Romance Prohibido romance Capítulo 2

Con el lapicero en su boca, Ellie seguía con la mirada perdida. El día estaba en un tono gris oscuro, y con algunos relámpagos al final de la ciudad.

Un suspiro salió de su boca y luego comenzó a golpear su escritorio con el lapicero. Estaba tan aburrida, tan confusa, tan triste.

Deslizó la mirada a su pantalla, eran las 10 de la mañana, tenía un montón de trabajo por hacer, pero sus manos no respondían porque su mente solo estaba en la noche de ayer.

Se sentía miserable, literalmente eso era lo que su cuerpo insatisfecho le reclamaba ahora mismo, porque no podía dejar de recordar el momento en que Michael llegó a casa y tuvo sexo con ella, pero como todas las veces, nada daba resultado. Ella solo quiso pensar en una película que había visto, una que despertó algunas sensaciones en su cuerpo dormido días anteriores.

Así le llamaba Michael, cuerpo dormido y frígida, porque simplemente no podía sentir algún placer cuando estaban en la intimidad. Negó varias veces para colocar su palma en la frente que ya se estaban asomando algunas gotas de sudor, sus pensamientos estaban mal, y si seguía como seguía, ella debía ir a un psicólogo, porque tal vez tenía un problema muy serio.

Estuvo segura por un tiempo que, cuando sus amigas hablaron de esa película erótica, ella tendría mejores resultados. Preparó todo sabiendo que su esposo llegaría más temprano en la noche, y se colocó unas prendas que le parecieron bonitas de una tienda de lencería que era resonada ahora en Memphis.

Las escenas estaban en su cabeza, ella pondría de su parte para alcanzar la maravilla que sus chicas describían, y que hipócritamente les aseguraba experimentaba todo el tiempo con su marido. Pero la verdad es que Elizabeth Hansen, jamás en su vida había alcanzado un orgasmo.

Todo su trabajo se vino abajo cuando Michael le dio una mirada:

—¿Qué clase de mierda es ese atuendo? ¿Acaso eres una puta? —despotricó su esposo nada más entró a la habitación.

Ella se revisó rápidamente mientras sus piernas temblaban en anticipación. La mujer que le había vendido la lencería dijo que no era vulgar y que le quedaría bien a ella, prometiendo que su marido quedaría boquiabierto. Ellie no supo donde quería meterse y solo pudo gesticular una sola palabra.

—Lo siento…

Con un par de zancadas su marido llegó hasta ella y luego le atrapó el brazo con rudeza.

—¿Qué tienes en la cabeza, Elizabeth? ¡No quiero a una zorra como mujer!, compórtate como la mujer casada que eres…

—Yo… —Los labios de Ellie temblaron, su plan se había arruinado, y definitivamente olvidó la película por completo—. Solo quiero que ambos podamos sentirnos cómodos haciendo el amor, Michael…

—No es mi culpa, querida Ellie —Apretó sus palabras con un poco de rabia—. El problema eres tú, y con todo esto solo me alejas, a veces ni siquiera me apeteces…

Michael dio una mirada larga a su cuerpo y luego tensó la mandíbula, como si hubiese cambiado de opinión. Nadie en su sano juicio rechazaría una mujer como ella.

Sus manos comenzaron a tomar sus caderas y luego la empujó a la cama.

—Pero ya que estás tan urgida de sexo, pues no me queda de otra…

Elizabeth sabía que esto no los llevaría a nada, sin embargo, solo serían unos minutos, lo único que le preocupaba todo el tiempo, era que su intimidad quedaría resentida después del acto, porque ella ni siquiera alcanzaba a mojarse como era debido.

Definitivamente tengo un problema, se repitió en su mente mientras Michael entraba en ella varias veces y escondía la cabeza en su cuello. No se molestó en moverse o en abrazarlo, en algunas ocasiones lo intentó y él parecía fastidiarse con su intensión.

Entonces contó los minutos y como todo el tiempo, él se rodó sobre ella después de descargarse, y luego la besó para decirle que había estado genial.

Negó apretando los ojos y volviendo de su recuerdo. Toda su mierda estaba llegándole al cuello, y no sabía por cuanto tiempo podía soportar toda esta indiferencia.

Frente a la gente, Michael era el esposo que todas querían tener, atento, cariñoso, y comprensivo, sus amigas vivían botando la baba en cada charla, y su familia… esa era la peor parte; Ellie les mentía sobre su relación, porque si algo estaba fijado en su núcleo familiar, era que los matrimonios debían permanecer para siempre y que era lo más sagrado que uno podía tener. Por lo tanto, un divorcio era algo totalmente imposible, un tema intocable en las posibilidades de Ellie.

Y no solo eso, muchas cosas estaban en medio, sus familias prácticamente eran socias en todos sus negocios.

Michael y su familia poseían pequeñas empresas de comercialización de alimentos aquí en Memphis; él era el segundo hijo de los Hansen, junto con su hermano mayor, Adem. Sus padres Benjamín, y Margaret Hansen, comenzaron hace unos años el negocio, hasta que llegaron a contactarse con Jarod, el padre de Ellie, para que luego hicieran una alianza comercial.

Ambas familiar cayeron como anillo al dedo, la empresa de los Hansen constaba en importar y exportar productos alimenticios, y la familia de Ellie, los Morgan, la producían.

