Poséeme romance Capítulo 12

Capítulo 11.

El ruido de la vibración del aparato incendiaba su cuerpo de tal manera que no había experimentado nunca. Estaba ansiosa y deseosa de sentir en su cuerpo el placer del toque de ese aparato.

Él solo la miraba, la estudiaba, se perdía en la imagen de sus partes íntimas contrayéndose.

Se relamió los labios al ver cómo su zona anal no se abría tanto, como lo tenía estrecho. Se divertiría como nunca antes con ninguna otra mujer.

Abril no era como las típicas modelos, no tenía un cuerpo de infarto, un abdomen plano, ni unos glúteos muy grandes. De echo, tenía un cuerpo real, con alguna que otra mariquita, ¿Con celulitis? Un poco, unos glúteos normales en tamaño pero unos pechos que le volvían loco.

Santino deseaba a la mujer, sea alta, baja, delgada, rellenita, morena, blanca, etc… para él la mujer era una creación divina de Dios y como tal, eran hermosas en todos sus envases. Era un adicto al sexo, a la dominación por sobre todas las cosas y disfrutaba esclavizándolas. Claro, siempre y cuando sea con consentimiento. Lo que él no expresaba en sus acuerdos, era el tema de los besos. Santino no besaba a sus sumisas, para él el beso era una demostración de sentimientos y como él era incapaz de sentir algo relacionado a esa emoción, directamente no los daba. Podía recorrer cada centímetro de sus cuerpos con sus labios, pero jamás llegaría a besar sus bocas.

- Mmm.. – intentaba hablar ella, pero la mordaza que le acaban de poner, no se lo permitía. Necesitaba sentir ese aparato en su zona genital. La estaba torturando.

- ¿Qué le sucede Srta. Evans? – pregunta con una sonrisa en su rostro. - ¿Quiere esto? – apoyando el aparato en la parte baja de sus glúteos.

- Mmm.. – quería gritar, gemir a viva voz que la follara, que le metiera eso dentro. Quería experimentar el éxtasis, mojarse una y otra u otra vez.

Una carcajada sale de lo más profundo de su garganta y ella ya no puede de la desesperación de tener algo, lo que sea dentro de su vagina.

Si más, acercó el aparato lo suficiente para que pensará que al fin iría hacer contacto con su húmedo clítoris, pero no, en su lugar y sin avisar, introdujo un dedo.

El estar atada no le permitió moverse, sus ojos se pusieron en blanco y la saliva iba en aumento dentro de su boca.

- ¡Wao! ¡Por dios! Que mojada estás. – se muerde el labio inferior tan fuerte que el dolor que se provocó le generó más placer.

Su dedo entraba y salía desde dentro de ella, una y otra y otra vez. El ruido de sus fluidos era realmente adictivo y ese olor a sexo emanando de su cuerpo era completamente embriagador.

Saca sus dedos y se lo lleva a la altura de sus ojos, se relame los labios y se los lleva a la boca.

- Exquisita. – dice mientras se hacía sonora la acción de lamerse sus fluidos.

Por alguna extraña razón, Santino hacia con ella lo que con ninguna otra mujer. Nunca había “estrenado” a su sumisa sin realizarle, previamente, los correspondientes análisis. Abril era especial. Él no lo sabía aún, pero esa mujer, era diferente a las demás.

Sin que ella lo espere, acercó el aparato y lo apoyo sobre su zona vaginal. Ese contacto provocó que todo su cuerpo se tense y se erice completamente.

- ¿Te gusta? – dice mientras hace presión en su entrada y puede ver cómo su zona anal a se contrae, se hincha y su cuerpo empieza a temblar. - ¿Lo quieres aquí? – dice mientras baja el aparato a la altura del clítoris y lo mueve rápidamente.

- Mmm.. mmm… - necesitaba gemir, gritar, pero la mordaza no le permitía. Sus manos temblaban al igual que sus piernas.

Estaba muy mojada y el no detenía sus movimientos con el aparato estimulante en su zona sensible. En tanto lo dejaba en su punto G, y se adentraba en su ano mediante un dedo. Iba de la vagina al ano una y otra vez, lubricándola con su propio flujo, blanquecino que se asomaba cada vez que sus movimientos se aceleraban sobre su punto sensible y su cuerpo se liberaba.

¡Zaz! Una nalgueada tan fuerte que hizo eco En toda la habitación.

Apretaba sus nalgas tan fuertes que el dolor rozaba la excitación. De repente, siente un dolor intenso que la sobresalta y le provoca una sensación eléctrica muy fuerte entre sus piernas.

- Te mordería toda. –

Sus dientes quedaron marcados en una de sus nalgas.

De pronto, él dejó de presionar el aparato en esa zona, y desapareció de la escena.

Abril no creía nada de lo que estaba sucediendo. Jamás se imaginó que sería parte de una fantasía tan excitante como esa. No se arrepentía.

¡Diablos, claro que no se arrepentía!

Su cuerpo estaba mojado por el sudor, las cuerdas ya dejaban marcas en su cuerpo, la mordaza empapada de saliva y el rímel de sus ojos se le había corrido.

Estaba quiera, sin poder mirar hacia atrás, sin poder ver sus movimientos, sin anticipar lo que se le ocurría está vez. De pronto, escucha como arrastra algo y lo ubica detrás de ella.

No puede ver y tiene ansiedad de hacerlo. No puede imaginar, que lo que tiene atrás, no es otra cosa que una máquina “folladora”.

Acerco la máquina con el pene artificial, una gran polla negra, y no le dio tiempo a asimilar lo que le había puesto, que la encendió.

El aparato comenzó con movimientos lentos y rítmicos, al mismo tiempo que dejaba el otro que había usado sobre la mesa ratona y comenzaba, con sus dedos a “masajear” su hinchado clítoris, haciendo pequeños círculos y presionaba de vez en cuando.

Abril estaba conociendo el placer en su cuerpo, una excitación que no había experimentado, que nadie había logrado hacerle sentir.

Le gustaba.

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