Porque Yo lo digo (COMPLETO) romance Capítulo 11

           

La empresa se declaró de luto.

Aquel jueves, todos recibieron la triste noticia que el dueño y fundador de "IMPERIO CO." Jonathan Allen, había fallecido mientras se encontraba internado en el hospital. No sufrió, estuvo todo el tiempo dormido y simplemente no volvió a despertar. Así que todos los trabajadores regresarían a sus hogares por el día. Toda actividad fue suspendida por respeto al dueño.

El transcurso de la mañana fue tenso, todos enviaron vía correo sus condolencias a Nicholas, todo mundo hablaba entre susurro mientras hacían las llamadas correspondientes para cancelar sus actividades. Los arreglos florales fueron redirigidos hacia el cementerio, Frida, se encargó de ello..., en cuanto a Danielle, ella se mantuvo atenta a su jefe, sabía que estaría mal pero el modo en que lo demostraba no daba indicios de emociones.

¡Estaba insoportable!

No quería hablar con nadie, no quería que le pasaran llamadas, ni siquiera de su familia. Y como no, Danielle, sufrió las consecuencias.

-Señor Allen, el chofer está listo para llevarlo.

    Anunció Danielle, con cautela desde el marco de la puerta. Temía acercarse y que le ladrara.

-¿Qué chofer?

    Desvió la mirada de la pantalla solo para lanzar puñaladas a través de su mirada hacia quien osaba a interrumpirlo.

-Su madre ha enviado un auto para que lo lleve al funeral de su abuelo –explicó nerviosa por su reacción.

-Haz que se largue. Tengo auto y la capacidad para conducirlo.

-Sí señor...

  Con una extraña sensación ante la actitud de su jefe con la muerte de su abuelo, Danielle, hizo lo que le pidió. Bajó hasta la entrada principal, se acercó al todoterreno negro, lujoso, muy lujoso y le habló al chofer.

De regreso en el piso 16, se acercó a chequear que Frida, hubiese enviado todos los arreglos al cementerio y por supuesto reunido todas las tarjetas.

-Todo listo amiga, no te preocupes de nada –sonríe radiante.

-Bien –suspira triste por la pérdida de su jefe.

-¿Te espero? Podemos ir a almorzar a mi apartamento –sugiere alegre.

-El señor Allen, sigue en la oficina, no me puedo ir hasta que él, lo autorice.

-Llámame cuando te desocupes, ya todos se han ido.

-Está bien...

Continuando con su tarea, Danielle, regresó a su escritorio y redactó un comunicado a nombre de su jefe para informar a los jefes de obra que pospusieran sus actividades por el resto del día. Ahora solo restaba esperar a que Nicholas, se marchara.

Una hora más tarde seguía esperando. Estaba sola y aburrida, ya no tenía nada que hacer. El edificio estaba desierto y Nicholas, no daba señales de vida...

Garabateaba en su agenda, marcando las fechas sobre las palabras ya escritas cuando la puerta del despacho finalmente se abrió y de él salió Nicholas, con su maletín y la chaqueta del traje colgando del brazo. De un salto Danielle, se levantó y se acercó hasta él.

-Señor, ya he enviado el comunicado, están todos informados.

-Bien –soltó sin mirarla mientras maniobraba por ponerse la chaqueta con el maletín en la mano.

Al verlo tan complicado con aquella tarea que normalmente realizaba a diario y sin problemas, Danielle, decidió ayudarlo. Terminó de acercarse a él, y sin mencionar palabras tocó el puño que sostenía el maletín y lo quitó de su agarre. Estaba nervioso, su mano temblaba.

-Espero que sea una velada tranquila, señor.

-Con toda la familia reunida lo dudo –soltó con sarcasmo.

¿Qué se responde a eso? Pensó Danielle, sin saber qué decir.

-Bueno si no necesita que haga nada más, me gustaría retirarme, señor.

-¿Qué? –suelta con brusquedad sosteniendo el maletín y aprisionando la mano de Danielle.

-Todos se han ido y yo... -ruborizada por la intensa y oscura mirada sobre ella, quitó lentamente su mano y retrocedió unos pasos, su perfume era embriagador. Le encantaba y lo detestaba a la vez.

