Relatos eróticos romance Capítulo 9

La miré mientras se tocaba, gimiendo para mí. Ella se encontraba extasiada ya que se había corrido un par de veces, pero yo la obligaba a que continuara. Me encantaba ver esa cara de inocencia ser tan corrompida, que me calentaba de sobremanera. Tanto que tenía ganas de follarla, de hacerla el amor y ver cómo incluso se desmaya del placer.

Sin poder evitarlo, sonreí y la dije que parase, sintiendo como su respiración estaba muy entrecortada. Pero ella no se esperaba lo que iba a venir ahora. Me acerqué a ella y sin avisarla de nada, introducí dos de mis dedos dentro de ella y empecé a moverme en círculos, tocando su punto G que se encontraba arriba de su pared vaginal. Empecé a dar golpecitos ahí y cada golpe era un gemido de su parte, algo que me encantaba de ella, ese dulce sonido que me llevaba al cielo.

—P-para por favor... —Cuando me dijo eso, sabía por qué lo decía, así que deseando esa respuesta, lo hice aún mas intenso y veloz. Quería que se corriera para mí, y de la mejor forma posible: eyaculando, manchándome entera con sus líquidos.

Ella intentaba pararme, apartando mi mano, pero con mi otro brazo, la sostuve sus dos manos por encima de su cabeza y seguí con mi trabajo. Los sonidos de sus fluidos eran música para mis oídos, hasta que finalmente llegó lo que esperaba.

Me manchó entera con sus líquidos transparentes y blanquecinos. Se había corrido eyaculando y al mismo tiempo teniendo un squirt. Me encantaba que pudiera hacer aquello, me era tan provocativo que quería hacerlo una y otra vez, hasta llenar la cama de sus líquidos, hasta empaparla y tener que cambiar la cama entera porque estuviera tan mojada que no nos podriámos ni tumbar.

Ella me miró expectante y asustada, obviamente porque mi cara se encontraba empapada y mis ojos se encontraban cerrados ya que no los podía abrir. Había sido sin duda, una muy buena corrida.

—L-lo siento...no sabía que iba a pasar esto...

Y yo ante eso, me reí, con mi mano aparté los líquidos de mi cara hasta que pude ver y la miré fijamente.

—No te preocupes, es lo que pretendía que hicieras. —Me acerqué a ella y la besé con  fuerza. Yo aún no estaba complacida, y deseaba que ella me tocara. Sentía como mi coño palpitaba y como estaba mojado, expectante de ella.

—Quiero que me hagas correr a mí también, pero quiero que lo hagas como yo te he enseñado ahora mismo, quiero que me hagas correr de la manera que yo te hice a ti. ¿Entendido? Si no lo consigues, tendrás un castigo muy malo. —Me acerqué a su oído y lo mordí con fuerza, recibiendo un gemido modo quejido de su parte.

Ana asintió muy tímida y yo, facilitándola todo, me tumbé bocarriba y me abrí de piernas. Ella se me quedó mirando la parte baja y yo dudosa, pregunté.

—¿Qué sucede?

—No sé como empezar...

—Haz lo que te gustaría que te hicieran a ti para sentir placer. —En cierto modo, sentí ternura ante aquella reacción ya que, que ella no supiera que hacer, hacía que quisiera protegerla de todos los sentidos. Que solo fuera mía.

Ella asintió y mordiéndose el labio, se acercó tímidamente y empezó a pasar su dedo por encima de mis labios hasta llegar al clítoris y volver a bajar. Eso hacía que me extasiara de sobremanera, quería que me follara ya, pero tenía que ser paciente.

Ella seguía dubitativa, tocándome suavemente mi parte íntima.

—Estás muy mojada... —dijo Ana a lo que yo sonreí. ¿Como no iba a estar mojada? Si su simple presencia hace que me ponga como una moto.

Y sin previo aviso, metió un dedo en mi vagina  haciendo que arqueara mi columna. Se sentía bien, muy bien a decir verdad. Ella me miró nerviosa, y sin apartar el dedo de mi entrada, se acercó a mí boca, que se encontraba entreabierta, y empezó a besarme. Mientras me besaba movía su dedo haciendo sonidos que me encantaban. Mi aliento se volvió pesado, porque ella lo hacía con tanta sutileza que me estaba extasiando.

—Hazlo más rápido. —ella dejó de besarme y me miró con el ceño fruncido.  Y de repente sonrió.

—Yo también sé ser mala.

Y me chupó el cuello.

Y cuando me quise dar cuenta, introdujo dos dedos en mi coño y empezó a moverlos haciendo palanca. Sientiendo como chocaba sus dedos en mis paredes. Gemí con fuerza, se sentía demasiado rico y sentía que estaba a punto de correrme.

Y cuando creí que no podía ser mejor, me empezó a supcionar el pezón derecho y después el izquierdo.

—M-más. ¡Sí, sí!

Y al final me corrí, arqueando la espalda, sintiendo como palpitaba mi vagina. Pero ella siguió, no paraba y cuando una se corre, su parte es mucho más sensible, y yo lo era bastante; así que no paraba de gemir. De pedir que parara.

—P-para. Por favor —dije suplicante. —¡Aaah! —me volví a correr. Jamás que había corrido tantas veces seguidas y esto era demasiado para mí.

Me las pagará. No sé como pero lo hará.

Y tras varias corridas, ella paró y sonrió. Cuando se lo proponía lo hacía todo muy bien. Y es más, diría que fue de las mejores en la cama.

Dos días después...

Desde aquel día, no volvimos a hacer nada. Y Ana estaba bastante rara, no sabría cómo explicarlo, pero se encontraba muy callada.

—Ey, ¿Te pasa algo?

—¿Umh? —ella seguía removiendo el café con la cuchara como si pensara en algo, pero sin pensar en nada.

Ella negó con la cabeza, y siguió con el café, como si fuera lo más importante del universo. Y yo, cansada, empecé a tomar mi zumo.

—¿No te gustaría tener hijos? —soltó de la nada, a lo que me atraganté con el jugo. Me salió por la nariz, una sensación horrible, en verdad.

—¿A qué viene esa pregunta?

—Pues... Es que a mí me gustaría tener hijos, pero ninguna de las dos tenemos espermatozoides.

—¿Y? Podemos adoptar a un niño o niña.

—Pero me gustaría que fuera de mi sangre... —y su voz fue cada vez más suave, hasta que no la escuché lo que decía.

Pero en parte me dolió lo que dijo, porque me sentí que no era suficiente, y que no podía complacerla del todo. Pero quería hacerla feliz.

—Entiendo... ¿Y por qué nunca me lo dijiste?

—Igual como nunca te dije que soy bisexual. —a lo que fruncí el ceño. ¿Qué quiere decir eso?

—¿Y qué pasa con que seas bisexual?

—Quiero tener a un hombre a mi lado y que me dé un hijo.

Mi corazón empezó a latir con fuerza. Jamás creí recibir esa respuesta. No me importaba que fuera bisexual, pero ¿Acaso me está diciendo que quiere cortar conmigo? Empecé a temblar. No entendía como de repente su pensamiento de estar conmigo y hacer lo que fuera por mí, cambiara de la nada, a querer un hombre en su vida y tener un hijo.

Todo era demasiado confuso. Tanto que algo se me escapa de las manos.

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