Porque Yo lo digo (COMPLETO) romance Capítulo 13

Lunes. El jefe llegó tarde y de mal humor. No había que ser un genio para darse cuenta de ello, su expresión de hielo lo decía todo. Estaba molesto, tanto que ni siquiera era capaz de contenerse, ladraba órdenes a su paso por su fugaz recorrido antes de llegar a su despacho.

  Como es usual al llegar al piso 16, su piso, le echó un vistazo a la secretaria, la tenía entre ceja y ceja, chequeó que su lugar de trabajo estuviese limpio y luego siguió hasta el escritorio de Danielle, en donde ella tecleaba concentrada. Pasó de largo, intentando no dejar caer su disgusto sobre ella, pero antes de entrar en su despacho ya estaba gritando...

-¡A mi oficina!

Acto seguido abrió la puerta con brusquedad, dio pasos furiosos, lanzó el maletín sobre el sofá al costado izquierdo de la oficina y terminó de acercarse a su escritorio mientras se desabotonaba la chaqueta del traje justo a tiempo para dejarse caer con fuerza sobre su lujosa silla. Pulsó una tecla de su teclado inalámbrico y la pantalla del computador cobró vida, dejando ante él, su agenda.

-Señor Allen

Danielle, se plantó frente al escritorio con su lápiz y libreta, lista para tomar notas..., y también algo nerviosa después de cómo se comportó con él, el sábado por la noche...

-Deshazte de todo lo de mi agenda –gruñó sin prestarle atención, mantuvo su mirada en la pantalla del computador.

-¿Reprogramo o cancelo? –susurró nerviosa.

-¿Sabes lo que significa deshacerte de algo? –espetó sin paciencia.

-Anotado, señor... ¿cancelo toda la semana o solo el día de hoy? –ignoró su sarcasmo y se concentró en su trabajo.

-Toda la maldita semana –dejó salir en un suspiro cansado.

-Enseguida –tomó nota

Frustrado, Nicholas, levantó la vista de la pantalla y la observó escribir en su libreta e intentó calmar su enfado, ella no tenía la culpa que las cosas no fueran como él deseaba, así que respiró profundamente y continuó hablándole.

-Quiero a mi abogado personal aquí en media hora. Cancela el almuerzo con mi hermana, no voy a estar para nadie.

-Sí señor –asintió escribiéndolo todo

-Ya estamos con esa mierda... ¿te burlas de mí? 

    Alzó la voz frustrado, su mañana no había ido para nada bien.

  Había vuelto a reunirse con los abogados de su abuelo y las noticias que recibió no eran buenas, eran "pésimas", lo que acabó por ponerlo de un humor de perros rabiosos.

-No tengo motivos para burlarme, señor –abrió los ojos sorprendida por la pregunta.

-Claro que tienes ¡todos creen tenerlos! -explota frustrado-. Si no fueran tan holgazanes no me tendrían diciéndoles cómo hacer su trabajo ¡todo el estúpido tiempo!

Estaba realmente furioso, su rostro hervía, como si en cualquier momento fuese a escupir fuego. Pero también se veía agotado, y es que a pesar de lucir perfecto con su rostro afeitado, su cabello bien peinado y ese traje hecho a medida ajustado en las partes correctas, sus ojos no mentían..., además sus ojeras eran bastante profundas.

-¿Necesita algo? -lo miró con preocupación-. Además de las instrucciones que ya me dio quiero decir

  Aclaró con voz amable. Sabía que actuaba así de malhumorado porque algo no salió como él lo quería, así que dispuesta a ayudar se plantó frente a él con decisión.

-Sí –asintió pensativo

-¿Qué cosa?

-Una cerveza –soltó intentando mantener el gesto serio ante el recuerdo del sábado por la noche.

-¿Una...?

  Dejó la frase en el aire, debía de estar tomándole el pelo, jamás le pediría una cerveza... ¿o sí? No era como esos tipos con un bien abastecido bar en el interior de la oficina.

-Estás lenta, Ross

    Comenta con una media sonrisa jamás antes vista en horario de trabajo.

-Yo no...--

Y ahora el descarado por él que hace un segundo sintió empatía se había desplazado con todo y silla a un costado del escritorio y le miraba directamente las piernas, de arriba abajo..., varias veces.