-No, tú vienes conmigo –ordena atravesándola con la mirada.

-¿Al funeral? –repite sorprendida.

-Sí, date prisa estamos retrasados.

Probablemente con la boca abierta vio esa espalda ancha alejarse hasta los ascensores, y ella allí de pie sin poder moverse...

-¡Muévete Ross!

Reaccionando corrió hasta su escritorio, tomó su chaqueta y su bolso para alcanzar a Nicholas, en el ascensor.

El silencio fue absoluto en el trayecto hasta el lujoso deportivo negro, era tan perfecto y tan radiante que temía tocarlo, es más ni siquiera se dio cuenta de cuando Nicholas, subió sino que hasta que la puerta del copiloto se abrió ante ella. Desde el interior era observada por una impaciente mirada negra, así que sin rechistar se deslizó en el suave asiento y cerró la puerta de una vez. Con manos temblorosas se abrochó el cinturón de seguridad y se quedó quieta, con los nervios aumentando a cada kilómetro que avanzaban.

Al llegar al cementerio los nervios de Danielle, aumentaron, no le gustaba ese lugar, le traía amargos recuerdos de su abuela. Y Nicholas, no decía nada, se mantenía en silencio con el motor apagado y las manos aferradas al volante.

-¿Por qué estoy aquí, señor? –rompió el silencio.

-Escucha..., necesito que hagas algo muy importante por mí -comenzó a decir sin quitar la mirada del parabrisas-. No voy a soportar mucho de esta parafernalia de gente hablando de mi abuelo, así que en treinta minutos exactos vas a acercarte a mí y a decirme cualquier mierda para poder salir de allí –señala el grupo de gente absolutamente de negro.

-De..de acuerdo...

Tomó una larga respiración antes de atreverse a quitar la mirada del frente y girarse para mirar a esos ojos de cachorrito que sabe que su asistente tiene en este momento.

-Necesito que entretengas Takashi Kobayashi, es muy importante que se mantenga en línea hasta que pueda escapar -guarda silencio hasta que Danielle, asiente-. Es un trato importante para mí y..., mi abuelo –acaba en un susurro.

-Lo entiendo, pero ¿qué le digo? No sé japonés ¿o es Chino? ¿O Coreano?

-En el maletín hay una lista de cosas que seguramente preguntará, no me importa si improvisas, pero que no se dé cuenta que no eres yo

-Está bien...

-30 minutos –le recordó con mirada suplicante.

-30 minutos –asintió seria.

Tomando una última respiración Nicholas, bajó de su auto y caminó con seguridad hasta el grupo que parecía ser su familia. Saludó y guardó silencio mientras todos hablaban alrededor suyo.

30 minutos después, acomodada en el asiento trasero del deportivo de su jefe, Danielle, tecleaba a toda prisa, siguiendo las notas que le había dejado, estaba segura de estar haciendo un buen trabajo, pero entonces el señor Kobayashi, confesó saber que no estaba hablando con Nicholas, y le aseguró que no era algo malo, al contrario reconoció su esfuerzo y talento para entretenerlo, entonces le envió sus datos personales y no los de la empresa para que Nicholas, se pusiera en contacto directo con él, en cuanto pasara el luto por la pérdida de su abuelo.

Con los latidos de su corazón acelerados al notar que se había pasado en 5 minutos y que ya debía estar sacando a su jefe de la ceremonia, se bajó del auto, estiró su traje negro, agradecida de no haberse puesto el color ciruela aquella mañana y caminó a paso firme, intentando que sus tacones no sonaran al contacto con el suelo de cemento. Esquivando a tristes personas, nerviosa y algo melancólica por los recuerdos de su abuela, consiguió llegar hasta Nicholas, le tocó el brazo y este de inmediato encontró su mirada y supo que algo había sucedido con Kobayashi, algo malo. Se disculpó con la persona de pie al otro lado y se inclinó para oír lo que tenía para decir.

-Aceptó.

-¿Qué? –alzó la voz un poco ante la sorpresa

-Que el señor Kobayashi, aceptó..., y descubrió que no era usted hablándole

-Pero... -miró a todos lados, la gente a su alrededor lo observaba...

