¿Por qué eres mi hermanastro? romance Capítulo 16

Leer es una de las mejores cosas que me ha enseñado Sergio a disfrutar. Antes odiaba leer, con toda mi alma porque los libros que me encomendaban en el colegio eran simplemente aburridos y no de mi estilo, pero con este chico, al cual ya le debo mucho, he descubierto que hay ciertos libros que si pueden gustarme y que puedo disfrutar de verdad. Me encanta Stephen King, es mi nuevo amor platónico. Leer "Misery" ha sido genial y ahora con "El resplandor" todo se ha puesto terrorífico y a la vez entusiasta.

Aquí estoy en mi habitación leyendo, como paso las mayorías de las tardes. No he hablado mucho con mis amigos lo que es bastante extraño, Kathy no contesta mis mensajes y mis llamadas, Lucas menos. No sé qué está pasando entre esos dos, pero estoy dolida de que no acudan a pedirme consejo... Al con y al cabo soy su amiga, pero si quieren excluirme, es cosa de ellos. No me meteré en sus asuntos.

-Hey- escucho una voz desde el marco de mi habitación. No tengo que dejar de mirar mi libro para saber quién es.

-Hola, tonto- le digo aun leyendo.

Me encanta decirle así, no se enoja, pero tampoco le encanta. Me gusta molestarlo.

-Llamaron nuestros padres- me dice entrando a la habitación y sentándose en el borde de mi cama.

Casi por instinto y por la simple mención de nuestros padres, tomo la marca paginas para dejarlo específicamente en la página 200 de "El resplandor" y lo dejo sobre la mesa de noche o velador como solemos decirle. Sergio parece tranquilo, por lo que puedo descartar un "regresaremos antes".

-Quieren que ordenemos las cosas que quedaron en la caja cuando nos cambiamos aquí mi padre y yo- dice lento y calmado.

Me asusté por nada y me di cuenta de que estaba conteniendo el aliento porque luego de que lo dejo salir en una gran expiración, me siento más liviana.

- ¿Quieren que ordenemos? - pregunto con mucha pereza. No quiero hacer nada el día de hoy.

-Okey, quieren que yo ordene- le doy una pequeña sonrisa, parece que siempre le darán el trabajo a él, pobrecito- pero pensé que podrías ayudarme un poco, son muchas cajas inservibles que mi padre está empeñado en guardar.

Me río porque claramente no quiere hacer nada, igual que yo, pero si su padre quiere que lo haga, es mejor que le ayude. No puedo evitar recordar todo lo que me dijo Sergio sobre su padre Roberto. Creo que me ha dado un poco de miedo. Confió que todo lo que me ha dicho Sergio es verdad, y eso hace de Roberto un tipo con el que no quiero toparme... Pero parece que ni tengo otra opción.

-Bien, ordenemos.

Ambos nos paramos de la cama y nos dirigimos a salir de mi habitación, pero justo en el momento en donde estamos cruzando el marco de la puerta, Sergio me detiene tomando mi brazo y encarcelándome entre la pared y él. Puedo decir que esta es la mejor cárcel del mundo.

Sergio toma mi cara entre sus manos como acostumbra a hacer y me da un beso, largo y dulce. Siento como sus labios se mueven e intento seguirlo, mientras rozo sus labios con mi lengua que aún no tiene la suficiente experiencia como para atreverse a meterse en la boca de él. Seguimos un momento así, besándonos de la manera más inocente que podemos y para no entusiasmarnos mucho. Digo, me encanta entusiasmarme con Sergio, pero debemos ordenar y si lo hacemos, no tendremos tiempo.

Ante este pensamiento no puedo evitar sonrojarme. ¿Por qué soy malditamente tímida cuando se trata de este tema?

Sergio parece notar mis mejillas sonrojadas porque deja de besarme y se ríe bastante fuerte. Le parece muy divertido el que yo me sonroje, pero vamos, no puedo decirle nada porque a mí también me encanta jugar ese juego de "quien se sonroja más".

Bueno, yo también tengo mis trucos para hacerlo sonrojar.

-Sergio- digo llamando su atención- ¿Las cajas están en el sótano?

Él parece confuso ante mi pregunta y cambio de situación, pero asiente sin dejar de verme con sus ojos extraños y fascinantes.

-Muy bien le respondo.

Salgo de su agarre contra la pared y me dirijo a mi armario y cojo un short roto y una playera holgada y llena de pintura.

- ¿Qué haces? - me pregunta Sergio un poco divertido ante mi extraña actitud.

No le respondo, solo saco mis Vans negras de mis pies y procedo a sacarme el pantalón jean que tenía puesta, quedando tan solo en unas braguitas muy pequeñas de color azul marino. Luego, sin pensarlo saco mi playera ajustada naranja que tenía y quedo solo en ropa interior.

Puedo ver como los ojos de Sergio comienzan a dilatarse ante lo que está viendo. Puedo decir que tan mal cuerpo no tengo, por lo que es obvio que causaría algo en él. Además, es mi novio.

- ¿Qué mierda haces, pequeña? - me dice aun con los ojos muy abiertos por la sorpresa. No soy muy exhibicionista por lo que para Sergio es raro que yo esté haciendo esto- ¿Puedes vestirte? Me estas matando Lía.

- ¿Por qué? - le pregunto de la manera más inocente que puedo- No es como si nunca me hubieras visto así- me acerco a él en plan coqueto y puedo ver como lucha para no lanzarme directamente a mi cama El sótano es un lugar sucio, tengo que cambiarme ropa para trabajar.

- ¿No podías hacerlo cuando yo no esté aquí? - creo ver una gota de sudor h eso me hace saber lo mucho que está luchando consigo mismo.

- ¿Acaso tienes un problema en verme así? - pregunto poniendo mis manos en su pecho.

-No sabes todo lo que me provocas, pequeña- dice y acerca más su cara a la mía, haciendo que nuestras frentes choquen- No sabes lo que estoy haciendo para mantener la calma y no terminar de desnudarte y hacer cosas no aptas para horario de menores.

Yo simplemente río mientras me alejo y comienzo a vestirme. Es muy divertido molestarlo de todas las formas posibles, pero esta puede ser la más divertida.

-Bien- dice él- no eres la única que puede jugar a ese juego.

Sergio comienza a sacarse su playera para quedar a torso desnudo, mostrándome todo su buen y trabajado cuerpo. Mierda, Sergio es jodidamente sexy y el hecho de que sus jeans se le caigan un poco dejándole ver sus oblicuos y parte de su bóxer blanco no ayuda a que no me derrita por él

Mientras se va escalera abajo me da la espalda, lo que hace que vea una gran cicatriz que va desde su hombro hasta la mitad de su espalda. Decido no preguntarle ahora, pero en algún momento lo haré. No puedo creer que nunca me haya dado cuenta.

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