Romance Prohibido romance Capítulo 64

Cuando Dereck llegó nuevamente al hospital, vio que Helena y sus dos hijos estaban sentados en unas sillas, con los ojos cerrados. Comprobó la hora de su reloj, eran las dos de la madrugada, y sabía que todos estaban cansados por la agitación del momento. Llegando hasta el lugar le tocó el hombro suave a la mujer, por lo que ella parpadeó.

—Deberías ir con ellos a dormir. Yo me quedaré aquí…

La mujer negó, y zafándose de ambos pudo levantarse.

—La vi por un momento, pero ella no estaba consciente aun… —dijo Helena con un tono de esperanza.

—Tal vez ella no despierte hasta mañana, está muy débil, y tú también, déjame que llame a alguien que los lleve y te prometo que no despegaré de aquí. No hacemos nada dejando a los chicos pasar la noche en esas sillas incómodas.

Helena giró hacia sus hijos y luego asintió.

—Está bien. Pero por favor, llámame si surge algo. Estaré aquí muy temprano, y los dejaré a ellos en casa.

Dereck asintió lento y luego llamó un servicio de taxi para que llevaran a Helena a casa.

Después que se despidió de ellos, fue directo al lugar de enfermeras, por la hora, solo veía uno que otro personal deambulando por los pasillos. Y cuando vio a la misma mujer que enfrentó unas horas atrás carraspeo.

—Señorita… —la enfermera se dio la vuelta y lo miró un poco exaltada—. Me informaron que Elizabeth Morgan está en un cuarto de UCI.

Ella asintió mientras tomó una tableta larga.

—Así es. Ahora mismo está sedada, si quiere puede ir a descansar, mañana habilitaremos las visitas.

Hunter apretó sus dientes.

—No voy a irme… pero quiero pedirle cinco minutos, necesito verla. Por favor…

—Eso es imposible… Por órdenes médicas no puede recibir visitas hasta mañana.

Dereck se desabrochó un botón de su camisa un poco hastiado, y la mujer abrió los ojos cuando evidenció que su camisa estaba manchada de sangre y sin hablar de sus manos rotas.

—Le aseguro que solo serán cinco minutos, ella lo necesita y yo lo necesito. En cambio, puede pedirme lo que esté necesitando ahora en su familia, lo que quiera…

—Señor…

—Hablo en serio —La interrumpió—. Por favor, lléveme con ella.

La mujer suspiró resignada y luego puso la tableta en el muro para girar hacia todas partes y con una seña le indicó que la siguiera.

Entre nervioso y ansioso, Dereck caminó detrás de ella siguiendo su ritmo, y su corazón se aceleró más cuando se detuvieron en una puerta que decía: unidad de cuidados intensivos.

La mujer abrió comprobando que no hubiese nadie pasando algún tratamiento y luego se giró hacia él.

—En cinco minutos estaré aquí, sacándolo, así me amenace de muerte —Hunter no pudo evitar sonreír mientras negó.

—Lo entiendo…

La mujer asintió invitándolo a pasar y luego cerró la puerta para dejarlo solo, y hasta ese momento la realidad golpeó duramente su cuerpo.

Ellie estaba en ropa interior. Tenía un vendaje apretado en su estómago, y se podía ver las manchas rojas que sobresalían del adhesivo y las vendas. Todo en él se estremeció cuando la vio con la manguera de oxígeno puesta en los orificios de su nariz, mientras mantenía la boca cerrada.

En unos pasos se acercó a ella, tratando de aprovechar el tiempo al máximo y poder al menos rozar su piel. Ella debía saber que él estaba aquí, aun en su estado de inconsciencia. Necesitaba hacerle saber que la estaría esperando, y pese a todo lo que tuviera por retractar, en cuanto viera su mejoría, se la llevaría de esta ciudad.

Y le importaba un carajo lo demás.

Deslizó sus dedos con los de ella. El aire frío y todo por lo que había pasado no le hacían cambiar esa calidez que le pertenecía solo a ella. Dereck no pudo evadir todo lo que se estremeció en él al sentir su tacto caliente, y no dudó en llevar sus labios a su mano y besarla varias veces.

—Estoy aquí… perdóname… perdóname por irme. Te prometí nunca dejarte sola, y te fallé. ¡Perdóname, mi amor! —después de que las gotas bajaron por sus ojos, la palma de su mano reposó en el vientre de Ellie mientras un sollozo se le escapó—. Perdóname bebé, no pude protegerte. No pude…

Se inclinó lo suficiente y besó el vientre de Ellie para luego subir hasta su rostro y acunarlo. Besó sus ojos, sus mejillas, y besó sus labios.

—Nos iremos pronto. Volverás a la vida, y tus días serán felices, mi amor…

La puerta se abrió de golpe, pero él no se inmutó de su puesto. Ya sabía que iba a pasar, tendría que dejar a Elizabeth sola de nuevo, y ese hecho le dolía muchísimo. Llevó el dedo pulgar e índice a sus ojos para restregarlos y dio un último beso en su boca susurrando: —Te amo… espero que despiertes pronto.

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