PERVERSIÓN romance Capítulo 18

Estuvimos como el día anterior una hora dándole a todo los artilugios que nos mostraba Rubén, indicándonos como usarlos y las rutinas a seguir para ejercitar nuestros cuerpos. Ese día se me hizo más llevadero que el anterior, no sé si por estar empezando a acostumbrarme al ejercicio o porque se me hizo más llevadero al notar continuamente los ojos de Judith recorriendo mi cuerpo. Cuando acabamos, nos fuimos cada uno a su vestuario a cambiarnos y ducharnos.

Ese día, al tener mi autoestima por las nubes y al saber la relación que tenían Rubén y Judith, no me mostré tan nervioso ante la presencia del monitor que continuaba exhibiendo su cuerpo sin vergüenza, pero comprendí que no lo hacía para provocarme sino que lo hacía de forma natural ya que era a lo que estaba acostumbrado. Cuando salimos de los vestuarios, volvieron a insistir en ir a tomar algo y ese día aceptamos su invitación ya que, debido a los días de fiesta, íbamos a estar unos cuantos días sin vernos. Estuvimos charlando sobre nuestros planes para esos días festivos y charlando de forma amigable los cuatro, aunque seguía notando las miradas curiosas de Judith sobre mí. Nos despedimos en la puerta de la cafetería efusivamente y partimos las dos parejas en sentidos opuestos.

-Estos van a follar seguros -me dijo Sara en cuanto nos alejamos un poco.

-¿Tú crees? -le pregunté no muy seguro. -Ya te lo digo yo. Cuando nos hemos cambiado en los vestuarios me he fijado en que Judith estaba muy excitada así que seguro que ahora va a desquitarse con Rubén.

-Vaya, pues no había notado nada -le dije sinceramente.

-Es que los hombres para eso sois unos negados. ¿No te has dado cuenta de cómo te miraba? -Bueno, de eso sí que me he dado cuenta pero no sé qué tiene

que ver... -Pues todo, Carlos. Cuando estábamos comprando le he

hablado de todo por lo que estábamos pasando... ya sabes,

nuestros juegos y cómo acabábamos casi siempre follando

como animales... y entre eso y el conjuntito que te he comprado que te sienta tan bien...

-me dijo mientras no perdía detalle de mi reacción. -¿Estás diciéndome que soy el culpable de que ella esté cachonda? -pregunté atónito.

-Aja -dijo divertida- compruébalo tú mismo -dijo abriendo su mochila y sacando algo de su interior que me dio para que lo cogiera. Cuando lo hice, vi que lo que me había dado eran las braguitas de Judith y, sin ninguna duda, estaban empapadas. Yo no daba crédito a aquello y miré a Sara que sonreía traviesa.

-¿Y esto? -dije sin entender nada. ¿Cómo había sido capaz mi mujer de atreverse a hacer algo así?

-Considéralo un regalo -me dijo tranquilamente. Como si fuera lo más normal del mundo que tu mujer robara las bragas de su mejor amiga para regalárselas a su marido.

-Huélelas -me pidió. ¿De verdad me había pedido aquello? Por su cara, vi que lo decía completamente en serio y, lentamente, llevé la prenda a mi nariz y aspiré profundamente. ¡Menudo olor! Aquella mezcla de sudor, deflujo fruto de su excitación... un cóctel explosivo que me

hizo empalmarme al instante. Me sentí algo violento excitándome de aquella manera, oliendo las bragas de Judith y con mi mujer al lado, pero a ella no pareció importarle ya que echó mano a mi paquete y lo acarició con deleite.

-Vaya, sí que te la pone dura mi amiga...pues ahora se estará

follando a Rubén pensando en ti -dijo sin dejar de acariciar mi miembro que cada vez estaba más duro. -Joder, Sara. Para un poco que nos van a ver...

-era verdad, todo esto estaba sucediendo a la altura de nuestro coche pero seguíamos en mitad de la calle, a la vista de cualquiera que pasara. -Tienes razón -dijo parando su toqueteo en mis partes

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