PERVERSIÓN romance Capítulo 34

Salimos de allí con nuestras maletas y tomamos camino a laestación para coger nuestro tren. Antes de entrar, paramos en una cafetería para comer algo antes de subir al tren y volver

a nuestra vida. Sara, sabiendo que las vacaciones habían

llegado a su fin, se relajó y no intentó nada mientras

comíamos con apetito ya que no habíamos comido nada

desde la noche anterior.

Fue en aquella cafetería donde, antes de marcharnos, se fue

al baño a cambiarse. No pensaba volver a nuestra ciudad

vestida de aquella guisa, no estaba preparada todavía decía.

Allí se puso algo más recatado, unos tejanos ajustados y una

camiseta algo ceñida que resaltaba su excelsa figura. Aunque

no mostraba, estaba arrebatadora y extremadamente sensual.

O al menos, esa impresión me causaba a mí.

El viaje de vuelta transcurrió en un suspiro. Más que nada

porque, como el de ida, lo hicimos casi en su mayor parte

dormidos. Estábamos los dos totalmente destrozados y

estábamos pagando los días de excesos cometidos. Una vez

en nuestra ciudad, cogimos el coche para regresar a nuestra

casa. Dentro, Sara volvió a dormirse y a mí me costó no

hacerlo. Tal era el grado de cansancio que llevábamos.

Cuando llegamos, aunque no teníamos ganas de nada, nos

obligamos a deshacer las maletas y a poner la lavadora con

la ropa sucia. Y a prepararnos para el día siguiente claro, que

teníamos que volver al trabajo. Como supuse, cuando Sara

preparó la ropa que pensaba llevar al trabajo, escogió el

mismo tipo de ropa que había llevado las veces anteriores.

Nada que ver con lo atrevida que había sido en Sevilla.

Por supuesto, yo no dije nada. Sabía que ella necesitaba su

tiempo y que cuando estuviera preparada, si lo estaba algunavez, yo estaría allí para apoyarla. La verdad, era una cosa

que no me preocupaba mucho. Había otra cosa que, ahora

que estábamos de vuelta, sí que me inquietaba y mucho. Y

no era otra que Judith.

Aquel juego o broma que había iniciado Sara desde Sevilla

estaba muy bien mientras estábamos allí pero, claro, ahora

que estábamos de vuelta a ver con qué cara nos mirábamos

después de habernos enviado fotos desnudos. De momento,

no había vuelto a decir nada más pero aquello no me

tranquilizaba en absoluto.

Aquella noche nos acostamos pronto, lo necesitábamos

realmente. Y por primera vez en muchas noches aquella fue

la primera en la que no hicimos nada sexual entre nosotros,

solo abrazarnos y caer rendidos.

El lunes llegó antes de lo que nos hubiera gustado a los dos y

con ello la vuelta a la rutina diaria. Aunque habíamos

descansado más que las noches pasadas, nuestros cuerpos

aún demandaban un mayor reposo. Nos arrastramos como

alma en pena hasta el coche y, desde allí, al trabajo donde

nos esperaba una larga jornada laboral.

Nos despedimos como siempre en la entrada del edificio y

nos dirigimos cada uno para su empresa. Yo esperaba

encontrarme un día tranquilo para poder tomarme las cosas

con calma y, por fortuna, así fue. Al menos hasta media

mañana. A partir de ahí las cosas se fueron complicando de

tal manera que, añadido al hecho que no me encontraba en

mis mejores condiciones, ya me hizo darme cuenta que

volvería a salir tarde otra vez.

Al menos, buscando la parte positiva, me permitiría

escaquearme del gimnasio y del más que probable encuentro

con Judith y apartar de mi mente todos los pensamientossobre lo sucedido en aquellos días y que no dejaban de turbar

mi mente. Apenas tuve tiempo para encontrarme brevemente

con Sara para darle las llaves del coche y advertirle que no

sabía cuándo llegaría a casa.

Al final acabé con aquel desastre de día casi a las ocho de la

tarde, totalmente agotado y con ganas de volver a casa y

estrechar entre mis brazos a mi mujer, a la que echaba

enormemente de menos, después de esos días en los que

apenas nos habíamos separado.

Por no tener, ni tuve ganas de revisar el correo de Roberto

por si había habido alguna novedad y menos el móvil por si

Judith había vuelto a decirme algo. Solo cogí el metro y

volví a casa, deseoso de ver a Sara, estrujarla entre mis

brazos y meterme con ella en la cama.

Llegué a casa casi a las nueve y, como si supiera que era lo

que necesitaba, Sara vino a recibirme a la puerta. Nos

fundimos en un beso intenso, demostrándonos todo lo que

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: PERVERSIÓN