Romance Prohibido romance Capítulo 24

Ellie golpeó varias veces los brazos de Michael, incluso se rastrilló ella misma buscando quitar los dedos que estaban ahogándola, y cuando sintió que iba a perder la conciencia ella fue arrojada duramente al suelo.

Cuando cayó al suelo sintió un pinchazo que ardió en su palma y rápidamente se dio cuenta de que algún vidrió que quedó se había incrustado en su palma. Sin embargo, ahora por lo que luchaba era por el aire. Tosió varias veces, mientras gateó un poco para sentarse, pero nuevamente fue tomada y como si fuera una muñeca de trapo fue levantada del suelo.

Su boca temblaba mucho, pero su miedo cambió en el instante en que el rostro de Michael se transformó a uno con pena.

—Ellie… te has cortado… yo… —ella desvió la mirada a su palma y vio que la sangre estaba literalmente corriendo por su brazo.

Llevó su otra mano presionando el lugar, pero supo que sería en vano, un vidrio estaba incrustado, y debía hacer algo por esa herida.

—Ven… lo sacaré —dijo Michael mientras buscaba desesperado algo para ayudarla.

—Déjame —Ellie se soltó de su agarre mientras hizo una mueca.

Pero el rechazo de la chica volvió a enloquecer al hombre y la tomó nuevamente del brazo y la estrelló contra la pared.

—¡No me dices lo que debo hacer! —le gritó en la cara mientras la arrinconaba—. Si quiero tocarte, lo hago, ¡hago lo que quiero!

Por primera vez en la vida, Ellie tomó toda su fuerza y lo empujó a pesar del dolor que se estaba intensificando en su mano. El arrebato solo le salió más caro porque Michael volvió a estrellarla contra la pared, y esta vez ella perdió el conocimiento.

Un fuerte dolor vino como una punzada cuándo Elizabeth intentó abrir los ojos. Le dolía la parte trasera del cráneo junto con una contractura que sintió en su cuello al intentar moverse un poco.

Cuando logró abrir los ojos, estaba en la habitación principal de su casa, donde dormía Michael, y solo una lámpara estaba encendida iluminando muy poco el espacio.

Hizo una mueca cuando quiso sentarse, la sien le palpitaba y la espalda se resintió. Pero había olvidado totalmente su mano, hasta que se estremeció con el escozor como si su piel se abriera de nuevo. Había asentado la mano para mantener el equilibrio mientras se acomodaba, y se dio cuenta de que la venda que ahora tenía en su mano, se estaba empapando en sangre.

Un quejido salió de sus labios, y luego vio una sombra que se acercaba a ella.

Alzó la mirada mientras apretaba su mano, parecía que todo en su cuerpo se estaba despertando.

—¿Cómo estás? —Michael le preguntó mientras arrimaba una silla acercándola a la cama y la chica pudo evidenciar que su rostro era un desastre—. Llamé a un médico, te sacó el vidrio y vendó la mano… dijo que tomaras estos analgésicos.

El hombre se dio un poco la vuelta y tomó algunas pastillas que estaba encima de la mesa, y le acercó un poco de agua. Su mano se quedó extendida cuando Ellie se lo quedó mirando fijamente.

—Debo ir al hospital —dijo por fin después de largos segundos—. Me duele mucho la mano, y está sangrando de nuevo… ¿A qué médico llamaste?

El rostro de Michael se veía irritado, sin embargo, Ellie vio cómo se las arregló y tomó el aire.

—Yo mismo te quité el vidrio y te puse un vendaje, también fui a la farmacia. No hay por qué alarmarse, no es nada del otro mundo.

Todo dentro de la chica se resumió en una sola palabra. Ira

—¿Estás consiente de lo que estás diciendo? ¡Tengo una herida abierta!

El hombre frunció su ceño y luego se puso de pie.

—Es tú culpa… no debiste alimentar mi enojo, sabías que ya estaba tenso por la otra vez y vienes y me retas delante de ese tipo —Michael volvió a la silla y luego se acercó a su rostro y lo tomó—. Elizabeth, no te conviene hacerte la fuerte, tú eres débil, y yo soy quien te lleva, te encamina, te direcciona. No puedes hacerme ver como un idiota frente a la gente con tus acciones…

—¡Cállate! —Ellie alzó la voz mientras quitó la manta de sus piernas.

El hombre se levantó junto a ella y luego se interpuso en su camino.

—¿Qué dijiste? —la pregunta fue como una amenaza.

Las lágrimas comenzaron a bajar por el rostro de Ellie, porque sentía adolorido su cuerpo, no estaba soportando su cuello y su mano le ardía insoportablemente. Toda ella palpitaba en un solo dolor, y estaba tan harta de llorar y de sentirse como una mierda, que no le importó si el mismo hombre que se decía llamar su marido la mataba hoy o no.

—Dije, cállate —volvió a decir y esta vez acentuando cada palabra—. ¿Qué vas a hacer? ¿Vas a seguir golpeánDom? ¿Qué vas a golpear? Por supuesto no golpearás mi cara, eso lo puede ver todo el mundo y, ¿Qué dirá la gente? No, es imposible, nadie puede decir nada sobre ¡el gran Michael Hansen! ¡No podrán decir que eres un maldito que odia a su mujer!

El grito final desgarró la garganta de Elizabeth. Los sollozos prosiguieron después de eso, mientras Michael aún estaba incrédulo por lo que estaba escuchando.

Dio dos pasos para irse, Michael aún se interponía entre su paso, pero cuando ella llegó a su lugar, él se quitó lentamente sin dejar de mirarla en un solo instante.

La chica caminó rápido mientras sostenía su mano herida, hubiese querido tomar los analgésicos, pero por nada del mundo volvería a esa habitación. Abrió la puerta del lugar donde ya se había acomodado días antes, y se fue directo al baño para buscar un botiquín y lavar su mano adolorida.

Se quitó la venda haciendo gestos lastimeros, y la tiró en el bote de basura. Abrió el botiquín con una sola mano y luego dejó que su mano herida se metiera debajo del agua. Sus ojos se cerraron, sentía alivio, pero a la vez ardor, su cuerpo se estremecía por completo y encendió algunas luces para visualizar mejor su herida.

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