Porque Yo lo digo (COMPLETO) romance Capítulo 10

Frida, estaba de regreso.

¡Y a la hora! De hecho llegó muy puntual a su primer día de regreso.

Vestida para impresionar con su impecable traje blanco de falda corta, pero no demasiado y sus tacones rojos a juego con su bolso se presentó con una gigantesca sonrisa en el rostro, incluso llegó unos minutos antes que Danielle. Estaba emocionada, quería verla y enterarse de todo lo que ocurrió mientras no estuvo en la oficina, Dani, no le contó mucho, de hecho apenas y hablaban.

— Buenos días

Canturreó Danielle, de buen humor como siempre, mientras salía del ascensor y miraba en dirección a Frida.

— ¡Dani! ¡Estoy tan feliz de verte! —chilló corriendo a abrazarla con fuerza.

— Baja la voz… —la calmó nerviosa—. El señor Allen, ha estado llegando primero —murmuró en voz baja mirando hacia la gran puerta del despacho.

— Rayos… —suspira soltándola de su abrazo.

— Descuida —le sonríe.

— Hoy tenemos que almorzar juntas, tienes que ponerme al día con todo lo que ha pasado aquí

Anuncia mientras cuelga su chaqueta y bolso asegurándose que entendiera que quería saberlo TODO.

— Estoy segura que no me necesitas para eso —se burla Danielle, divertida.

— ¡Dani, insisto!

— Tengo que ver las actividades del señor Allen, antes —suspira preparándose para otro día difícil.

— De acuerdo ¿Qué hago? ¿Voy a su oficina y todo eso? —pregunta Frida, algo nerviosa por volver a ver al jefe.

— Sí, tu rutina de antes, supongo —se encoge de hombros, no había recibido instrucciones al respecto.

— De acuerdo. Papeleo y luego café

— Ve

Y en menos de 5 minutos la tranquila y linda mañana acabó. Danielle, ni siquiera se había quitado la chaqueta cuando Frida, salió prácticamente corriendo y con cara de espanto del despacho del señor Allen.

— Dijo que…, no ¡ladró como un maldito perro! —se quejó algo asustada con la frente arrugada y una mano sobre el pecho.

— Frida ¿qué dijo? ¿Qué hiciste?

Preguntó mientras se terminaba de quitar la chaqueta y la colgaba en su lugar.

— No hice nada ¡lo prometo!

— ¿Qué dijo?

— Que solo tú tenías permitido entrar en su despacho…, y que me largara de su vista.

— Demonios…, este hombre es definitivamente “especial”…, si no fuera tan atractivo… —suspira armándose de paciencia para enfrentarlo.

— Dani, eres la única que lo soporta, todos temen a lo que pueda salir de su boca y yo no sé cómo lo haces para pararte ante él, y no temblar ante esa mirada de demonio necesitado de un buen maldito exorcismo.

— Necesito el trabajo, además no encuentro que sea tan terrible ¡Y no! No lo estoy defendiendo —le advierte a Frida, quien ya tenía una burlona sonrisa en el rostro—. No conoces a mi mamá…

— Por tu expresión creo que no quiero hacerlo

— Frida —intenta no reír, tiene razón, nadie debería sufrir el castigo de conocer a su madre.

— Oye creo que el señor Allen, durmió en el sofá, está todo oscuro, ni siquiera lo vi al entrar

— Mierda ¿lo despertaste?

— Encendí la luz —se encoge de hombros.

— Demonios…, debí quedarme en la cama hoy —lloriquea Danielle

— Voy a montar la sala de descanso —le anuncia Frida, antes de alejarse.

— Ve y luego te encargas de la correspondencia

— Sí señora —le guiña entusiasmada por estar de regreso.

— ¡DANIELLE!

Un verdadero rugido fue lo que se escuchó desde el despacho y el cual hizo temblar todo el piso. O al menos eso parecía. Nicholas, estaba realmente de malas y a Danielle, sinceramente le asustaba tener que entrar en esa cueva endemoniada.

Tomando una larga bocanada de aire se acercó a su escritorio y tomó su libreta y lápiz para luego dirigirse al centro de la tormenta…

La oficina estaba a oscuras, a excepción de la sección que iluminaba el escritorio, el sistema de cortinas solo consiguió levantarse en ese sector antes de Frida, lo detuviera por órdenes del jefe… Nerviosa porque no sabía dónde se encontraba su jefe, Danielle, entró de la espaciosa habitación, dio un par de pasos procurando no hacer sonar sus tacones pero entonces la puerta se cerró con fuerza y un gritito de susto se le escapó por el ruido del portazo.

