Una chaqueta sobre el sofá y unas bolsas de deporte en el
suelo desmentían aquella afirmación. No sabía qué hacer, si
entrar y avisar a voz en grito que estaba allí o salir y tocar el
timbre para que Judith supiera de mi llegada y no provocar
una situación embarazosa.
Las dudas duraron poco. Unos gemidos provenientes del
fondo del piso hicieron que diera un paso al frente cerrando
la puerta tras de mí, no era cuestión que cualquiera que
pasara por el rellano se enterara de lo que sucedía allí dentro.
Ahora que estaba dentro, muerto de la vergüenza y pensando
en cómo justificarme en caso que alguien saliera y me
encontrara allí, me planteé como salir airoso de aquella
situación peliaguda. Lo más normal hubiera sido dar media
vuelta pero claro, aún tenía en mi poder la ropa de Judith y lo
único en que pensaba era en deshacerme de ella pero no
sabía cómo hacerlo.
Si la dejaba en el salón, seria evidente que alguien había
estado allí mientras ella disfrutaba con su amante de turno
así que esa opción quedaba descartada. La otra opción era
dejarla en alguna de las habitaciones donde, con un poco de
suerte, no habría entrado Judith y cuando encontrara la bolsa
no podría saber cuándo había estado en su piso.
Estaba decidido, me colaría dentro de alguna habitación,
dejaría la bolsa dichosa y saldría de allí como alma que lleva
el diablo. Me adentré lo más sigilosamente posible por el
pasillo pero tampoco hubiera hecho falta ya que los gemidos,
a medida que me acercaba, se volvían cada vez más intensos
ahogando cualquier ruido que pudiera hacer.
La tenue luz que llegaba del salón alumbraba mi camino,
mostrándome varias piezas de ropa de las que los amantes se habían ido despojando de camino a su destino donde ahora
retozaban de forma salvaje. La primera habitación estaba
abierta pero allí estaba el bolso de Judith así que estaba
descartada, allí ya había entrado y se habría dado cuenta de
la bolsa. Joder, la cosa cada vez se complicaba más.
Solo quedaban dos habitaciones y una, evidentemente,
quedaba desechada ya que era donde estaba la pareja y la
otra, quedaba casi en frente, con el riesgo que eso
conllevaba. Paso a paso seguí avanzando hasta llegar a la
puerta de la habitación que, por suerte, no estaba cerrada
sino entornada. La abrí sigilosamente, amparado por los
jadeos sexuales de Judith y su pareja, que cada vez me
estaban encendiendo más ya que uno no es de piedra.
Me deslicé dentro, dejé la maldita bolsa y salí con la
intención de largarme, lo juro, pero al salir quedaba de frente
el dormitorio principal con su puerta completamente abierta
que antes había ignorado pero ahora era imposible hacerlo. Y
es que desde allí, sin ningún problema, podía ver
perfectamente los cuerpos desnudos de la pareja dando
rienda suelta a su pasión. Y reconocer sin ninguna duda a su
amante, que no era otro que Rubén.
La escena era sumamente erótica por no decir pornográfica.
Judith, de espaldas a la puerta, completamente desnuda, a
cuatro patas sobre su cama y con su cabeza totalmente
hundida en la almohada, recibía las furiosas embestidas del
monitor que, detrás suya y con sus manos sujetando sus
caderas, la taladraba sin compasión, arrancándole auténticos
gritos de placer.
Decir que me empalmé es quedarse corto. Tenía la polla a
tope viendo la tremenda v3rga de Rubén profanando el coño
de Judith, aquel coño que ya hacía tiempo había podido
acariciar en nuestra fase de tonteo y que ahora veía
completamente abierto siendo embestido por su amante.
Era el momento de irse pero no lo hice, no pude. Algo me
retenía allí, subyugado por aquel espectáculo que me estaban
dando y que, aún sigo sin saber por qué, decidí inmortalizar
con la cámara de mi móvil. Saqué el teléfono y empecé a
grabar aquella escena, enfocando bien los dos cuerpos
desnudos sobre la cama, como chocaban sus cuerpos en cada
penetración, como gritaba de gusto Judith al sentir aquella
v3rga entrando y saliendo de ella, el sonido de su coño
chorreante al ser traspasado por aquel pollón, el movimiento
oscilatorio y completamente atrayente de sus pechos con
cada embestida y, sobre todo, las nalgas firmes de Rubén
empujando salvajemente su herramienta, que quedó
perfectamente captada en la grabación, haciendo enloquecer
a la amiga de mi mujer.
Estaba totalmente subyugado a todo lo que estaba pasando
en la habitación, sin ser consciente que, en cualquier
momento, podían darse la vuelta y verme allí en medio del
pasillo, siendo imposible justificar allí mi presencia y, menos
aún, con el móvil en la mano grabándolo todo.
Y entonces ocurrió. Judith gritó como si la estuvieran
matando, dándome un susto de muerte, Rubén sacó su polla
inmensa de su coñito que quedó completamente abierto y
empezó a correrse de forma copiosa sobre la espalda de una
exhausta Judith que yacía inmóvil sobre la cama.
Las alarmas se dispararon en mi cabeza y salí de allí como
pude, avanzando procurando no hacer ruido mientras a la vez
guardaba mi móvil en el bolsillo y rezando para que el
momento post coito se alargara lo máximo posible y me
diera tiempo a escapar de aquel piso.
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