Poséeme romance Capítulo 36

- ¡Mauro, por favor debes escucharme! – le pedía Abril a los gritos desde la calle mientras él solo podía subir la música para no escucharla. - ¡Mauro! – insistía, pero él la quería lejos.

Abril se sentía demasiado culpable, porque no solo había sido estafada por Santino y se había enamorado de él, sino que había lastimado a la única persona que se preocupo por ella y su hermana sin pedir nada a cambio y ella le devolvía engañándolo. Se sentía fatal.

Ella recordaba que en la casa había una puerta secreta que la llevaba al sótano, por lo que no dudó en utilizarla. Debía hablar con Mauro y no se iba a ir sin hacerlo.

Cuando al fin logró estar dentro de la morada, subió a toda prisa las escaleras, escuchando la música que retumbaba en cada rincón de la casa y provocaba que los cuadros en las paredes temblaban producto del efecto de los parlantes a alto volumen.

- ¡Mauro! – gritó intentando que le prestara atención, pero al estar de espaldas a la puerta y con la música a todo dar era imposible que notara su presencia. De pronto, la música se detuvo y eso llamó la atención de él provocando que se diera la vuelta y la encuentre dentro de su habitación.

- ¡¿qué demonios haces en mi casa?! – dijo completamente furiosos y poniéndose de pie para invitarla a retirarse.

- Tienes que escucharme. – le pidió ella a modo de súplica, pero él no quería ni saber de su existencia.

- No quiero hacerlo. – dice dándole la espalda. – retírate de mi casa. – dijo sin mirarla, pero ella no lo haría hasta que no escuchara lo que tenía para decirle.

- Pues yo tampoco quiero irme. – dijo tomando la llave del cuarto de la casa y cerrando con llave, para luego amagar que la arrojaba por la ventana. Solo así lo obligaría a quedarse allí y escucharla.

- Estas enferma. – dice enfadado.

- Debes oírme. – insistió.

Mauro se sentía humillado, pisoteado sus sentimientos y nada de lo que ella le diga iría hacerlo sentir mejor. La amaba más que a nada en el mundo y el saber que otro hombre la había tocado le destrozaba el alma. El saber que se había enamorado de otro lo desarmaba por completo.

Se sentó en la cama y le hizo seña para que comenzara con su explicación, que nada serviría para que se sintiera mejor o la perdonase, pero encerrados allí, solo podía escucharla.

- Comencé a salir con él porque iba a darme el dinero para la operación de mi hermana. Al principio me negué, pero el saber que era imposible conseguirlo me hizo desesperar, por lo que terminé por aceptar su propuesta. Fui su dama de compañía y durante ese tiempo yo no podía salir contigo, fue por eso que rechazaba tus invitaciones. Con el tiempo las cosas fueron cambiando, porque nos empezaron a pasar cosas o por lo menos a mí. – decir esto le dolió en el alma a ella porque sabía que todo había sido un engaño de parte de Santino y se sentía estúpida al respecto. Mauro solo podía escucharla mientras se miraba las manos en silencio. – pero luego resultó ser todo un engaño y deshizo el acuerdo que teníamos y no solo me dejó sin el dinero, sino que se burló de mí. – y al decir esto soltó un sollozo tomándolo por sorpresa y haciendo que la mirara.

- ¿ese acuerdo incluyó acostarte con él? – Mauro sabía perfectamente la respuesta, pero quería escucharlo de su propia boca.

- Si. – musitó tan bajo y eso fue una puñalada al medio del pecho. Cerró sus ojos fuertemente y tuvo que mirar hacía la ventana.

- ¿Cuántas veces? – insistió, quería saber. Pero ella solo podía decirle que eso no importaba, solo que estaba arrepentida. - ¿Cuántas veces? – volvió a preguntar.

- Muchas. – dijo sintiendo mucha vergüenza, pero él quería saber en números, cuantas veces lo había hecho con Santino. – treinta veces. – dijo muy avergonzada.

