PERVERSIÓN romance Capítulo 27

En el restaurante ya quedaron claras sus intenciones cuando buscó la misma mesa que la pasada noche, volviendo a ser atendidos por el mismo camarero que no daba abasto en atendernos e intentar fisgar por el escote de Sara para regocijo de ella.

Al menos, detrás nuestra, la mesa estaba ocupada por un grupo de chicas lo cual evitaba la tentación para que Sara decidiera probar qué se sentía al mostrarse abierta de piernas como había tenido tentación de hacer la otra noche.

Cuando acabamos con la cena, tal como teníamos previsto, nos encaminamos al pub musical a tomar una copa antes de volver al hotel. Con lo que no habíamos contado era en que, siendo viernes y festivo, el sitio estaba lleno hasta la bandera. Por un momento tuvimos la tentación de darnos la vuelta ya que a los dos esos ambientes tan cargados no nos gustaban demasiado. Pero al final decidimos entrar y probar un poco de la noche sevillana, total solo íbamos a tomar una copa y no pensábamos estar mucho rato. Pero claro, una cosa es lo que tienes pensado hacer y luego lo que acaba sucediendo. Para empezar, tardamos una eternidad en alcanzar la barra y otra en ser atendidos. Para entonces, estábamos los dos embutidos contra un lateral de la barra y sin saber muy bien cómo salir de allí. Y lo peor, o lo mejor según quién lo mire, era que Sara atraía el foco de muchos de los hombres que por allí deambulaban y, claro, ella disfrutaba enormemente al sentirse deseada. Pero con lo que no contó fue con que, al no tener ninguno de los dos, libertad de movimientos, iba a ser objeto de todo tipo de roces, algunos involuntarios y otros no tanto.

-Carlos -dijo inclinándose para hablarme cerca del oído a causa de la música alta- me acaban de tocar el culo -me confesó la primera vez. Yo estiré el cuello buscando al autor pero era imposible saberlo. Todos parecían ir a lo suyo, estábamos apretujados junto a la barra y supuse y quise creer que había sido fruto de la estrechez que reinaba en la zona. Es que era casi imposible moverse sin tocar a alguien. -No lo habrá hecho a posta. Estamos como en una lata de sardinas -le dije bromeando. -Si tú lo dices -me dijo ella. No me pareció molesta por el hecho que le hubieran tocado el culo, creo que fue más por informarme que por quejarse. Aun así, nos lo estábamos pasando bien. Conversábamos hablándonos al oído sobre el ambiente del lugar, de la gente que por allí había, que si la miraba tal tío o me miraba cuál

tía... sí, porque yo también tenía mis pretendientas aunque no eran tan atrevidas como los suyos... al menos de

momento. Pedimos una segunda copa y compartimos confidencias mientras la noche avanzaba y parecía que el local aligeraba un poco su carga de gente para alivio nuestro. Fue en ese momento cuando volvió a alertarme de otro tocón. -Otra vez, Carlos. Me están tocando el culo de nuevo -dijo entre divertida, avergonzada y a la vez excitada. Vi detrás de ella a un grupo de chicos que esperaban que les atendieran pero no parecían estar pendientes de mi mujer.

-¿Estas segura? -le pregunté- no parece que lo hagan a propósito...

-Segura como que la mano sigue apoyada en mi culo... Volví a mirar y ahora sí que me pareció ver a uno de los chicos, el que estaba junto a Sara, apartando su mirada de la mía lo que me pareció sospechoso. Su mano era imposible verla debido a la posición en que estaban y a lo apretujado del ambiente. -Si te molesta dímelo y le digo algo -le dije con decisión. Una cosa era mirar y otra era meterle mano a mi mujer. -No hace falta -me dijo tranquilizándome- ya la ha apartado. -Si quieres nos vamos ya, cielo -le dije por si se sentía incómoda con tanto tocamiento. -Quedémonos un rato más -me pidió- de verdad, que no me ha molestado y estoy muy a gusto aquí contigo -dijo inclinándose y dándome un beso en los labios. Cuando acabamos con el beso vi a su espalda que seguía allí el grupo de chicos, ya con sus bebidas en la mano, y que el que supuestamente creía que había tocado el culo de mi mujer ahora nos miraba sin disimulo. -¿Seguro que estás bien? -volví a preguntarle. -Mejor que nunca -me contestó acariciando mi muslo hasta casi rozar mi entrepierna- ya verás cuando lleguemos al

