PERVERSIÓN romance Capítulo 42

Cogidos de la mano fuimos avanzando hasta llegar a donde se suponían que nos esperaban y, antes de llegar, ya los vimos saludándonos desde la distancia. Cuando nos acercamos, la cara de los dos mudó al ver la vestimenta de Sara que sonrió divertida al ver su reacción.

-Joder nena, cómo te has puesto esta noche –le dijo su amiga levantándose y, después de pegarle un buen repaso, darle dos besos.

Rubén no dijo nada pero no hacía falta, su mirada ávida recorría su cuerpo no dando crédito a lo que veía. Se acercó a su vez y la besó también para, seguidamente, alargarme la mano estrechándomela como si hiciera tiempo que no nos veíamos.

-Qué bueno verte, Carlitos –me dijo Judith acercándoseme a mí y besándome también- cuánto tiempo sin coincidir por ahí de fiesta, eh… Nos sentamos los cuatro en el reservado, iniciando los tres una animada conversación y yo, algo reservado, observando la situación.

De momento, los dos se estaban comportando como si aquella tarde no hubiera pasado nada, comportándose como siempre hacían.

No sabía si alegrarme o preocuparme por eso. Poco a poco me fui relajando, también ayudó a ello el par de copas que ya me había metido a parte de la botella de vino que nos habíamos bebido durante la cena. Las cosas transcurrían con normalidad, como dos parejas de amigos disfrutando de una noche de fiesta.

Solo que ellos no eran pareja, él estaba casado y quería follarse a mi mujer y ella hacerlo conmigo. Y lo peor era que, siguiendo su ánimo juguetón, Sara no dejaba de acariciarme con su mano por debajo de la mesa provocándome un continuo estado de excitación que empezaba a ser difícil de ocultar. Por eso, cuando Sara propuso salir a bailar, ocurrió lo inevitable. -Bueno chicos, yo tengo ganas de mover el esqueleto. ¿Quién se apunta? –preguntó Sara con ganas de fiesta. Yo dudé al saber el estado en que me encontraba y que iba a ser evidente al levantarme y, ese instante de duda, fue el que Rubén aprovechó.

-Si a ellos dos no les importa ya te acompaño yo –dijo ofreciéndose. Sara no esperó a que nadie dijese nada y cogió de la mano a Rubén arrastrándolo a la pista de baile. Al menos se quedaron cerca de donde estábamos desde donde podía verlos. -Carlos, tenemos que hablar –las palabras de Judith me hicieron apartar la mirada de la pista hasta donde mis ojos habían seguido a mi mujer y al monitor que bailaban a una distancia prudencial. -Eso mismo te iba a decir yo –le dije queriendo poner freno a todo aquello. -Déjame a mí primero, por favor –me pidió y yo la dejé continuar- quiero hacerte una pregunta y te ruego que seas completamente sincero conmigo. ¿Yo te gusto? ¿Te atraigo sexualmente hablando? Qué responder a esa pregunta y más lanzada así, a bocajarro, con ella observándome atentamente ansiosa por saber mi respuesta, mientras mi atención se desviaba continuamente a la pista donde mi mujer seguía bailando con Rubén. -Claro que me atraes, a mí y a todo el mundo Judith –le contesté finalmente de forma sincera- eres bellísima y con un cuerpo espectacular, cualquier hombre se sentiría afortunado de ser objeto de tu atención. -Todos no –me replicó ella rápidamente- tú no lo has hecho esta tarde. Has huido de mí, de Daniela… -Es distinto, Judith. Yo quiero a Sara con locura y no quiero hacer nada que pueda poner en peligro nuestra relación, por mucho que la tentación sea tanta que haya estado a punto de romper el voto de confianza que nos tenemos –intenté explicarle. -¿Quiere eso decir que has estado a punto de hacerlo, de dejar de luchar y entregarte al placer? –preguntó de nuevo. -Sí, Judith –le confesé con un suspiro- no sé ni cómo he podido salir de allí sin haber cometido la mayor locura de mi vida… -Gracias, Carlos –me dijo con una sonrisa radiante- no sabes lo mucho que eso significa para mí. Cuando esta tarde te has ido me he quedado fatal. Me sentía mal por haberte provocado de esa manera a espaldas de Sara, después de haber hablado con ella y que me hubiera explicado todo lo de las fotos y lo que estabais experimentando los dos. Pero no he podido evitarlo, toda la situación me había excitado de tal manera que no veía el momento de poder gozar juntos y, cuando esta tarde estando ya a punto de conseguirlo, te has marchado… se me ha caído el mundo encima, Carlos…