Al fin tenía una excusa para alejarse de toda la tristeza de gente que decía querer a su abuelo. Apoyó una mano en la espalda baja de Danielle, y la condujo lejos de las miradas, de regreso al auto. Ella le indicó que el portátil se encontraba en el asiento trasero y a diferencia de lo que ella esperaba le pidió que subiera y el hizo lo mismo, rodeó el auto y subió por el otro lado, leyó toda la conversación. Luchó con las emociones encontradas, el trato con Kobayashi, había sido un proyecto que tuvo con su abuelo desde que comenzó a trabajar en la empresa junto a él. Les llevó años que este empresario tomara en cuenta a "Imperio Co." Y ahora finalmente lo había conseguido, y su abuelo no estaba para compartirlo con él..., intentó no dejar escapar sus sentimientos, no iba a llorar en frente de su asistente..., se apretó el puente de la nariz con los dedos pulgar e índice, respiró profundamente intentando calmarse desesperadamente, pero el movimiento a su lado lo hizo reaccionar. Danielle, estaba bajando del auto para darle privacidad. Pero él, no quería que ella se fuera y rápidamente la agarró de la mano y le pidió que tecleara por él. Con dificultad le dictó un mensaje para Kobayashi.

El silencio invadió el interior del auto, el mensaje había sido enviado y Nicholas, seguía conteniendo sus emociones. Danielle, no lo soportaba, quería abrazarlo y consolarlo, decirle que está bien llorar y extrañar a su abuelo, que lo sacara todo de su interior... Pero le aterraba que malinterpretara sus intenciones, así que solo se quedó quieta hasta que fue él, quien se movió, salió del auto solo para volver a entrar por la puerta del conductor y alejarse del cementerio.

Regresaron a la oficina, Nicholas, se estacionó prácticamente junto a las puertas del ascensor, bajó dando un portazo, seguía sin decir una sola palabra, así que Danielle, simplemente lo siguió hasta el ascensor, él, mantuvo las puertas abiertas hasta que ella sosteniendo el maletín con fuerza ingresó al interior..., lo observaba por instantes, quería decir algo pero sentía que no era la indicada, así que optó por guardar silencio.

Cuando llegaron a su piso, Nicholas, extendió su mano pidiéndole el maletín, continuó con su intención de evitar esos ojos que no conseguía sacar de su cabeza. Habló sin emoción.

-Tómate el día de mañana libre. No voy a presentarme.

-Está bien.

-Y atenta al teléfono, probablemente trabaje desde mi casa

-Por supuesto

-Vete.

Espetó para que subiera al ascensor. Necesitaba estar solo, esto estaba siendo mucho más difícil de lo que había imaginado..., Kobayashi, había dicho que sí. Su primera obra en Japón..., el sueño de su abuelo...

  Deprimida por lo triste y afectado que estaba el odioso de su jefe por la muerte de su abuelo, Danielle, no pudo más que sentir empatía. No dejó de pensar durante todo el trayecto a su apartamento en lo difícil que fue para ella perder a su abuela cuando tenía 13 años. Era sensible, y era llorona, así que apenas cruzó la puerta de su pequeño apartamento las lágrimas cayeron, la angustia por saber que Nicholas, estaba pasando por algo tan difícil solo en su despacho le dolió..., sentía la necesidad de hacer algo, tal vez de llamar a alguien de su familia para que fuese a hacerle compañía..., pero lo pensó por un rato (toda la tarde) y llegó a la conclusión que él, solo estaba donde se sentía más cerca de su abuelo..., el despacho fue el lugar preferido, donde Jonathan Allen, pasó gran parte de su vida montando y creando sus sueños.

El domingo por la tarde la llamada de Nicholas, finalmente llegó. ¡Y en un muy buen momento! Danielle, se encontraba en la casa de uno de los amigos de Cameron, en un almuerzo dominical. Y eran doctores también, la mayoría de los invitados lo eran, y muy sofisticados, y solo hablaban de su trabajo...

-¿Quién es? –murmuró Cameron, al ver que Danielle, se preparaba para levantarse a contestar.

-Es mi jefe –responde en voz baja

-No contestes, es domingo –pidió despreocupado.

-No puedo, no tardaré

-Oye, que no se aproveche que eres un angelito –le guiña dejándola ir.