Jarod tenía miles de hectáreas dispersas por los Estados Unidos, pero principalmente, sus mayores ganados y espacios de producción, residían en Texas. Sostenía no solo la producción animal, sino también vegetal, y si se iba a la realidad, la producción alimentaria era una de las empresas más sostenibles que generaban grandes ganancias en los Estados Unidos, el comercio alimentario era sólido por el motivo de ser la necesidad número uno para el sostenimiento de la vida de una persona.

Si se colocaba en un punto de comparación, la riqueza de los Morgan sobrepasaba unas 10 veces a los Hansen, pero eso no importó mucho a Jarod cuando vio en Benjamín, la capacidad de trabajo y de emprendimiento en el hombre. Harían un buen equipo, y eso pudo verse reflejado durante todos estos años juntos, contando los 4 años de casados que cumpliría la pareja que selló y afianzó la alianza empresarial.

Sin embargo, en los últimos 5 meses, las cosas se estaban colocando complicadas, muchas comercializadoras estaban saliendo a flote con nuevos proyectos y mejores presentaciones, las cifras estaban cayendo notoriamente y esto estaba inundando de tensión las reuniones y los encuentros familiares. Eso sin contar que la parte financiera solo estaba en manos de Ellie Hansen.

Ni una firma, ni un papel, salía de esa empresa si no fuera por su autorización.

—Señora, Hansen, la reunión comenzará pronto —Lindsay, su secretaria personal, llegó a su escritorio tocándole el hombro para que ella despertara de su despiste.

Ellie asintió con una sonrisa y luego cerró su computadora portátil.

—¿Michael está allí? —preguntó a su secretaria, mientras tomaba algunas cosas para ir a la sala de juntas.

—No lo he visto, Señora Hansen, pero creo que está en la empresa.

Ellie asintió y luego le dio unas carpetas para que Lindsay archivara. La palabra señora aún no la pasaba completa, aunque realmente con sus 24 años, casi 25, ella se sentía como una vieja.

Amargada y aburrida.

El edificio donde estaban ubicados se encontraba en el centro de Memphis, no era un edificio costoso, ni lujoso; constaba de 5 plantas, amplias y espaciosas, todas debidamente organizadas por Elizabeth, para que el desarrollo de sus empresas funcionara al 100%.

Jarod, no era muy apegado a estar en una oficina, solo se hacía presente en momentos como este, en donde tendrían una reunión, una que tenía a Ellie de los nervios y con la mente confusa. El padre de Elizabeth se concentraba más en la acción, aunque su hija le había dicho en repetidas ocasiones que ya era muy viejo para esos trotes y que había gente a cargo que tenía esas responsabilidades.

Pero de cierta forma Ellie lo entendía, él había trabajado demasiado duro para levantar un negocio como este, uno que se estaba escurriendo de sus manos, y ella aún se preguntaba ¿Por qué?

Caminando hacia el salón, vio que todos ya estaban sentados en la mesa larga, y por supuesto su marido no estaba presente, así que sí, ella debía tener cualquier excusa pendeja hacia su padre, de nuevo.

Saludó al personal, allí estaban algunos gerentes de la empresa, abogados que estaban haciendo actos de presencia, su padre que estaba sentado en toda la punta de la mesa como feje principal, mientras que el padre de Michael, Benjamín, estaba a su lado izquierdo.

Todos se colocaron de pie, ella era la única mujer presente, pero estaba acostumbrada, Ellie pisó esta empresa desde que solo era una construcción vieja y ella tenía 10 años cuando eso.

—Padre… —Saludó Ellie llegando hasta el puesto de Jarod dándole un beso en la mejilla, para luego girar y hacer un ademán con la mano a los demás—. ¿Cómo están?

Elizabeth se volvió a su suegro y él le dio un abrazo efusivo, apreciaba a su suegro con sinceridad, algo que no podía decir de su suegra, porque la madre de Michael se había convertido para ella, como una piedra en el zapato. Jamás pudo tener armonía con esa mujer.

—¿Dónde está Michael? —la pregunta llegó a sus oídos una vez tomó asiento y alzó las cejas mientras su padre esperaba una respuesta.

—Creo que debe estar haciendo el recorrido.

Jarod dio un puño a la mesa y luego negó.

—Papá… —susurró Ellie tomándole del brazo.

—Estoy impaciente Ellie, la reunión debía comenzar hace 15 minutos, él debería estar aquí antes que yo…

Ella pasó un trago y luego desvió los ojos hacia Benjamín pensando que él podía excusar a su hijo, pero nada salía de su boca, el hombre parecía no importarle que Jarod dijera nada de Michael.

—Si quieres, puedo ir por él, no debe estar muy lejos…

—No, comencemos… ¡Ida…! —Jarod llamó a la asistente de Michael que estaba de pie en la puerta—. Cierra y que nadie entre, sea quien sea…

Elizabeth observó a su padre con los ojos abiertos, lo veía realmente enojado y frustrado y eso de cierta forma la incomodó. «¿Había pasado algo más que las cifras bajas?», Pensó de inmediato mientras su padre abría una carpeta gruesa y comenzó a pasar hojas para todos.

Ellie tomó el par de hojas que estaban unidas por una grapa y sus ojos se agrandaron cuando vio allí plasmado una escala devastadora para la empresa. «¿Qué significaba todo esto? ¿Qué eran esos despachos que se marcaban en rojo?»

Ella quiso preguntar enseguida, pero la voz de su padre se esparció por todo el salón dejándolos en silencio.

—Estamos en problemas serios…

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