-Puedo llegar a entenderlo, Judith –quise ser empático con ella pero a la vez dejarle las cosas claras- pero tienes que entender que quiero a Sara y que no pienso serle infiel y tú, como su amiga, debes respetar eso…

-Lo haré Carlos pero necesito que vuelvas a ser sincero conmigo –preguntó de nuevo con algo de ansiedad- ¿Y si no tienes que serle infiel? ¿Y si contamos con el beneplácito de Sara para follar los dos? No estaba preparado para responder a esa pregunta. ¿Sería capaz Sara de dar su aprobación a algo así? Y en caso que sí lo hiciera, cosa que dudaba, ¿a cambio de qué? ¿Qué yo le diera mi aprobación para que se acostara con Rubén?

-Eso no va a pasar Judith… -le dije queriendo que asumiera la realidad- una cosa es jugar, fantasear, y otra bien distinta es ver en carne y hueso a tu pareja con otra persona… no creo que ninguno de los dos estemos preparados para eso y dudo que alguna vez lo lleguemos a estar… -Pero si lo consiguiera, si Sara dijera que sí… ¿lo harías? ¿Estarías dispuesto a pasar la noche conmigo? –preguntó de nuevo buscando sacarme una respuesta. -Supongo –dije sin querer mojarme del todo pero, por su cara, era la única respuesta que necesitaba. -Era lo único que necesitaba oír, saber que contaba con tu aprobación –dijo satisfecha- estoy deseando que llegue el momento en que podamos estar los dos juntos, sin escondernos y hacer lo que teníamos que haber hecho mucho tiempo atrás… Carlos, ¿te puedo pedir una última cosa? -Dime –le respondí no sabiendo por donde iba a salirme ahora.

-Que me saques a bailar… Suspiré algo aliviado por su petición y alargué la mano que ella cogió gustosa, dirigiéndonos a la pista junto a los otros dos que seguían bailando pero manteniendo la distancia entre ellos. Estuvimos un buen rato los cuatro, moviendo el cuerpo y disfrutando de aquella velada que parecía que, al final, iba a resultar mejor de lo esperado. Volvimos al reservado a descansar un rato y refrescarnos con otra ronda de bebidas, la tercera por nuestra parte.

Fue entonces cuando una voz a nuestras espaldas llamó nuestra atención. -¡¡Pero mira quien está aquí!! –exclamó una voz femenina que adiviné al instante quien era. Sara se giró y, sorprendida, se quedó mirando a Daniela que llegaba acompañada de Roberto, que la llevaba sujetada por la cintura, no dejando lugar a dudas sobre el carácter de su encuentro. Ella dio un rápido repaso a mi mujer pero Roberto… él no, que va… se me hicieron eternos los segundos que sus ojos dedicaron a recorrer cada centímetro del cuerpo de mi esposa: sus pechos apenas ocultos por el exiguo vestido, su espalda casi desnuda, sus muslos generosamente ofrecidos por el vestido que se había subido al estar sentada… Se hizo un silencio incómodo que él mismo rompió inclinándose para darle dos besos a Sara que seguía sentada aun asimilando el haberse encontrado allí con aquellos dos. -Qué grata sorpresa –dijo Roberto con desparpajo mientras aprovechaba para fisgar en el escote de mi mujer- soy Roberto, el jefe de estas dos preciosidades- dijo alargando la mano para saludar tanto a Rubén como a mí para, seguidamente, aprovechar para dar dos besos a Judith que tampoco escapó de su escrutinio..

Continuará...

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: PERVERSIÓN