Con una sonrisa y las mejillas cubiertas de rubor, Danielle, se alejó de la gran mesa y se encaminó a la entrada principal, no quería que su jefe escuchara a la gente a su alrededor o que ellos la escucharan hablar con su jefe.

-Buenas tardes señor Allen –responde lo más alegre posible.

-Hasta que contestas, te dije que estuvieras atenta al teléfono –protesta con voz extraña.

-Ya estoy atenta ¿qué puedo hacer por usted?

    Lo ignora, se escuchaba algo achispado o puede que haya sido su imaginación.

-Mañana te quiero a primera hora en mi casa. Voy a trabajar desde aquí

-Sí señor.

-Ya deja la mierda de "sí señor", lo haces para fastidiarme ¡lo sé!

-Es solo respeto hacia mi jefe, señor –repite con malicia.

-Y ahí está de nuevo, si no fuera domingo te despido por atrevida.

-¿Entonces cómo quiere que me refiera a usted?

-Me llamo Nichooolas y no soy tan viejo –protesta como niño mimado y sí, pasado de copas.

-Muy bien Nicholas, mañana a primera hora en su casa.

-"En TÚ casa" no "SU" NO SOY VIEJO –insiste con los dientes apretados ante la frustración.

-Me disculpo, "Nicholas"

-Eres odiosa a propósito, si no fueras linda ya te habría despedido

-¿Linda? –eso fue directo a su orgullo, no quería pensar que había sido contratada por ser "linda".

-Inteligente, competente, toda esa mierda. Útil.

Y antes que Danielle, pudiese añadir algo a aquello, Nicholas, cortó la llamada y continuó ahogándose en su pena como viene haciendo desde el viernes.

Satisfecha y extrañamente feliz por aquella descripción de lo que al parecer era lo que pensaba Nicholas, sobre su trabajo, regresó a la mesa al aburrido y "saludable" almuerzo dominical con colegas y amigos de Cameron.

El día lunes a las 7:45 de la mañana, Danielle, se presentó en la casa de Nicholas, y estaba extrañamente nerviosa, si bien era una casa hermosa no se sentía cómoda rodeada de tanto lujo, así que esperaba que solo fueran instrucciones. Patricia, estaba de pie junto a la puerta principal con una tremenda sonrisa en el rostro.

-Muy buenos días Danielle, es bueno volver a verte –canturrea mientras se acerca a besarla en la mejilla.

-Hola Pat, que alegre estás hoy –le sonríe con entusiasmo.

-Me alegra que estés aquí, Nicholas, necesita distracción..., no ha tenido un buen fin de semana y tu señorita, lo harás distraerse con el trabajo.

-Eso espero... ¿Dónde se encuentra?

-En su habitación, pero me dio instrucciones para ti

-De acuerdo ¿qué necesita?

-Lo primero, el desayuno –anuncia levantando su dedo índice.

-¿Cómo dices? ¿Me hizo venir hasta aquí para que le lleve el desayuno? –pregunta incrédula por el descaro.

-Sería..., no sería extraño -coincide Patricia-. Pero no, lo primero es que tú desayunes y luego te llevo a la oficina.

-Oh... -¿qué era eso? ¿De pronto el odioso tenía modales? Pensó Danielle, observando a Patricia, caminar hacia la cocina.

-Ven conmigo –la llamó mientras caminaba.

-¿Segura que no sigue borracho? Porque no suena como el endemoniado con el que suelo tratar los lunes

-Que no te escuche diciendo esas cosas niña atrevida –la regaña sonriente

-Bueno apresuremos todo esto, no quiero que diga que soy una holgazana

-¿Un té? –sugiere Patricia.

-Sí, por favor

-¿Para comer?

-No se preocupe, además no traje mi cepillo de dientes –le sonríe sentándose a la barra.

-Tengo millones, vamos que te preparo algo calentito

-Gracias

Con una amable sonrisa le preparó un par de tostadas con huevos revuelto, una taza de té y un delicioso y recién exprimido jugo de naranja.

-Tengo galletitas -ofrece.

-Esto es más que suficiente, no suelo desayunar tanto, gracias.

-Toma tu tiempo, iré a ver si tu "demonio" necesita algo

-Que no te pille diciendo esas cosas –le regresa Danielle, en broma usando sus propias palabras.

