Poséeme romance Capítulo 5

Para Mauro era la primera vez que ella se comportaba de esa manera tan fogosa en la cama y pese que a muchos hombres podría llegar a gustarles eso, para él se sentía muy incómodo.

Sus besos eran salvajes y las manos de ella recorrían con desesperación el cuerpo de él, con movimientos torpes y deseosa de que la folle duro.

En su cabeza no dejaba de proyectarse la imagen de ese tipo, que desconocía hasta su nombre, pero que era capaz de encenderla cómo si quiera su novio podía hacerlo.

- Tócame. – le suplica en tanto se sienta a horcajadas de su cuerpo, colocando ambas piernas a cada lado de sus caderas, haciendo contacto sus partes íntimas.

Mauro se sentía incómodo, él no era de esos tipos de hombres que follaban, a él le gustaba hacer el amor con ella, besarla delicadamente, tocarla con la dulzura que ella se merecía. Pero Abril solo quería que la trate sin respeto, que la follara tan duro que cada vez que su mente viaje hacía ese momento se le contraiga su deseo.

Sus labios comenzaron a bajar por su cuello al mismo tiempo que su mano se colaba por debajo de su pantalón para llevarse una gran sorpresa.

- ¿y esto? – su miembro estaba “dormido” era la primera vez que les pasaba, como también, la primera vez que ella se comportaba de esa manera. -¿Qué pasa amor? – indaga preocupada.

- Es que así me incómoda. – ella abrió los ojos como platos ¿se lo estaba diciendo enserio? Se sentía frustrada.

- ¿pero amor? – pero él la ayudó a incorporarse. No quería tener sexo, no así.

- Yo no sé qué te pasa, pero te desconozco. – ella se quedó pasmada y quiso que se explicara más, porque en verdad no comprendía su actitud. – tu sabes que te amo, pero nunca te comportas así, como si fueras una mujer promiscua… - entonces ella rompe en carcajadas y él no comprende por qué. - ¿qué es lo gracioso? – indaga molesto.

- Es que es cómo lo dices. A veces en la pareja, en el sexo uno necesita innovar ¿por qué no ser una mujer de la calle que vende su cuerpo? Y tu compras un par de horas para que pueda hacerte lo que me órdenes. – pero tampoco podía convencerlo y simplemente puso sus ojos en blanco e hizo como él quería.

Sinceramente Abril estaba muy molesta, ¿lo quería? Claro que sí, pero eso no significaba que no puedan probar otras cosas, jugar con las fantasías de cada uno y eso justamente, era lo que a él no le gustaba.

Cuando terminaron de hacer el amor, ella le dio la espalda para disponerse a dormir, no quería si quiera hablarle, porque pese a que hubo tenido relaciones sexuales con él se sentía frustrada y excitada.

Cuando se hizo la mañana, ella fingió que todo lo que sucedió la noche anterior, fue el efecto del alcohol en la sangre y que no volvería hacerlo sentir incómodo, aunque solo deseaba poder alcanzar un verdadero orgasmo.

Abril comenzaba su semana con muchas ganas de conseguir un nuevo trabajo, necesitaba poder generar algo de dinero para ir ahorrando para la operación de Cathy y pese a que todo le decían que era imposible juntar esa suma en tan poco tiempo, ella quería intentarlo.

Había comprado el diario y en la sección de empleo, marcó algunos que le interesaban, especialmente aquel donde pedían secretaria en un estudio jurídico. Si bien ella no finalizó sus estudios en la carrera de abogacía ¿Qué tan difícil puede ser trabajar en un sitio cómo ese? Estaba segura que ninguno, pero lo que ella no sabía que se trataba del estudio jurídico del que formaba parte Santino y que se le buscaba una secretaría que se ocupara de sus asuntos laborales.

Se había puesto una pollera de vestir negra por las rodillas, unas medias negras transparentes con unos zapatos de taco aguja del mismo color que la prenda y una solera de hombros caídos color fucsia. Llevaba el pelo con un moño alto y su flequillo para el costado. Sus labios color vino y un poco de rimell, sencilla pero formal.