-¿Se le perdió algo?

  No pudo evitar el sarcasmo en su tono de voz ¿qué era este comportamiento? Él, nunca antes había actuado así, siempre intentaba disimular que no la miraba, pero ahora lo estaba haciendo directamente.

-¿No está muy larga esa falda?

-¿Perdón? –este no tenía vergüenza, pensó Danielle, boquiabierta.

-Bueno comparado al vestido que llevabas el sábado, cualquier prenda es larga

    Se reclinó sobre el respaldo de su silla, muy cómodo.

-No voy a decir nada al respecto –tomó aire e intentó ignorarlo de buena gana

-Que novedad –se burló poniendo los ojos en blanco.

  Sin saber realmente cómo reaccionar cuando hace unos minutos estaba furioso, odiando o "siendo él mismo" nadando en lava hirviendo, y ahora bromeando sobre su encuentro en ese club al que suele ir una vez al mes con sus amigas, lo pensó. Pensó muy bien en qué decir y cómo decirlo para que no fuese a hacer erupción.

-Pero sí puedo decirle que tenga cuidado con cómo me mira

   Levanta el mentón muy segura de sus palabras. Además hablaba en serio.

-¿O qué? –la desafió con la mirada.

-Se verá como un depravado..., y entre nos -se inclina hacia adelante-. No sabe ser discreto.

-No lo necesito

-Ya veo que no –sonríe incrédula por su cambio de humor.

-Suficiente Ross, mueve el culo lejos de mi vista y haz lo que te he ordenado. Ahora.

-Claro señor –vuelve a sonreírle, esta vez desafiándolo.

-Ya tienes 5 minutos menos para que mi abogado esté aquí.

Intentando ignorar el molesto sonido de tic-tac que hacía Nicholas, al ritmo de sus tacones, se apresuró a salir de allí. De pronto se sintió avergonzada porque la chaquetita del traje no le cubriera el trasero. Así que cuando finalmente consiguió salir estaba ruborizada y con una extraña sensación. Se apresuró a su escritorio y se comunicó de inmediato con el abogado, dejándole claro que debía volar.

-¡Ross, ven aquí!

Solo habían pasado 5 minutos desde que salió del despacho y Nicholas, ya estaba gritándole, ni siquiera se molestó en llamar por la línea privada, el solo lanzó el grito y aguardó hasta de Danielle, llegó corriendo.

-Señor ¿sucede algo? –jadeó por la carrera y el susto del repentino grito

-¡Acércate! ¿Qué demonios haces en la puerta?

Sin protestar, pero con muchas ganas de decirle unas cuantas cosas, Danielle, se acercó hasta el escritorio con su libreta lista para tomar nota de lo que fuese que necesitara ahora su jefecito.

-¿Qué puedo hacer por usted?

-Toma esto, no quiero volver a ver esa libreta fea

    Extendió el brazo con un ipad negro igual al suyo en la mano.

-¿Quiere que use su ipad para tomar notas?

-Ese es tuyo, guarda todo allí, es más seguro –ordenó suavizado su voz.

-Lo configuraré para el trabajo, señor

-Sincronízalo con tu iphone viejo –ordena con una mueca de desagrado

-¿Qué importa que esté un poquito maltratado? De todos modos cumple su función.

-Como quieras –finge ignorarla desviando la mirada a unos papeles sobre su escritorio.

-Bien ¿puedo hacer algo más por usted?

-Puedes... -comienza a decir pero se arrepiente y solo la observa en silencio.

-¿Qué necesita?

Continúa contemplándola, aunque esta vez su mirada solo se centró en su rostro y en esos ojos azules de cachorro abandonado.

-Llámame Nicholas

Pidió luego de lo que a Danielle, le pareció una eternidad.

-No –sonríe burlona

-Es una orden –insistió con humor.

-Nicholas, a veces es taaan insoportable que me gustaría trabajar en recepción. 16 pisos más abajo –suelta conteniendo la risa.

-Me tendrías plantado en la entrada entonces

    Comenta de inmediato, seguro de lo que decía, y extrañamente calmado.

-Acosador –lo provoca divertida.

