Romance Prohibido romance Capítulo 10

Emy estaba cambiando sin lugar a dudas, no supo cuándo fue la última vez que su hermana de 11 años había dejado de hablar de muñecas y ahora solo le contaba con irritación el comportamiento de algunos de sus compañeros de la escuela. En vez de juguetes había mostrado algunas revistas para su vestido de 15 años que, desde ya, estaba preparando. En alguno que otro comentario habló insistentemente de un chico que supuso le caía mal, y entendió que los tiempos avanzaban a la velocidad de la luz, porque ella a su edad solo pensaba en las Barbies que estaban por salir, pero por supuesto su hermana no se parecía ni un ápice a ella.

Una película de High School Musical estaba terminando, y Ellie agradeció que esto estuviera sucediendo. Definitivamente su hermana pre adolescente ya no era su niñita consentida, y en definitiva debía donar las muñecas que había comprado hace unas semanas atrás para ella.

Los toques de la puerta hicieron que ambas se levantaran de la cama, pero su madre no esperó que alguna de ellas abriera para entrar apresurada.

—¿Qué hacen aquí todavía? Su padre está preguntando por ustedes dos…

Ellie acomodó su vestido suelto y luego puso la mano en la cabeza de Emy.

—Teníamos unos asuntos pendientes ¿No es así?

Su hermana asintió traviesa.

—¿Eliot ya llegó? —preguntó de vuelta.

—Si todos están abajo, ya casi servimos el almuerzo, por eso vine por ustedes —informó su madre haciendo un ademán con la mano para que salieran de la habitación.

Cuando bajaron las escaleras de su casa, y decían una que otra cosa hacia Emy, una voz dura y conocida, paralizó el cuerpo de Elizabeth haciéndola detener justo en los últimos escalones. Como pudo tragó en seco y luego trató de asomarse agitada hacia el comedor, pero le fue imposible ver nada desde su sitio.

Estaba segura de que había escuchado la voz de ese hombre, porque aún lo tenía en su mente a pesar de que ya pasaron varios días. Podía incluso sentir su mirada inquisitiva en toda ella, como si de alguna forma, la mirara desde algún sitio.

Helena frunció el ceño frenando también su caminar y vio el rostro pálido de su hija como si hubiese visto a un fantasma.

—¿Te encuentras bien, Elizabeth? —Ellie escuchó la insistencia de su madre, y vio como le indicó a Emy que se adelantara a la mesa—. Estás pálida, ¿te sientes mareada?

La chica solo negó, pero en segundos su madre llevó las manos al rostro y en seguida cambió de color inmediato.

¿Qué pasaba con su madre?

—¡Oh Ellie!, ¿acaso estás embarazada?

¡QUE!, un grito resonó en la mente de Elizabeth como si solo el pensarlo la martirizara.

Ella quiso tener bebés desde el inicio de su matrimonio con Michael, pero él le había dejado claro que eran muy jóvenes y que todo esto interferiría con sus negocios. Así que desde ese momento la puso en control con un ginecólogo especializado y ella se puso una banda en el brazo para que esa posibilidad no existiera. Para cuando llegaron a los dos años de casados, Ellie volvió a asomar la posibilidad, pero Michael la envió de vuelta a renovar su anticonceptivo.

En la amargura, Elizabeth eligió uno con una duración de 5 años. Así que no, la posibilidad de un embarazo era nula, y eso contando a que sus relaciones sexuales eran escasas.

Ella vio como las lágrimas de su madre estaban comenzando a salir y se apresuró en aclarar el malentendido.

—Mamá, no… No es lo que piensas… —susurró agitada. Helena dejó caer los brazos decepcionada, y luego limpió el orillo de sus ojos.

—Por un momento lo pensé, y me emocioné, no sé, vi algo diferente en tus ojos.

Ellie negó.

—Quiero… Quiero ir un momento al baño, ¿te adelantas?

Helena asintió y caminó rápido hacia el comedor mientras ella aprovechaba y se escabullía a cualquier rincón.

Como pudo, Elizabeth se escurrió por algunas paredes y encontró un punto perfecto para observar en dirección del amplio comedor que era abierto hasta llegar a las puertas del jardín. El pecho de la chica estaba agitado mientras su corazón resonaba en sus oídos. No podía controlar sus manos temblorosas, ni tampoco en como su cuerpo conmocionado reaccionaba ante la prontitud.

Su mirad se desvió a todos los que estaban presentes. Su papá parecía regañar a Eliot, mientras Emy tomaba asiento y alguien le… Le sacaba la silla con una sonrisa en el rostro.

Allí estaba ese hombre, allí estaba el dueño de esa voz grave, ronca y estremecedora.

Ellie tomó la pared para sostenerse mientras barría la mirada por todo su cuerpo. No estaba vestido de traje, pero igual él parecía un hombre sacado de una revista. Reprimió sus ojos y puso la frente en la pared fría mientras negaba una y otra vez.

¿Por qué su padre lo había invitado justo hoy?

—Helena, ¿dónde está Ellie? —la voz de su padre se escuchaba un poco irritada y Elizabeth se estremeció.

Debía salir, necesitaba hacerlo ahora mismo. Solo que no sabía que iba a hacer, la tensión estaría con ella de nuevo, ¡todo se volvería una bendita mierda de nuevo!

—Fue al baño, pero ya está tardando, iré a buscarla —cuando su madre dijo la oración ella supo que no tenía de otra.

Ordenó a sus pies caminar y apretó sus puños mientras tomaba el aire que pudo.

Con pasos firmes comenzó a andar hacia el lugar mientras los ojos de Dereck se alzaron en su entrada.

Él pudo verla desde los dedos de sus pies descubiertos en unas sandalias bajas que se sujetaban a sus tobillos, pudo ver sus uñas pintadas de rosa pálido que hacían que sus pies se vieran perfectos. Subió hasta sus delgadas piernas, firmes y tonificadas, pero solo se detuvo por un momento, en el golpeteo que hacia su vestido contra sus bellos muslos.

Elizabeth no estaba vestida en su traje habitual de pantalón y chaqueta de oficina, que, aunque le quedaba muy bien a su gusto, este vestido sencillo, le hacía parecer una chiquilla caliente que estaba alertando cada célula de su cuerpo estremecido.

Justo cuando subió de sus caderas hacia su bello rostro, no pudo dejar pasar como su cabello suelto caía en ondas grandes por sus brazos y su cuerpo.

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