20 minutos más tarde, con los dientes recién cepillados y su labial perfectamente aplicado, Danielle, fue hasta la oficina que Nicholas, tiene en su fabulosa casa. Y sí, era aún mejor que toda la casa junta, masculina, sofisticada y moderna, incluso estaba decorada, trasmitía comodidad y ganas de quedarse por un largo rato...

-Ponte cómoda, enseguida se reúne contigo.

-Gracias.

De pie frente a la ventana, admirando el verde patio trasero embobada con la perfección en cada ámbito de la vida de este hombre se encontraba Danielle, cuando Nicholas, entró en la habitación. Recién duchado, con su afeitado perfecto, un pantalón negro de vestir, camisa blanca con tres botones abiertos y oliendo maravillosamente bien.

-Buenos días señorita Ross –la saludó observándola contra la luz de la mañana.

Extrañamente nerviosa dejó de admirar el hermoso paisaje y se giró rápidamente para encontrarse con esa oscura mirada.

-Buenos días señor Allen –soltó automáticamente.

-¿Volvemos a lo de "señor"? –arruga el ceño.

-Lo olvidé, me disculpo –murmuró bajando un poco la voz

-Dilo –esperó observándola con demasiada atención.

-Buenos días..., Nicholas

-Muy bien, voy a ser directo y muy claro..., y no creo necesario que tomes nota

    Aclara al verla sacando su libreta del bolso.

-De acuerdo... -regresa la libreta a su bolso con dedos nerviosos.

-Voy a tomarme unos días fuera de la oficina, necesito componer mi cabeza y para eso necesito un respiro, pero no puedo dejar de prestar atención al proyecto con Kobayashi, o a la empresa, así que me iré a mi propiedad en la playa a unas horas de aquí. Voy a trabajar desde allí a partir de mañana.

-Muy bien ¿qué necesita que haga?

-Tu maleta

-¿Mi qué? –soltó con voz un tanto chillona ¿hablaba en serio?

Con los ojos abiertos como plato y con toda la atención en el rostro de Nicholas, no lo perdió de vista un solo segundo ¿quería que fuera con él? ¿Por cuánto tiempo? ¿Estaba dispuesta a hacerlo? Bueno es su trabajo ¿no?

-Ya me has oído. Quiero que hagas mi recorrido de los días lunes y organices todo para que envíen los informes, documento, papeleo, todo el trabajo importante a mi casa.

-S..sí señor... -susurró aun pensando en lo que acababa de exigirle, porque ni siquiera se lo preguntó.

-Y otra vez con el "señor" –hace una mueca de desagrado.

-No estoy acostumbrada... ¿no necesita que esté en la oficina?

    Debía de estar bromeando, para qué la iba a querer invadiendo su casa...

-A ver Danielle ¿de quién eres asistente? –suspira intentando no enfadarse.

-De usted, señor Allen –asiente seria.

-Sí, mía. Por lo tanto irás donde yo vaya ¿quedó claro?

-Pero... ¿por qué tengo que ir? Si necesita reponerse de su perdida lo normal es que esté solo y yo... --

-¿Por qué tienes que ir? –repitió perdiendo la paciencia que rara vez tenía-. PORQUE YO LO DIGO, fin de la discusión –ordenó en ese tono tan controlador que solo él puede usar.

-Sí señor... -murmuró sintiéndose pequeña y regañada.

-Te quiero lista al medio día.

-¿Por cuantos días será?

    Se apresuró a preguntar al verlo caminar hacia la salida.

-Veras... -suspiró girándose hacia ella-. Necesito calmarme, sacar todo lo de mi abuelo del sistema, pero eso no quiere decir que deje el trabajo tirado, así que no sé cuántos días dure mi luto.

-Muy bien señor –suspiró resignada.

-Recuérdale a esa secretaria que sigue a prueba –alza una ceja y espera por su respuesta.

-Por supuesto.

-El chofer te recogerá en tu domicilio. Se puntual.

-Siempre.

-Lo sé... -suelta tan bajito que apenas pudo escucharlo, pero lo hizo, y la sensación que le provocó fue bien recibida.