— ¡Señor Allen! Que susto me dio –soltó sin aliento llevándose la mano al pecho para sostener su corazón.

— ¿Por qué dejaste que esa mujer entrara en mi oficina? —espetó con voz ronca.

— Ella…, ella solo hacía su antigua rutina señor.

— Tú y yo vamos a hablar —la señaló con el dedo de esa manera amenazante que te advierte que estás en problemas.

Impresionada por lo desarreglado que estaba y con esa ira en su mirada no supo que decir, por primera vez desde que trabaja para Nicholas, Danielle, no sabía qué decirle. El hombre estaba hecho un desastre, la ropa toda arrugada, cabello alborotado, tremendas ojeras, verdaderas bolsas negras que destacaban con su mirada vidriosa…, pero aun así era impactante el atractivo salvaje que desprendía, seguía intacto y mucho más tentador.

— No te quedes ahí congelada ¿no vas a decir nada? —estaba furioso.

— Señor…

Intenta decir algo, pero no para de analizar la escena y lo cansado y tal vez preocupado que está…, y lo molesto, sobre todo molesto e intimidante.

— ¿Va…, va todo bien? —susurra nerviosa.

— Sí ¡Va todo de maravilla! —bramó con amargura alzando la voz con ese tono tan desagradable de niño rico.

— Discúlpeme, no quería sonar impertinente y hacer preguntas de más… —se apresuró a decir antes que su enojo siguiera creciendo...

Y de pronto se sintió fuera de lugar, como una entrometida, así que sin alargar más el incómodo momento se giró con la intención de darle la privacidad que sabía que necesitaba, pero antes que pudiera siquiera tocar la manilla de la puerta, la mano de Nicholas, voló sujetándola del antebrazo con brusquedad, llamando completamente su atención, y es que la mirada que le lanzó Nicholas, cargada de desesperación no dicha explicó su estado actual sin necesitar palabras.

— De acuerdo.

Danielle, solo asintió pensativa y observó a intervalos entre Nicholas y todo a su alrededor con más calma, desde otro punto de vista y menos nerviosa. Le tomó unos minutos pero decidió tomar la iniciativa y captó el mensaje que él, necesitaba que entendiera.

— Si desea que me encargue de hoy en delante de supervisar que su oficina esté completamente acondicionada para su uso entonces lo haré con gusto señor —suspiró—. Ahora si me lo permite, voy a comunicarme con la señora Wilson, y luego me ausentaré por una hora para traerle un traje limpio.

Con los ojos abiertos ante la sorpresa de las intenciones de Danielle, de querer ayudarlo, de cuidar de él y su imagen en la empresa, solo asintió levemente de acuerdo con lo que escuchaba, estaba algo aturdido, esta sí era la chica que tenía respuesta para todo.

La que le gustaba…

— Y si me lo permite…, nuevamente, pediré que le preparen su cappuccino y yo misma se lo traigo en unos instantes.

Volvió a asentir mecánicamente, estaba hipnotizado con su determinación.

— De acuerdo señor Allen, tome asiento donde se sienta más cómodo tomando su café, ya regreso.

Con una suavidad que a Nicholas, le pareció algo agridulce, dejó que Danielle, desenroscara los dedos de su mano que aún mantenía apretando aquel delicado antebrazo para poder retirarse.

Estaba sorprendido. En estado de shock.

¿Por qué ella estaba siendo tan amable si él, solo la regaña y la gritonea?

¡Alucinado! Así se sentía por la buena disposición de esta chica para ayudar a quien lo necesitara, y aunque ese alguien fuera él mismo, un hombre que no necesita de nadie para manejar su vida. No dejó de observar la puerta por la que se había marchado Danielle.

Y la sorpresa continuó cuando solo 5 minutos más tarde ella regresó con una bandeja cargada con su café preferido y un sándwich de miga tostado con jamón ahumado.

¿Cómo sabía que le gustaba así?

Danielle, ignoró la intensidad con que la estaba observando y acomodó la bandeja frente al sofá en el que aparentemente había pasado gran parte de la noche y sin mencionar una sola palabra lo dejó a solas para que desayunara tranquilo.

Soltando el aire que inconscientemente estaba conteniendo caminó hasta su escritorio para hacerle una llamada a la señora Wilson, y anunciarle que iría a recoger un traje y los artículos de aseo del señor Allen. Una vez acabó con la llamada tomó su chaqueta, acomodó su bolso y caminó de regreso a la entrada.

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