-Controlador. Eres MÍ asistente..., MÍA, y quiero que estés donde mis ojos te vean

-Hasta que lo admite

  Con una sonrisa radiante Danielle, aguardó a ver si Nicholas, tenía algo más para decir, pero él, no podía quitarle la mirada de encima, la verdad es que el verla sonreírle tan... "sinceramente" lo descolocó y su actitud segura, serena, natural, lo hizo sentir un especie de hormigueo a lo largo de su columna, hasta llegar a su nuca...

-Oye pesadita, el ipad es tuyo, haz lo que quieras con él –soltó luego de un momento en silencio demasiado largo.

Danielle, no dijo nada, pero la sorpresa en su rostro sí ¿por qué le daba un regalo? ¿Desde cuándo pensaba en alguien más que no fuese él?

-Es en agradecimiento por ser tan leal -hace una pausa incómodo antes de continuar-. Y por lo que ocurrió en la reunión con Kobayashi, hace dos semanas...

-Es un... ¿un regalo? –pregunta desconcertada.

-Sí, Danielle –asiente muy serio.

-Con un gracias habría bastado –murmura sin quitar la mirada de Nicholas.

-No soy de esos –se encoge de hombros

-Lo sé...

-Vete

Le pidió incómodo con su penetrante mirada sobre él, estaba intentando averiguar algo más acerca del motivo del regalo.

-Con gusto -dice automáticamente.

-Los accesorios están en la caja en la mesita junto al sofá -señala hacia la salida

-Gracias Nicholas...

-Ya vete -pide risueño

-Claro señor

Y guiñándole Danielle, dio media vuelta y se alejó, dejándolo desconcertado con ese pequeño gesto coqueto..., y que no le había molestado en lo absoluto.

Pero ese fue todo el contacto que tuvieron durante todo el día. Al menos en persona. Nicholas, estuvo en su despacho ocupado con su abogado durante toda la tarde, ocasionalmente le pedía uno que otro documento, pero era el abogado quien iba por los papeles y luego regresaba al despacho.

Para las 6 de la tarde, Danielle, decidió marcharse, el abogado se había retirado hace una hora y Nicholas, no le había hablado desde entonces, así que suponiendo que ya no necesitaba nada de ella, tomó sus cosas y caminó hasta el ascensor.

Pensativa subió y mecánicamente presionó el botón del lobby, pero antes que las puertas consiguieran cerrarse por completo la mano de Nicholas, detuvo el cierre de las puertas. De pie frente a ella la observó nuevamente de pies a cabeza, antes de entrar y ponerse a su lado. Presionó el -1, el estacionamiento y el ascensor finalmente comenzó a descender.

  Al llegar al lobby, Nicholas, rápidamente presionó el botón para que las puertas se cerraran nuevamente y con una sola mirada a Danielle, le quedó claro que no aceptaba negativas.

Subieron al deportivo de Nicholas, y él condujo con el mismo semblante serio que mantuvo en el ascensor, no dejaba de darle vueltas a todo... La llevó a un lujoso restaurante en el que el anfitrión los esperaba. Los guiaron a una mesa y antes que el anfitrión tuviera tiempo de decir algo más, Nicholas, le estaba ordenando las bebidas. En cuanto estuvieron a solas, Danielle, habló, ya no soportaba más el silencio y el misterio...

-¿Qué hacemos aquí? ¿Hay alguna reunión que me haya saltado? Porque creo que cancelé todo, como me lo pidió –arrugó el ceño intentando hacer memoria.

-Tengo hambre  -se encogió de hombros ignorando la mirada que le lanzó.

-Claro que tiene hambre, hoy no ha salido a almorzar –le lanza en tono de reproche.

-Debe ser eso... -susurra sosteniéndole la mirada-. ¿Me estás controlando?

-No, pero soy su asistente y estuvo encerrado todo el día. Ni siquiera me molestó con sus cappuccinos –arquea una ceja en su dirección.

-Es cierto, me bebí un pack de cerveza mientras trabajaba con el abogado –suelta en tono de broma.

-¡No es cierto!

Protestó Danielle, de brazos cruzados, a la espera de una explicación que no tendría por qué pedir. Pero entonces esos oscuros ojos frente a ella cayeron en su escote ahora aplastado por sus brazos

-Tengo muucha hambre ahora mismo –susurró hipnotizado con ese lindo escote

-Llamemos al camarero para que tome su orden entonces...