Definitivamente estaba pasado de copas. Sí, debe seguir bajo los efectos de la bebida alcohólica que haya estado bebiendo, porque no se oía como él, reconociendo sus problemas, su luto, él no hablaba de sí mismo, menos si era tan innecesario...

Como tonta se quedó de pie en la oficina vacía, esperó unos minutos hasta componerse de la sorpresa y ordenar todo lo que debía hacer. Lo primero, sacó su celular y le escribió a su tía Jaz, para que la ayudara a hacer la maleta. Luego se dirigió a la cocina, se despidió de Patricia y ella le cuchicheo que también iría con el señor Allen, lo cual calmó un poco sus nervios por pasar todo un día con el jefe.

A las 10 de la mañana realizó un recorrido exprés, recogió correspondencia, documentos y todo el trabajo que tenía por hacer en su escritorio. Metió todo en una caja de cartón antes de dirigirse al puesto de Frida.

-¡Una caja! –chilló Frida, al verla llegar cargada

-Sí genio, es una caja –bromeó Danielle

-¿Te despidió el maldito monstruo amargado? –preguntó aterrada por quedarse sola con el demonio.

-No hables así, recuerda quien es el que te regresó el trabajo –la regaña

-¿Qué hay en la caja si no son tus cosas?

-Frida, voy a salir de la ciudad con el señor Allen, y todo esto es el trabajo que llevo. Consiguió un proyecto enorme y quiere estar tranquilo –omite lo del luto de su jefe.

-¿Voy a estar sola? –alza ambas cejas sorprendida

-Sí, pero no te alegres tanto que el señor Allen, me pidió que te recordara que sigues a prueba.

-Lo sé, me estoy comportando –suspira como si la simple tarea de cumplir con su trabajo le supusiera un tremendo sacrificio.

-Tienes que encargarte de lo habitual y de hacer llegar todo el trabajo a la dirección que te enviaré esta tarde, si hay algo urgente envía al mensajero, no lo dudes, usa tu criterio.

-O simplemente puedo llamarte y preguntar

-Claro

-Dani, espero que ese monstruo no te coma viva

-Sé manejarlo, o no estaría aquí –le guiña cómplice

Corriendo se fue hasta su apartamento, en taxi o no llegaba, le restaban solo 35 minutos para conseguir hacer una maleta y meter todo lo necesario.

Por suerte su tía Jaz, se antepuso a los hechos y ya tenía reunidos todos sus productos de aseo y la maleta estaba dispuesta sobre la cama para ser llenada.

-¡Eres la mejor!

-Lo sé, mi vida –sonríe divertida.

-Muy bien, el señor Allen, no quiso decirme cuantos días, así que supongo que será toda esta semana... -suspiró agotada, seguía cargando la caja con el trabajo.

-¿Casual o formal?

-Voy por trabajo así que formal, no porque no esté en la oficina voy a dejar de estar presentable.

-Mi niña responsable –le dedica una sonrisa de adoración y justo después le arrebata la caja de los brazos.

A las 12 en punto un auto se detuvo frente a su edificio, el chofer había llegado.

-Dani, iré a saludar al chofer y de paso le llevo esa caja, termina de meter todo

-Gracias, dile que no tardo

-Tranquila, y mete un par de jeans, no seas testaruda.

-¡Bien! Solo uno, no hay más espacio, es una maleta mediana no un baúl sin fondo

-Sigue protestando, ya te las verás conmigo cuando regreses, malcriada

Sonriendo Danielle, acabó de meter todo en su maleta, se cruzó su cartera, metió el cargador de su celular, el bolso de su antigua pero eficiente portátil y llevó todo a la entrada y cerró bien.

Una vez en el auto se sintió aliviada cuando el chofer condujo directo a la carretera. No podría viajar encerrada en un auto por horas junto a Nicholas, sin sentirse incómoda con su presencia y su aroma sensual.

Fueron 3 horas hasta llegar a una hermosa casa con salida a la playa. Al bajar y verse rodeada por la brisa, el aroma, la tranquilidad, la emocionó un poco, aunque no dejaba de pensar en sí tendría un horario o trabajaría todo el día...

-¡Qué bueno que ya estás aquí!

    Alzó la voz Patricia, acercándose a la entrada para ayudarla con su maleta.

