prestada una vez pasada por la lavadora.Sin más, partimos para casa. Una vez en el coche, yo conduciendo y ella medio recostada sobre la ventanilla, los dos en silencio, cada uno sumido en sus pensamientos. Yo no aguanté más y esta vez fui yo el que lanzó la pregunta.-¿En qué piensas? -dije mirándola.-En muchas cosas -dijo enderezándose en su asiento-aún estoy asimilando todo lo que ha pasado hoy.-¿Cómo el qué? -dije sin entender qué quería decir.-Pues todo, Carlos. La ropa, el trabajo, el gimnasio... demasiadas sensaciones nuevas y aún estoy tratando de comprender todo lo que ha pasado -dijo pensativamente.-¿Te ha pasado algo en el trabajo? -era lo único que había mencionado de lo que no tenía conocimiento alguno.-Nada malo, cielo, no te preocupes -dijo acariciándome la mano-es que son demasiados cambios en pocos días y necesito tiempo para ir amoldándome a ellos.-Bueno, ya acordamos que se harían las cosas a tu ritmo. Tú marcarías tus propios pasos, así que tómate el tiempo que necesites. Cuando estés preparada y lo creas conveniente allí estaré, preparado para escucharte y apoyarte.-Ya lo sé y te lo agradezco, Carlos. Y encima, estoy reventada del gimnasio... menudo tute que nos ha metido el Rubén eh... mañana me va a doler todo -dijo estirándose en el asiento.Fue nombrar al monitor y venir a mi cabeza su cuerpo desnudo, el trabuco que tenía entre sus piernas y la forma que tenía de mirar a mi mujer. Un conato de celos e inseguridad me corrieron por dentro. ¿Sería capaz mi mujer de sentirse atraída por un hombre así?Miré su rostro de perfil, otra vez se había dejado caer contra la ventanilla del coche, cansada del largo día que habíamos tenido. ¿En qué demonios estaba pensando? Aquella era mi Sara y, aunque estábamos viviendo unos cambios apasionantes y morbosos en nuestras vidas, seguía siendo la chica de la que me enamoré, en la que confiaba plenamente y que nunca haría nada que pudiera hacerme daño. Como yo a ella tampoco.Estaba claro que toda aquella situación también me estaba afectando y ya veía fantasmas donde no los había. Sara tenía razón, demasiadas sensaciones nuevas que teníamos que asimilar sino queríamos vernos desbordados por las circunstancias.Aparqué el coche en el garaje y tuve que despertar a una adormecida Sara que había dormitado durante la última parte del trayecto. La pobre estaba exhausta. Subimos en el ascensor a nuestro piso y, una vez dentro, la mandé a cambiarse mientras preparaba algo rápido para cenar. Estaba claro que Sara necesitaba imperiosamente meterse en la cama.Cuando volvió al salón, tuve que reprimirme para no lanzarme sobre ella. Se había puesto uno de los camisones que compramos el fin de semana y lucía espectacular. Serví la comida y cenamos con hambre, la verdad es que los dos estábamos famélicos, aunque yo doblemente. Me hubiera encantado devorar a mi mujer, que estaba espectacular, pero me contuve viendo su estado de cansancio total.Acabamos de cenar y animé a Sara a que se fuera a la cama, ya recogería yo las cosas. Me dio las gracias con un beso largo que hizo que me empalmara, cosa que ella notó y sonrió al ver mi estado, y se marchó al dormitorio moviendo de forma exagerada sus caderas para provocarme.-Mira que eres mala -le dije. Ella rió y continuó su camino al dormitorio.

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