    Sugirió mientras abotonaba su blusa hasta el cuello, no era su intención seducir al jefe o algo parecido.

-Entonces... ¿me estás controlando? –insiste interesado.

-No señor, pero soy su asistente y estuvo todo el día en su oficina.

-Tengo problemas que resolver y cuando me concentro olvido todo lo demás –confiesa con sinceridad.

-¿Incluso comer?

    Pregunta con sorpresa por la sinceridad de su tono, nunca era así de "honesto".

-Sí, todo...

    Murmura pensativo ¿ella siempre fue tan atenta? De pronto se sintió malvado al lado de Danielle...

-¿Qué pasa? ¿Por qué me mira así?

-Por nada...

-¿Qué hago aquí entonces?

-Vamos a cenar, no quiero comer solo –dice mientras le hace señas a un camarero

-¿Me va a pedir algo que no va a gustarme? ¿Es eso? –intenta descubrir que sucede.

-Quien sabe... -suspira recordando todo el problema que lo inquieta.

-Vaya..., sea lo que sea que le esté sucediendo debe ser importante, usted nunca deja una oración inconclusa –hace una mueca con los labios.

-¿Por qué insistes en tratarme de usted? Es realmente frustrante. Y me hace sentir viejo, que es peor, y no lo soy –cambia de tema a propósito.

-¿Le duele? ¿Es así de vanidoso? –lo pica curiosa.

-Soy vanidoso, cuido de mi aspecto –asiente seguro de su atractivo.

-Lo sé

-¿Qué edad crees que tengo? –arquea una ceja expectante

-La suficiente para llevar una empresa y que los peces gordos lo respeten y no traten solo como un niño rico

  Termina con una sonrisa dirigida al camarero que llevaba sus bebidas y el menú.

-Evasivas –gruñe para que el camarero se largue.

-¿Se encuentra bien?

Le pregunta muy en serio, ya llevaba trabajando para él, seis completos meses y se consideraba una persona observadora y tenía que decir que este último mes él, había cambiado algo su trato con ella, ya no la hacía sentir una molestia, ahora la hacía sentir útil, parte del trabajo. Y ahora lo notaba agobiado, preocupado, incluso nervioso.

-Sí... ¿Qué quieres saber ahora?

-Es que nunca antes lo había visto tan dispuesto a tener una conversación con alguien tan corriente, con un empleado. Le gusta marcar la diferencia en cuanto a usted y el resto –envalentonada le sostiene la mirada, tal vez sea por el delicioso mojito frente a ella ¿no?

-Ouch... 

-¿Y bien?

Lo pensó. Pensó en lo que diría antes de sacarlo de su cabeza, desde que la llevó a su casa de verano que se siente cómodo con ella. Después de todo lo vio vomitando y se quedó para sobarle la espalda.

-Que te quede claro... -comenzó a decir inclinándose hacia adelante muy serio-. Cuando digo que todos son unos holgazanes, flojos, lentos, ineficientes, irresponsables, sin compromiso ni dedicación a su trabajo, tú no entras en el montón –acabó su oración soltando el aire pesadamente, como si se liberara de un peso al decirlo.

-¿A no? –fue todo lo que le salió

-No

-¿Tengo una descripción especial? –preguntó con una sonrisita

-¿Especial?

    Al escuchar aquello no pudo contenerse y soltó una media sonrisa ladeada de lo más atractiva y misteriosa.

-Sí, ¿por qué no? Soy una burra, no acabé mi carrera, usted mismo lo dijo una vez –se encoje de hombros recordando sus primeros días en el puesto de asistente.

-Nunca me burlaría del hecho que no terminaras tu carrera, debes haber tenido motivos para no seguir –aclara muy serio.

-Dinero, qué cliché –se encoge de hombros restándole importancia al tema.

-"Burra" debo haberte llamado al principio, para medir tu determinación

-¿Y cómo lo hice? –sonríe sabiendo lo que dirá

-Sigues aquí y nadie te va a sacar

-Qué bueno, aun me quedan muchas deudas por pagar –comenta con sinceridad.

