Poséeme romance Capítulo 7

Estaba completamente furiosa ¿Pero quién se creía que era ese imbécil engreído?

En su vida se había sentido tan frustrada y enojada con alguien y ese alguien era ella misma ¿Cómo se había dejado tocar por un hombre que no era su novio? Y además ¿Cómo podía creer ese hombre que la vería arrastrarse para regresar a esa oficina y a trabajar para él? Si, volvería, pero para escupirle el rostro. En sentido figurado.

No quiso esperar hasta el día siguiente, simplemente quería ir a decirle unas cuantas cosas. Porque si él estaba acostumbrado a intimidar a mujeres para que hagan lo que se le antoje, con ella se había equivocado definitivamente.

Salió de la casa como petardo en el culo, directo a ese estudio jurídico, Santino necesitaba que alguien lo ponga en su lugar y ese alguien sería ella, Abril. O por lo menos lo intentaría. Lo que no sabe es que una vez que vuelva a esa oficina no saldrá siendo la misma.

Al llegar no espero a ser anunciada y atravesó los pasillos hacia su oficina, al mismo tiempo que varios hombres de seguridad la seguían.

Un portazo lo tomó por sorpresa al mismo tiempo que atendía un asunto importante, aunque nada podía ser más importante que él y sus deseos sexuales.

- Lo lamento señor. – dicen apenados los de seguridad en tanto no dejaba de mirarla y observar detenidamente como su pecho subía y bajaba.

- No se hagan problema, déjenme con la señorita. – y todos se fueron de la oficina dejándolos solos. Dejó su computador de lado y mientras se apoyaba en el respaldo de la silla es que rompió el silencio entre los dos. – Bueno, me sorprende el entusiasmo con el que tomas la noticia de que trabajarás para mí. – soltó de repente.

- Usted es un cínico idiota. – y él chistó con su boca al mismo tiempo que negó con la cabeza.

- Algo habrá que hacer con ese modismo suyo. Lamento informarle que si vino a firmar el contrato para ser mi secretaria, recién mañana por la mañana estará listo. Ahora sí su intención es firmar el acuerdo que le propongo para ser mi esclava, ese podemos cerrarlo en este momento. – entonces abrió uno de los cajones y sacó dos carpetas transparentes dónde pudo visualizar su nombre “Abril Evans”.

- ¿Y eso? – preguntó sin imaginarse de qué se trataba o bien, sin querer imaginarlo.

- Dónde firmas tu consentimiento paraque pueda disponer de tu cuerpo como yo deseo. – el rostro de ella quedó inmóvil con la misma expresión de espanto y asombro ¿Enserio este tipo tenía el acuerdo ya preparado? ¿Pero cómo?

- Usted está loco. – espeta con recelo.

- La forma en la que me nombras es la adecuada. Que me trates de “usted” es lo que debes hacer como la esclava que serás una vez que firmes el acuerdo. – entonces ella rompe en risas y él jamás oyó una melodía tan encantadora para sus oídos, como aquella, que se quedó escuchando y disfrutándo.

- Reitero, está loco. – dice para acercarse al escritorio. – déjeme en paz porque no firmaré absolutamente ningún acuerdo, si quiera el de trabajo. – pero él sabía cómo podía convencerla. Entonces se levanta de su asiento y a pasos lentos pero seguros se acerca a ella.

- ¿Y perder la oportunidad de que la pobre de su hermanita recupere el movimiento en sus piernas? - ese comentario le molestó completamente y enseguida lo ubico en su lugar.

- Prefiero esforzarme en conseguir el dinero honestamente a ser una estúpida esclava sexual de un enfermo psicópata como usted. – dijo tajante y el soltó una fuerte carcajada.

- ¿Con el sueldo mediocre de una empleada de medio tiempo en un bar de poca monta? No me haga reír Srta Evans. Firme y ambos tendremos lo que buscamos, usted el dinero y yo a usted, atada en mi cama follándola duro. – ese comentario provocó que sus piernas pierdan estabilidad y él intenté acercarse, nuevamente invadiendo su espacio personal.

- ¡No se me acerque! – dijo extendiendo su mano a la altura de su rostro.

- ¿Temes que vuelva a dejarte con las ganas? – pregunto con voz ronca. Acto seguido tomó su mano con la suya y acercó su boca a la misma, para meterse uno de sus dedos en su boca fijando sus ojos a los suyos. Gesto tan excitante que no evitó morderse el labio inferior dos veces.

- Siento que si lo vuelves hacer, lo próximo que tendré en mi boca serán los labios de tu vagina. -

Escuchar aquello con sus dedos metidos en su boca provocó un dolor agudo entre sus piernas y solo Dios sabía cuánto deseaba que hiciera lo que dijo. Lo deseaba esa parte sucia y morbosa que llevaba dentro. La realidad es que inconscientemente buscaba esos encuentros con él y muy en el fondo le gustaba saberse deseada de esa manera por su parte.

- Firma el acuerdo. – dice metiendo sus dedos en la boca y haciendo un gesto perverso como excitante. – se que lo quieres. – saca su lengua para lamerle las yemas de sus dedos, sin dejar de mirarla a los ojos.

La boca de Abril está abierta, sus ojos dilatados, sus mejillas rojas como una manzana, sus pezones erectos y su zona íntima mojada y adolorida por la excitación. “ese hombre debe ser un infierno en la cama”

- Confíe en mí, le daré el mejor polvo de su vida. – dice sin dejar de lamerle los dedos, seduciéndola.

- Deja. – pudo articular una palabra a medias y entonces deja sus dedos para llevar su mano a su polla.

- ¿Puede sentir lo dura que está? – ella asiente hipnotizada por sus ojos cafés. - ¿Quiere sentirlo dentro suyo? – volvió a asentir sin darse cuenta. – firme el acuerdo y lo tendrá todo para usted Srta Evans.-

Y de pronto volvió a la realidad y como bien perra que podía ser a veces, sonrió de lado haciéndole creer que la tenía en sus manos y le apretó tan fuerte la polla que terminó escuchando como de sus labios exclamó un aullido de dolor.

- Eso es para que no vuelva a tocarme. ¡Idiota! – pero él ríe a carcajadas.

- Perra y salvaje. – ella abrió sus ojos como platos muy sorprendida, si hasta esas palabras ofensivas en sus labios sonaban demasiado seductoras - me gusta. Voy a disfrutar castigarla, sodomizarla y sobre todo educarla. – sus palabras la penetraban con tanta fuerza que apenas si podía estar en pie. – firme el contrato de trabajo. Habrá tiempo para convencerle de que soy su única opción de que su hermana vuelva a caminar. – dijo y a ella se le suavizó el rostro ¿Debía aceptar? Realmente necesitaba el trabajo, quizás podría hacerlo y cuando encontrará algo mejor cambiar de trabajo. Lo cierto es que ella se buscaba cualquier escusa para no admitir que si lo hacía era por lo caliente que ese hombre la ponía y terminaba por justificarse con que necesitaba el trabajo, que luego lo dejaría aún sabiendo que una vez que firma, para romper cualquier contrato había que pagar por los intereses y ella no tenía cómo costear un gasto como ese.

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