- ¿te vas a una entrevista? – indaga Erika ingresando al cuarto.

- Si, espero tener suerte. – dijo desganada. Le cansaba intentarlo una y otra vez y siempre tener la misma respuesta “te llamaremos”

- Vamos, no te desanimes que nosotras confiamos en ti. – habla su mejor amiga intentando darle fuerzas y levantarle el ánimo.

- Bueno, me voy. – tomó su bolso y se dirigió hace su primera entrevista.

Ese día tenía cuatro entrevistas programadas, estaba en búsqueda de una secretaria que pudiera mantenerle al día los papeles y llevarle los asuntos laborales con responsabilidad. La realidad era que se sentía autosuficiente como para delegar a un tercero un trabajo que consideraba que podía hacer solo, pero sus superiores insistían con que necesitaba una y bueno estaba en eso.

La primera que había entrevistado si bien visualmente llamaba la atención, hablaba mucho a tal punto de no soportar el chillido de su horrible voz, por ello la descarto.

La segunda, académicamente estaba por encima de las otras tres, pero era demasiado tímida y si bien no buscaba una mujer para seducir, por lo menos que al hablarle lo mire a los ojos y está mujer apenas si levantaba la mirada al hablar, por ello, fue la segunda en descartar.

La tercera creía asistir a un antro que fue vestida como para ir a uno, un top blanco que no le cubría prácticamente nada, una pollera negra de cuero con unas bucaneras y maquillada estilo vedette, por lo que si quiera se molestó en tomarle la entrevista.

Pero le quedaba la cuarta candidata, de la que solo conocía el nombre, Abril Evans. Por lo que decía su ficha, la misma era estudiante de Abogacía pero tuvo que interrumpir sus estudios por un accidente que la dejó huérfana de padres y a cargo de una hermana, menor de edad, paralítica. Una de las cosas que más le llamaron la atención fue el motivo por el cuál quería trabajar en la empresa y por qué creía que el estudio jurídico debía de contratarla.

Su mayor anhelo era el conseguir ese trabajo para poder juntar el dinero para la operación de su hermana y eso, en cierta forma le llamó la atención. Santino no era un hombre de conmoverse y menos por alguien que ni conocía y francamente ni le importaba.

Mientras daba la espalda a la puerta, ésta misma se abre e ingresa Abril en el despacho. Él, sin siquiera molestarse le ofrece sentarse y ella lo hace, aunque su voz le resultaba familiar. Cuando Santino estuvo listo para comenzar la entrevista, se giró en su asiento y se llevó una gran sorpresa.

- ¿Vos? - le dijo ella mirándolo con sus ojos cafés. Él, descarado bajo su mirada hacia sus pechos y luego volvió a sus ojos.

- Por lo menos está vez las cubriste. – dice como si nada. Ella quedó boquiabierta ¿Qué demonios tiene con sus pechos? Sintiéndose molesta, dice que todo fue un error y se levanta para retirarse, pero él, enseguida le ordena que se siente. – Siéntate, ahora. – su voz sonaba firme y ella solo levanto una ceja ¿Quién se creía? – siéntate. – repitió al ver que no acataba su orden inmediatamente.

- No. – dijo firme y él se levantó de su asiento y se fue acercando a su cuerpo, en silencio y a paso lento.

El sentir su cercanía le provocaba sensaciones extrañas en su cuerpo, que no era capaz de expresar, solo podía retroceder a cada paso que daba.

Él sabía cómo la ponía y se aprovechaba de ello para intimidarla. Comenzó a seguir sus pasos hasta que logró que quedará de espaldas al asiento dónde le había ordenado sentarse , cuando de pronto, ella trastabillo y calló sentada en el sillón. Acto seguido él colocó sus manos a cada apoya brazos de la misma y se acercó lo suficiente como para hacer que su intimidad se contraigan y su respiración se acelere.

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