-Hola Pat, que casa tan linda –corresponde a su saludo con una media sonrisa.

-Lo sé, me encanta cuando tengo que venir aquí, por dentro es aún mejor.

-¿El señor Allen, ya llegó?

-Sí, pero no quiere trabajo hasta mañana, dejó instrucciones para que te instale en la habitación y te dé de comer

-¿Y qué se supone que haré el resto del día? –protestó Danielle

-Lo que quieras, vamos, no pongas esa cara –la regaña.

-Discúlpame

-Vamos, vamos

  Se resignó a no tener instrucciones. Se sentía incómoda quedándose en la casa de su jefe, y peor aun usando sus cosas.

Una vez que Patricia y el chofer le llevaron las cosas a la impresionante habitación con un ventanal que daba a la piscina en el lado derecho de la propiedad, se quedó al menos una hora encerrada con la excusa de desempacar. No quería salir de allí y no sabía porque de pronto se sentía tan intimidada.

No vio a Nicholas, en todo el día. Se pasó la tarde organizando el papeleo que se había traído de la oficina y acabó yéndose a la cama temprano, miró una película en su portátil y se durmió.

La mañana siguiente inició a las 6:30am, hizo su rutina habitual, se vistió y maquilló para el trabajo y se dirigió a la cocina a las 7:40 de la mañana, esperando conseguir una taza de té, pero en su lugar su jefe estaba allí.

-Señor Allen, buenos días

    Saludó sorprendida de verlo en la cocina. Estaba sentado a la barra bebiendo un café, su cabello seguía húmedo por la reciente ducha y vestía informal. ¡UF!

-¡Ya para con esa mierda!

    Alzó la voz molesto. Definitivamente de malhumor.

-Yo...,  no quiero molestarlo, voy a, a regresar a la habi..tación –tartamudeó nerviosa.

  Con esa sensación de estar en un lugar ajeno cuando no has sido invitada Danielle, dio media vuelta y salió de la cocina, pero antes que consiguiera alejarse escuchó el grito que le lanzó Nicholas, para que regresara. Y lo hizo, se quedó de pie en el umbral de la puerta manteniendo la distancia y aguardó en silencio ahora temía abrir la boca.

-¿Qué crees que estás haciendo? –preguntó en un tono algo más calmado y atravesándola con la mirada.

-No sé a qué se refiere... -¿qué había hecho si acababa de levantarse?

-Aclaremos esta estupidez de una vez -suspiró cansado-. Mientras estemos en esta casa no quiero oírte decirme "señor" ¡es molesto! ME MOLESTA ¿Está claro?

-Sí... -asintió con un suave movimiento de cabeza.

-No tienes que encerrarte todo el día en la habitación como lo hiciste ayer, puedes usar toda la casa o salir a dar un paseo, cuando necesite trabajar te lo haré saber

-De acuerdo... -Danielle, volvió a asentir.

-Y no tienes que levantarte tan temprano, no es necesario.

-No me dio ninguna instrucción, no sé qué hacer... -se encoge de hombros.

-Descansa por la mañana, probablemente quiera trabajar por la tarde, Kobayashi, habla de noche –dice antes de beber un poco de su taza de café.

-Muy bien, entonces me pondré al día con el trabajo que traje de la oficina –anuncia aliviada de tener algo que hacer.

-Instálate en la mesa del comedor, es amplia y allí está mi portátil, y necesito que siempre esté en línea.

-De acuerdo

-Úsalo..., revisa mi correo y supervisa que la secretaria haga su trabajo

-Sí..., Nicholas

Con una media sonrisa en el rostro al oírla llamarlo por su nombre, se relajó, sus hombros dejaron de estar tensos por lo molesto que se encontraba minutos atrás.

-Todo lo que necesites se lo puedes pedir a Patricia, comida, ropa o lo que sea.

-Está bien, me retiro entonces.

-Ok.

Ni corta ni perezosa, regresó directo a la cama, durmió una siesta de dos horas y a las 10 de la mañana en punto se instaló en la mesa del comedor, llevó la caja con todo el papeleo y la organizó sobre la mesa.

A las 12 del día Danielle, recibió el primero mensaje de su jefe.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Porque Yo lo digo (COMPLETO)