hotel... -aquella promesa hizo que se me pusiera dura de nuevo ante la perspectiva de otra sesión de sexo con mi mujer. Seguimos un rato más en aquel local, quizás media hora más, el tiempo de pedir una tercera copa y seguir con nuestras confidencias mientras el local, poco a poco, iba perdiendo gente aunque seguía bastante concurrido. Eso sí, los chicos aquellos, a pesar de disponer de más espacio, no se apartaban de nosotros.

Eso me ponía nervioso y le pregunté varias veces a Sara si la habían vuelto a molestar, cosa que ella me negó rotundamente para mi alivio. Ella, viendo mi nerviosismo, me propuso irnos de vuelta al hotel y yo acepté encantado su propuesta. Primero por alejarme de aquellos chicos que, no sabía por qué, no acababan de gustarme y, segundo, por volver a disfrutar con Sara de otro polvo antológico. Nuestra salida del local fue más llevadera que nuestra entrada y pronto estábamos en la calle camino del hotel, que estaba a un par de manzanas de donde nos encontrábamos.

Pero Sara por lo visto no podía aguantar tanto y, ante mi sorpresa, se abalanzó sobre mí besándome con una pasión inusitada, empujándome contra la entrada de un callejón. Yo no sabía a qué venían esas prisas estando el hotel tan cerca pero no quería defraudar a mi mujer y, si a ella le apetecía besarme así en medio de la calle, pues no iba a ser yo el que la rechazara. Así que devolví el beso con igual pasión mientras mis manos recorrían su espalda hasta alcanzar su culo, a la vez que Sara seguía empujándome adentrándonos en el callejón.

Cuando quise darme cuenta, estaba apoyado contra la pared del callejón detrás de unos contenedores, devorando la boca de mi mujer mientras ella se afanaba en acariciar mi hombría que estaba a punto de explotar.

No sabía que pasaba por la cabeza de Sara para encontrarse en aquel estado de excitación pero tampoco tenía ni fuerzas ni tiempo para averiguar el motivo. Enseguida noté como sus manos pugnaban por sacar mi miembro del pantalón ante mi estupefacción, nunca habíamos hecho una cosa así y me pareció que aquello iba demasiado lejos pero, de nuevo, no pude negarme ya que ella consiguió su objetivo y al instante su mano recorrió mi miembro provocando escalofríos de puro placer.

Tenía sentimientos encontrados ante lo que estaba pasando. Por un lado, me parecía que aquello no estaba bien y que estábamos llevando demasiado lejos aquello de probar cosas nuevas y experimentar fuera de nuestro hogar. Pero por el otro, todo aquello era tan excitante y morboso... y también

me podía la curiosidad por saber hasta dónde estaba dispuesta a llegar Sara aquella noche. Pronto lo iba a descubrir. Sara siguió masturbándome con una mano mientras con la otra deslizaba el tirante de su vestido, liberando uno de sus pechos y acercándolo a mi boca, que lo hizo suyo lamiendo, chupando y mordiendo haciéndola arrancar los primeros gemidos de placer. Una de mis manos se apoderó de su culo mientras la otra ascendió por su muslo buscando su sexo, recibiendo su ayuda en forma de abrir sus piernas para dejarme el paso franco. Cuando alcancé su braguita la encontré empapada y pegada a sus labios, costándome lo mío colar mi mano entre la tela para acariciar directamente su sexo. Aquello ya fue demasiado para ella. -Fóllame -me susurró totalmente entregada.

-¿Cómo? -pregunté no seguro de haberla escuchado bien y parando con mis tocamientos. -He dicho que me folles de una puta vez -casi me gritó

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