Poséeme romance Capítulo 24

Cuando vio el lugar por primera vez, sintió una punzada en su entre pierna que la obligó a gemir por lo alto, aunque aún no comprendía a qué se debía aquella apalabra saque le dijo cuando se encontraron en la oficina. “Hoy serás la protagonista de una maravillosa obra cargada de erotismo y placer… mucho placer y yo, seré más que un espectador” ¿Qué le quiso decir con eso? ¿Será que la quiere hacer participe de una película condicionada? Con ese hombre todo pensamiento no era descabellado.

En el sitio, solo había una cama de una plaza y media, suficiente si quienes fallarían sería Ella con Gabriel. A una izquierda una mesa de luz con una caja negra, que si bien la intrigó, viniendo de Santino, todo podía ser posible. Un sillón de cuero rojo en forma de S completaba la decoración, y tres de las cuatro paredes, incluyendo el techo, había espejos aunque en la cuarta pared sólo podía verse algo así como una ventana, de esas que se ven hacia el otro lado. Quizás él vería desde afuera y le daría las órdenes desde un alta voz.

Que lejos de la realidad estaba.

Ni bien dejó su cartera en un pequeño loquer al lado de la puerta, pasó situarse enfrente de Santino, esperando a que le diga cómo sería ese excitante encuentro.

- Desnúdate. – le digo con esos ojos negros que parecían follarlas salvajemente con solo pestañear. Comenzó hacerlo sin mirarlo, simplemente debía quitarse la ropa, no le daba pena hacerlo delante de él, después de todo conocía cada centímetro de su piel, pero él la detuvo cuando intentó sacarse la blusa. – detente. – y ella elevó su mirada mientras sujetaba primer botón de su camisa. – hazlo lento, juega conmigo, quiero que me muestres lo que tienes para esta noche. Hazlo despacio. –

Entonces ella sonrió.

Cada botón que desabrochaba, lo hacía mirándolo fijamente y mordiéndose el labio, deseosa por excitarlo incluso más que a ella.

Cuando terminó de desabrochar el último botón, casi tortuosamente lento, comenzó a quitársela quedando en sujetador. Llevo sus manos hacia atrás, siempre mirando sus ojos negros de excitación, y desabrochó los ganchos, para dejar caer el sostén al suelo y dejar a la vista sus grandes pechos, esos que lo volvían loco y se le hacía agua la boca por morderlos uno a uno.

- Preciosa. – musito mientras relamía sus labios y pese a notar su erección, milagrosamente no se tocaba. Ella se imaginaba cualquier situación, menos la que en verdad pasaría.

Ni bien bajó el cierre de su pollera y está calló, se pudo apreciar un monte de venus completamente depilado y tuvo deseos de tocarle ahí, por lo que no se privó de hacerlo.

Se acercó a ella y llevo un solo dedo a su zona, lo pasó suavemente por la bendiga pudiendo sentir la humedad y el ruido exquisito de su coño mojado por la calentura.

- Rica. – le dijo mirándola y saboreando su propio dedo. Chupando hasta la última gota de ese néctar adictivo que solo su vagina era capaz de producir para él.

Ella ya no quería tener solo a Gabriel, quería que los dos la follara, sentirlos entrar en ella, llenarla por completa.

Ese hombre sacaba su lado más sucio y guarro.

- Túmbate en la cama. Quiero lamerte un poco. – y fue solo escuchar eso que enseguida fue hacia ella, pero antes de ponerse boca arriba y abrirse para él, le ordenó mostrarse. – muéstrame, ábrete para mí. Quiero ver qué tienes para nosotros. – ese “nosotros” la hizo sentir tan deseada, que no dudó un segundo en ponerse de perrito en la cama y comenzar a tocarse mientras él no dejaba de mirarla, atento a cada movimiento. – hazlo así… muy bien. – él estaba hipnotizado al verla disfrutarse a sí misma, cuando de pronto, sintió como al punta de su lengua se introducir por su orificio anal.

- Ahh. – soltó cuando su saliva comenzó a mojarla. – ohhh siiii. – nunca sabría cuan excitante se sentía que le bebé el ano si no fuera Porque Santino Rivas llegó a su vida.

- Qué sabor tienes. Me vuelve loco. – hablo cuando pasó su lengua por su coño todo mojado, y sujetando sus glúteos para hundir más su cabeza en ella. – rica… eres toda rica… y toda para mí. – se sentía en la cima del placer, pero no quería ser él que le provoque el orgasmo… no aún. – acuéstate, boca arriba en la cama, junta tus manos y extiende las pro sobre tu cabeza. – ella snrie y el se acerca a su oído para ponerla a un más caliente. – va a follarte atada. – y un escalofrío la recorrió por completa.

Ella no podía dejar de removerse en la cama y fue entonces que decidió regalarle un solo orgasmo. Se desnudo ante su mirada que lo prendía fuego y en el momento en el que libero su polla, ella tuvo que cruzar sus piernas y hacer presión para no acabar mirándosela.

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