Poséeme romance Capítulo 30

Cuando llegó a su casa y vio a su hermana preparar las maletas con tanta ansiedad, supo que no solo a ella le había hablado el doctor, sino que también lo había comunicado por correo electrónico, el mismo al que su mejor amiga tenía acceso y como era de esperarse, no se contuvo en decirle a Cathy que, p fin volvería a caminar.

- ¡Hermana! – grito con entusiasmo y poniendo anda su silla de ruedas. - ¡Van a operarme! – exclamó con un brillo en sus ojos que provocó en ella que las primeras lágrimas comenzarán a correr por sus mejillas. - ¿Lloras de felicidad? – pregunto la niña inocentemente y Abril solo acaricio su rostro y asintió, poniendo todo de sí misma para no romper en llantos frente a sus ojos.

- Sí, amor. Lloro de felicidad. – y la abrazó.

Erika no era estúpida, la conocía perfectamente como para saber que sus lágrimas no eran de felicidad, sino que algo estaba sucediendo y debían hablar.

- Bueno, necesito hablar con tu hermana. – le dice ella mientras sujetaba el brazo de Abril. – sigue empacando tus cosas que luego comeremos una hamburguesa. – y los ojos de Cathy se abrieron como platos. No había nada que le gustase más que comer hamburguesas con queso.

Abril no tenía fuerzas ni ganas como para evadir el centenar de preguntas que seguro su mejor amiga le haría. Pero en verdad se sentía sangrar por la herida. ¿Quién iría a decirle que terminaría enamorada hasta los huesos de Santino? ¿Quién podría haberle avisado previamente, que la pasión terminaría por convertirse en amor? Si ella hubiera anticipado el sentir su corazón romperse en mil pedazos nunca jamás hubiera aceptado la propuesta.

Ni bien Erika cerró la puerta, ella se detuvo frente a la ventana, a mirar y entonces sí, rompió en llantos con lo que la amiga tuvo la certeza de que algo malo había ocurrido.

- Amor, ¿qué sucedió? – dijo ella mientras se acercaba para abrazarla.

- Lo odio amiga, lo odio tanto como lo quiero. – los ojos de Erika se abrieron como platos. Si bien ella sospechaba y hasta estaba segura que tanta cercanía acabaría por enamorarlos o por lo menos a Abril.

- Cuéntame si así te hace sentir mejor. –

Luego de abrazarla por un rato y esperar a que su llanto sece, se sentaron en la cama y guardaron silencio por unos segundos que se hicieron eternos hasta que Abril comenzó hablar.

Ella le contó que Santino había faltado a su palabra y que no sabía cómo hacer para decirle a su hermanita que no habría operación y que jamás podría pagársela. Estaba desecha.

- ¡que basura! – exclamo con mucha bronca en cada palabra. - ¡qué poco hombre! – siguió expresando su indignación.

Erika estaba tan furiosa y decepcionada de lo que había echo Rivas a su amiga, que sintió que las cosas no deberían de quedar así y que se merecía que tomara venganza.

Cuando ella se enfadaba su necesidad de venganza se activaba y era capaz de hacer lo que sea con tal de sentirse aliviada y por sobre todo, vengada.

- ¿y que harás? – le pegunta preocupada.

La operación era en días y a más tardar el viernes debía tener el dinero en sus manos, pero la pregunta era ¿cómo haría para conseguir U$s 200.000 en menos de una semana? Se confío tanto en la palabra de Santino que jamás pensó en la posibilidad de que él no le entregaste el dinero, pero ahora su realidad la tenía entre la espada y la pared. En primer lugar ¿cómo haría para explicarle a su hermana que de pronto no tiene el dinero? Y en segundo ¿cómo hablarle a su médico informándole que no tenía el dinero para pagar la operación? Tenía dos opciones, tirarse a la cama y llorar o bien buscar la manera de conseguir ese dinero así se alo último que haga.

Cuando ella era “la esclava” de Santino y en una de esas visitas a esos antros que ella misma denominaba “satiros” un hombre de la misma edad que el Sr. Rivas, aproximadamente 35 años. A diferencia de él, este hombre con un cuerpo bien marcado, pero no el típico físico culturista, a ella le daba impresión ese tipo de hombres. Éste en particular no tenía músculos exagerados y una de las cosas que más llamaba la atención en las mujeres era el ancho de su espalda y lo fornido de sus glúteos. Sin mencionar esos ojos miel que hacían juego con el color de su cabello y esa tés trigueña en su piel. Realmente un adonis.

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Días atrás.