-Buenas noches ¿ya han decidido qué ordenar?

  Interrumpió el camarero, listo para tomar su orden.

-Oh..., aún no he mirado el menú –comentó Danielle, abriéndolo apenas

-¿Hay algo que no te guste? ¿Pescado, algún vegetal? –pregunta Nicholas

-Mariscos –hace una mueca de asco.

-De acuerdo ¿puedo ordenar por ti? –pregunta con suavidad.

-Por favor –asiente algo ruborizada.

Atontada observó el modo en que Nicholas, leía el menú y ordenaba por ambos, procurando observarla mientras escogía la comida de ella en busca de su aprobación, la que nunca llegó porque estaba demasiado concentrada en su atractivo, además de lo tierno que le resultaba aquella acción, era primera vez que no imponía su palabra ante la de..., bueno quien fuera.

-Bien, la comida está en marcha –comenta Nicholas, con calma

-Genial –le sonríe

Otra sonrisa. Comenzaban a gustarle sus sonrisas, aunque cada vez lo tomaban más por sorpresa y no le gustaba para nada quedarse mudo. Como ahora. No entendía como una chica tan sencilla, inteligente acababa con tantos problemas de dinero.

-¿Cómo es que una chica como tú acaba tan endeudada? Tienes solo 24 ¿no?

-La edad no importa, pero sí, tengo 24 años

-¿Son por la universidad? –pregunta curioso

-Una parte..., la hipoteca, tarjeta de crédito, los gastos del apartamento..., pero poco a poco voy manejándolo –se encoge de hombros

-¿Siempre eres así de optimista?

-Tengo que serlo, no vale la pena ir por la vida amargada, triste, estresada..., eso no soluciona nada, solo lo empeora ¿no crees?

-Hasta que olvidas el "usted" –comenta alegre por lo bien que se escuchaba

-Podría hacerlo fuera del horario de trabajo

-Hecho –asiente satisfecho

-Es incómodo sabe..s –confiesa nerviosa, esa mirada sobre cada uno de sus movimientos es algo intimidante

-¿Por qué? –arrugó el ceño

-Usted pide..., pides respeto y tú mismo tratas a todos..., casi todos, de igual modo, excepto cuando le entra, te entra el demonio -corrige de inmediato-. Eres el jefe, prácticamente el dueño y es incómodo tratarte así

La escuchó con atención, estaba siendo sincera, y el modo en que se corregía era..., lindo.

-Me gusta

-¿Qué cosa? –pregunta confundida

-Que me respetes..., y que seas observadora

-¿Entonces ya no vas a seguir exigiéndome que te llame por tu nombre?

-Claro que sí, al menos cuando estemos nosotros dos –le guiña

-Creo que está acostumbrado a salirse con la suya

-Por supuesto, se me da bien negociar –alza las cejas divertido

-Creo que sí, estuvo casi dos semanas en Japón, negociando

-Así es, es un proyecto importante y ahora está creciendo considerablemente

-¡Eso es bueno!

-Sí..., y vas a tener que ir tarde o temprano.

-No tengo pasaporte –le recuerda.

-Eso se soluciona fácilmente

-Es muy lejos

-¿Vas a desperdiciar la oportunidad de probar un delicioso Ramen "hecho en Japón"?

-¿Cómo sabes eso? –abrió los ojos sorprendida

-¿Vas a sacar el maldito pasaporte?

-Si no hay más remedio... -gruñe antes de fruncir los labios en un infantil gesto

-Quiero escucharte decirlo

-Sí señor, voy a sacar el pasaporte

-Puedes hacerlo mejor

-Sí Nicholas, sacaré pasaporte

-Mucho mejor

  Le sonríe recostándose tranquilamente contra el respaldo de su silla, le encanta salirse con la suya.

-El gran proyecto -suspira-. ¿De verdad necesita que vaya o es solo porque yo no quiero ir?

-Yo creo que le tienes miedo a volar –responde intentando averiguar sus motivos

-¿Por qué crees eso?

-Porque nunca has volado Danielle, ni siquiera tienes los documentos

-Oh..., cierto

    Aparta la mirada sintiéndose una tonta, y ella que creyó estar siendo interesante...

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