Poséeme romance Capítulo 11

Cuando el día siguiente había llegado, Abril tenía su respuesta, aunque solo tenía algunas preguntas del documento. Si bien sabía que no podría modificar nada, necesitaba aclarar algunas dudas.

Se baño, se perdimos de su fragancia preferida y cuando estuvo frente al espejo desnuda recordó sus palabras.

“Sin bragas y con faldas cortas.”

Se colocó el sostén, una blusa color rosa muy apegada al cuerpo, miró su zona íntima, perfectamente depilada y sonrió al mismo tiempo que negó con la cabeza. No sé puso el tanga, pero si una falda que le llegaba por encima de sus rodillas y debajo de la curvatura de sus glúteos. Se calzo sus zapatos taco agujas, el saco negro y su cartera. Aliso su cabello, se puso un clip en el flequillo y de maquillaje solo se puso rímel y labial rojo. Se miraba perfecta.

Llegó diez minutos antes del ingreso y fue directamente a la oficina de él, encontrándoles allí, firmando unos documentos.

- Buenos días Sr. Rivas. – dijo con una sonrisa de oreja a oreja y situándose en frente de él, pero este apenas si respondió sin quitar sus ojos de lo que estaba haciendo. Se sintió una estúpida y luego de poner sus ojos en blanco, se fue a su lugar. Molesta y excitada. – imbécil. – susurró por lo bajo mientras se acomodaba en el sillón.

- ¿Dijo algo Srta. Evans? – entonces si, le dedicó toda su atención.

- No. – dijo tajante. Y se puso a revisar los documentos que tenía encima del escritorio.

Durante toda la mañana, no volvieron a cruzar palabras, él le había dejado una nota en cada carpeta con lo que había que hacer y llevaba horas, fichando en el computador, cuando de golpe, él rompe el silencio.

- Srta Evans. – dice y ella levanta la vista. - ¿Recuerda lo que le he exigido ayer? – había dicho tantas cosas, pero sabía a qué se refería. – perfecto. ¿Entonces puedo creer que no ha traído bragas en la jornada de hoy? – indaga muy seductoramente.

- No. – dice y él levanta una ceja.

- No ¿Qué? – hablo acomodándose en su silla.

- No, señor. –

Sus ojos estaban negros, sus pupilas negras como la noche la incendiaban de tal manera y no saber qué iría a decirle, pero sabiendo que cada cosa es más caliente que la otra, le hacían mojarse por completo.

- Ábrelas. – dijo de repente y ella no fue rápida.

- ¿Qué? – la tomó desprevenida que no supo reaccionar a tiempo.

- Ábrete para mí. –

El fuego le quemaba la piel y las ganas ya empezaban a tomarle el cuerpo. Sus pezones se endurecieron y las piernas comenzaron a temblarle y lentamente, fijando sus ojos negros en él es que se abrió.

La vista que tenía de sus partes íntimas era realmente panorámica, no dejaba nada a la imaginación, era perfecta. Y aunque alguien entrase a la oficina en ese momento nunca de darían cuenta que está abierta de piernas y sin bragas.

- Así, te quedarás hasta que te ordene que las cierres. –

¿Por qué le hacía caso si aún no había firmado el acuerdo? Era tal el poder que ejercía en ella que no solo al obligaba a acatar sus órdenes sin oponerse, sino que se sentía seducida pro su forma de ser.

- Continuemos. –

Ella continuo con su trabajo, de vez en cuando el se detenía para apoyarse en el respaldo de su silla y mirarle sus partes íntimas mientras jugaba con la punta de una lapicera. Él podía ver cómo sus partes se contraían y el deseo de follarla se hacía cada vez más presente.

Cuando al fin llegó el momento de irse, ella levanta su mirada y lo descubre guardando todas sus cosas ¿A caso no iban hablar del acuerdo? ¿Se había arrepentido? Lo cierto es que no. Recordaba que le había pedido tener su respuesta y estaba ansioso por saberla. Sabía que diría que si.

- Sr. Rivas. – dice interrumpiendo. - ¿Puedo retirarme? – indagó mientras cerraba sus piernas y él notaba esa acción.

- No te dije que las cerradas y aún hay algo que debemos tratar. Me debe una respuesta Srta. Evans. – y entonces todo su interior quería saltar de alegría ¿Por qué estaba ansiosa pro dejarse esclavizar sexualmente por un fulano que no era su novio?

- Bueno. –

Cuando estuvo seguro que ya no había nadie en los pasillos, es que quiso saber su respuesta.

- ¿Y bien? – se sentó en su escritorio. - ¿Firmaras? –

Ella lo miró con sus ojos penetrantes y resopló fuertemente antes de responder.

Lo haré.- y en su rostro se esbozó una preciosa sonrisa.- pero hay tres cosas que quiero saber. Una especialmente. – dice abriendo el documento que se llevó a su casa.

- Soy todo oídos. – le dio lugar para hablar.

- Respecto a Electro estimulación, no comprendo. –

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