Poséeme romance Capítulo 8

La alarma sonó a las 6 AM y casi como si se sintiera una niña nuevamente que va entusiasmada a su primer día de clases, salió disparando de la cama directo a al baño. Puso algo de música antes de meterse a la ducha y mientras lavaba si cabello largo cantaba.

“ Y si decides venir baby.. oh uh oh oh… no me demorare en besarte eh i eh eh… ma ma ma baby oh uh oh oh siempre he sido para ti”

- ¡Veo que estamos con todas las pilas hermanita! – le grita al otro lado de la puerta Catalina.

- ¡Lo que pasa es que está ansiosa por empezar en su nuevo trabajo! – grito Erika haciendo énfasis en la palabra “ansiosa”

En cierto modo si.

Abril había pasado gran parte de ella noche pensando en qué hacer con lo que le estaba proponiendo Santino y había llegado a la conclusión de que debía aceptar. Si bien ella había dejado de lado su carrera de abogada por el accidente de sus padres y para poder hacerse cargo de Cathy, en algún momento iría a retomar sus estudios y el trabajar para uno de los abogados más exitosos del país le sería ventajoso y fructífero en el campo de las leyes. Aprendería mucho sobre el campo y eso le serviría para poder formarse como una crítica y eficaz abogada penalista.

Ella, antes de la muerte de sus padres, deseaba irse por la rama del derecho civil, pero luego de ese terrible episodio en su vida, lo único que tenía en me te era el de poder recibirse para buscar al cretino que le arrebató la vida a sus padres y dejó paralítica a su hermana y huyó del lugar.

Pero también, no podía obviar el tema de que Santino había logrado volverla loca y que muy en el fondo, aunque no tanto, le gustaba cómo la tocaba, cómo se le insinuaba. En su vida se había sentido tan excitada y para ser sincera consigo misma, el firmar el acuerdo lo dilataba por el simple echo que le gustaba como le hablaba, escucharle decir como quería follarla generaba entre sus piernas algo que jamás conoció con otro hombre y solo por esa sensación tan exquisita como excitante es que se hacía desear y suplicar.

- Cierren la boca. – dijo sería al salir de la ducha envuelta en su toalla.

- ¿Me vas a decir que no te caliente y no te moja ya sabe qué, al saber que trabajarás con ese dios griego que te mete mano sin siquiera pedirte permiso? – Abril pone los ojos en blanco y Erika sonríe. – SOS bien guarra. – y rompe en carcajadas.

- No me pongas de mal humor ¿Si? – le dice fingiéndose ofendida, solo para no demostrar cuán excitada se ponía de solo imaginar que compartiría la oficina con Santino.

- ¿De mal humor? – y su amiga se le ríe en la cara exageradamente. – claro, porque saber que hasta puede follarte ahí, encima del escritorio sobre los papeles de algún caso importante, te pone de mal humor. – habla con sarcasmo. – no me hagas reír. Anda, ponte guapa y muéstrale quién es Abril Evans.

Erika salió de escena y Abril se dirigió al cuarto que compartían para que elegir qué podría ponerse en su primer día de trabajo.

El primer conjunto se trataba de una blusa transparente y un pantalón de vestir. Pero lo descartó enseguida dado que no vio a ninguna empleada usando pantalón, además si pretendía tener algún encuentro fogoso y casual una falda sería lo más cómodo. Por otro lado la blusa era demasiado transparente, tampoco quería que pensará que va por la vida buscando alguna polla con que saciar su hambre sexual porque su novio es un imbécil en la cama.

El segundo conjunto se trataba de una falda demasiado corta, que apenas si cubría sus glúteos y una blusa de hombros caídos con flecos. Los descartó enseguida cuando se dio cuenta que la falda era muy corta y que con la blusa se veía ridícula. Entonces vio el traje perfecto en el armario.

Una falda a la altura de las rodillas con una camisa en color blanco, entallada que destacaba perfectamente su figura y un saco del color de la falda. En negro.

Combinó el traje con unas medias cancán que le diera a su piel aquel tono bronceado y finalizo el outfit con unos zapatos negros de taco aguja

Como peinado se hizo un rodete con su fleco hacia un costado y algunas mechas que caían desde el inicio del mismo y pintó sus labios de un tono nude. Un poco de delineador y rímel para profundizar su mirada, un poco de rubor en los pómulos y listo.

- Perfecta. – se dijo mirándose en el espejo al mismo tiempo que ingresaban su amiga y escupía el café de su boca. - ¡Erika! – la regaño porque en ese acto de “escupir” casi le mancha el atuendo.

- ¿Vas al trabajo a un funeral? ¿Por qué tanto color negro? – indaga conteniendo la risa. – pareces una mujer madura, por no decir una vieja….ya sabes el resto. – pregunta tomando con dos dedos y haciendo gesto como de asqueada, su saco negro.

- ¡Deja ya, Erika! Así estoy bien. – volvió a mirarse frente al espejo y sonreírse a si misma. No importa que dijera su amiga, ella se veía fabulosa. – son las 7 AM, debo ir a trabajar. –

- A follar dirás. – la corrige muy convencida, pero Abril la fulmina con la mirada.

- A trabajar ¿Te es difícil conectar las neuronas a esta hora Erika? – dice pero ella se encoge de hombros

Respiró hondo antes de salir de su casa y se encaminó hacia la oficina.

En el trayecto, que duraba 30 minutos, se puso a repasar todo lo que debía decirle, para que no quedará como que acepta el trabajo por qué él manifiesta obsesivos deseos sexuales hacia ella. Aunque gran parte de su decisión se basaba en el eso. Debía defender la idea de que solo aceptaba el trabajo por qué lo necesitaba y respecto al acuerdo, la realidad era que sentía curiosidad y algo en el fondo le decía que terminaría por aceptarlo, solo que eso significaría sentirse como una prostituta y ella estaba muy lejos de serlo. ¿Pero qué otro calificativo le puede poner a entregar su cuerpo las veces que ese hombre lo desee por 250.000 dólares? Otro no había y cualquiera remitiría a lo mismo, vender su cuerpo a cambio de dinero.

Cuando llegó al gran e imponente edificio sintió como el corazón comenzaba a latir con más fuerza y demasiado ligero. Estaba nerviosa ¿Cómo la recibiría? ¿Con qué cara lo vería a los ojos luego de la excitante entrevista del día anterior? En ese momento recordó aquella situación en la que su mano se coló por debajo de prenda inferior y le enterró dos dedos dentro de ella. O cuando le obligó a tocarle la polla dura. Pensarlo y revivirlo le hacía encender el cuerpo y sus pechos, sus pezones dolían de solo percibir esa sensación exquisita.

Borró esos pensamientos calientes de su mente y de su cuerpo, respiró hondo y se adentro en el edificio. Se anunció en recepción diciendo que asistía para la firma del contrato de trabajo con el Sr. Rivas y le dieron paso hacia su oficina, aunque le informaron que él aún no había llegado.

Se dirigió al ascensor y mientras esperaba a que las puertas se cerraran, tomo de su bolso aquel libro que estaba leyendo “Soy Eric Zimmerman” de Megan Maxwell, el mismo que la había hecho adicta a las alucinaciones de un hombre como él poseyendo su cuerpo.

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