En aquel momento cuando Abril cruzó la gran puerta de ese club nocturno, un centenar de ojos se posaron sobre su cuerpo. Santino le había ordenado ponerse un vestido negro que se transparentaba, el mismo que dejaba toda su espalda descubierta y le llegaba hasta las rodillas. El escote era en uno en V y pese a no ser demasiado prominente, la transparencia nos echaba nada a la imaginación.

Santino adoraba sus pechos y no había nada que lo caliente más que verlos erguidos a través de la suave y delicada tela transparente. Sus pezones erectos podían desatar un infierno dentro suyo y ser capaz de tomarla allí, encima de las mesas y presentar a los concurrentes un espectáculo digno de admirar.

Rivas ya estaba empezando a marca su territorio y es que era la primera vez que experimentaba celos respecto de una de sus acompañantes y aunque ofrecerla a otros hombres y mirar como al folla. Estaba escritor n el acuerdo lo cierto es que una parte de él comenzaba a sentir que ella era más que una de las tantas mujeres que firmaron ese acuerdo.

Aquella noche no era cómo cualquier otra, él la había convocado con la intención de formar parte una de las experiencias más placenteras que jamás se le hubiera pasado por la cabeza.

Lo que en un principio para ella había sido extraño, ahora cobraba sentido. Santino quería probar con ella unos aparatitos que funcionaban con electricidad, es decir, estimuladores eléctricos, algo así como las pistolas, si así se les dice, que utiliza la policía para detener a las personas.

Eran una pegatinas que se ubicaban en la ingle y unas “pulas” que iban dentro de su vagina. ¿Era peligroso? Claro que si, por ese motivo él la había mandado a realizarse una serie de estudios cardíacos y por supuesto tener el consentimiento de su parte, dado que si bien estaba dentro del contrato este tipo de prácticas, él, pro alguna extraña razón, no quería lastimarla sino, por primera vez, darle la posibilidad y dársela él mismo de dejarla disfrutar pensando en su placer y no en el propio de él.

Pero Santino tenía que ir arreglar los últimos detalles para que esa experiencia sea la mejor que ella pudiera vivenciar y por eso la había dejado sola, en la barra en tanto él se alejaba y dando la posibilidad para que Gastón se acerque a ella dejando en evidencia sus intenciones.

- Un trago por favor. – simula querer tomar un trago pero su único interés es tener a Abril en una cama. – Gastón, un gusto. – habla mirando sus ojos cafés que lo hipnotizan.

- Hola. – contesto apenas audible. Tenía vergüenza, pese al haber experimentado el sexo con otros hombre se compañía de él, todavía no se acostumbraba a ese mundo.

- ¿tu nombre es? – fingió no conocerla, pero sabía de quién se trataba.

- Abril. – contesto rápidamente y volteándose a ver el lugar a donde se había ido Santino, esperando verlo regresar.

- Bonito nombre. – y sin que ella se percatarse, tomó su mano y en ese momento, percatándose de todo, es que depósito un beso en la parte frontal de la mano y sin sacarle sus ojos de encima. – exquisito perfume. – sus ojos mieles ya eran negros de la excitación que con solo respirar cerca suyo le provocaba.

- Lo siento. – se disculpó y le quitó su mano. – vengo acompañada. –

A ella le parecía atractivo e incluso más que Santino, pero su corazón estaba perteneciéndole a una sola persona y eso significaba serle fiel, a sus sentimientos y a sí misma.

Gastón y Rivas tenían algo así como una disputa. Hacía un par de años aquel se había quedado con una de sus mujeres y desde entonces él intentaba por todos los medios pagarle con la misma moneda, el asunto era que las mujeres que llegaban a la vida de Santino estaban tan satisfechas que ninguna se les cruzaba por la cabeza dejarlo.

- Lo sé, te he visto entrar con Rivas. – y guarda silencio. – seré franco, eres preciosa y permíteme faltarte el respeto al decirte qué tienes un cuerpo que deja loco a cualquiera. De echo daría lo que sea por tenerte una noche. – se detuvo a guardar silencio por unos segundos y continuó. -pídeme lo que deseas y lo tendrás. Hasta el doble del dinero que seguro cobras por ese contrato. – en cuanto escucho esto, ella abrió sus ojos como platos y se asusto, pero él de inmediato le aclaro una cosa – no te preocupes, todos los que asistimos a este lugar de alguna forma lo hacemos para buscar mujeres que deseen abrir un segundo contrato o bien abrirlo con alguno de nosotros. Nadie que no esté vinculado a ese tipo de prácticas sexuales puede entrar al club. – de pronto él pone su mano izquierda en su rodilla y la aprieta, pero por alguna razón ella tiene una sensación electrizante entre medio de sus piernas y desea que siga provocándola así.

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