Abril llevaba la cuenta de las veces que se había acostado con Santino, como así mismo, cuando tenían ese tipo de encuentros donde no llegaba haber penetraciones vaginales, pero contaban como acto sexual. Lo que más le dolía a él era que ella llevara la cuenta de las veces en las que se acostó con ese cretino. Pero había algo que necesitaba escuchar y eso era lo que en verdad sentía por Rivas y por él.

- ¿me quieres? – pregunta dedicándole toda la atención.

- Por supuesto que sí. – le dice ella forzando una sonrisa.

- Pero no me amas. – admite y no tiene que esperar su respuesta. - ¿sabes que es lo que más me duele? Saber que me engañaste con alguien que no solo te uso y destrozó los sueños de tu hermana, sino que se encargó de humillarte ante toda la nación y que además defenderá al asesino de tus padres. – ella bajó su mirada porque tenía razón. – y aunque debería odiarte por lo que em hiciste, no puedo hacerlo. – habla con su voz quebrada y ella intenta tocar su rostro. – no lo hagas. – dijo seguro de quererla lejos. – tu caricia falsa sería como dejarse tocar por una rosa con espinas. Eres veneno. – y esa conclusión terminó por abatirla. – vete de mi casa. – dice poniéndose de pie – y no vuelvas nunca más. –

Ya no había más nada qué decir, solo retirarse derrotada, porque él tenía razón, era veneno y lo que había hecho terminó por matar su imagen ante las personas que quería y mucho.

Por otra parte, Santino no sabía que hacer, el haberse enterado que tenía en sus manos el futuro del asesino de los padres de la mujer que amaba lo ponía en una encrucijada porque solo tenía dos opciones para elegir. El primero, hacer su trabajo para mantenerse en la cima del éxito logrando reconocimiento y haciéndole ganar miles de dólares al estudio jurídico para el cual trabajaba o bien, arriesgar su cabeza a cambio de hacer justicia por los padres de Abril y por sobre todo, por Catalina, aunque esto le costaría su matrícula, su prestigio y su puesto de trabajo. Era simple, o seguir siendo el mejor en lo que hace o arriesgar su prestigio y trabajo por una mujer que lo odia. La respuesta era difícil, pero clara.

- ¿qué sucedió aquí dentro? – preguntó Andrés al regresar al despacho.

- Nada. – dijo tajante.

Para Santino ya era suficiente con tener que procesar que su vida privada había sido mediatizada, que no quería dar lugar a que comenzara con el interrogatorio.

- Yo no te voy a juzgar y créeme que si ustedes se quieren yo… - las intenciones de Andrés eran más que claras. Él sabía que algo serio entre ambos ocurría porque conocía perfectamente la mirada de Abril y no hacía falta conocer las intimidades de su amigo y colega para descubrir que estaba enamorado de su amiga.

- No te lo voy a volver a repetir, mi vida privada no te interesa. – dice tajante y de muy mala gana, aunque él puede sospechar el porqué ese trato ¿será que el saber que supuestamente tenían algo con Abril ha desencadenado todo aquello? Y verdaderamente no se equivocaba.

Durante unas tres horas estuvieron trabajando en silencio, a poco si cruzaban palabras cada vez que necesitaban intercambiar ideas sobre el caso y aunque seguían preparando lo acordado, él estaba en dudas sobre lo que debía hacer en el juicio.

- Santino. – lo llamó una vez más y cómo éste desconocía sobre el tema que iría a hablarle, le dio lugar hacerlo. – quiero confesarte que nunca hubo nada entre Abril y yo. – escuchar aquello hizo que soltara la lapicera.

- ¿qué? – pregunto incrédulo -¿Qué acabas de decir? – definitivamente estaba sintiendo la adrenalina recorrerle el cuerpo.

- Que Abril y yo solo hemos sido amigos, nunca fuimos pareja como te había dicho. – él se puso de pie, realmente quería matarlo.

- ¿es decir, que nunca hubo nada entre los dos? – quiso asegurarse de lo que estaba confesándole.

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