¡Se busca un millonario! romance Capítulo 10

POV: Ashley.

Escucho la voz de Adelfa y me parece que me llama. Dejo lo que estoy haciendo y espero, pero no escucho nada más. De igual forma decido ir a su encuentro, para verificar que no necesita de mí. Atravieso la librería y llego a la puerta que colinda con la cafetería; lo que veo, me provoca un pinchazo de decepción.

William. Steph.

Juntos.

A pesar de todo lo que ya me dije a mí misma, sí me afecta verlos. Hasta último momento pensé que Steph se negaría, pero al parecer, no lo hará. Ahora me toca aguantarla cuando regrese.

Él se acerca a ella y le dice algo, creo leer en sus labios un halago... «estás hermosa». Mi pecho se aprieta y quiero dar la vuelta e irme, pero me mantengo en el lugar, soy así de masoquista.

William extiende su brazo, para que Steph lo acepte y ella, antes de hacerlo, mira a su alrededor. Me escondo un poco para que no me vea, por si es a mí a quien busca. Cuando toma su brazo, mi alma cae al suelo y mientras se van, miro su espalda.

«Y me despido así, de todo lo que podía haber sido».

(...)

Son cerca de las seis de la tarde y me ha pasado de todo. No acabo de poner la cabeza sobre los hombros y eso me afecta. Es la quinta vez que Adelfa llega a mi lado para señalarme algún error.

—Ashley, ¿por qué no te vas? —pregunta, por último. Yo niego, avergonzada. Sigo haciendo mi trabajo—. Ashley, insisto. Vete a casa.

—No es necesario, es solo que tengo un mal día, ya no pasará nada más —aseguro, preocupada porque de este trabajo depende toda mi familia y el futuro de mi hermano.

—Ashley...es una orden —escucho su voz gruesa y seria. La miro, con los ojos aguados, no sé si de rabia, dolor o vergüenza—. Mañana nos vemos.

Afloja su mirada y yo me relajo un poco.

—¿Mañana puedo entrar un poco antes? Terminaré mi trabajo de hoy y...

—Mi niña, ve a casa y regresa mañana a la misma hora de siempre. Ve a estudiar, luego encárgate de tu madre y si no hay problemas, ven a trabajar. Aquí estará tu pago completo.

La abrazo, mientras unas pequeñas lagrimitas salen de mis ojos. Adelfa se tensa en mis brazos, pero luego se relaja y me da unas palmaditas en la espalda. Ruedo los ojos con su forma de ser, ella no es muy cariñosa y estos gestos que la toman desprevenida, la ponen incómoda.

Recojo mis cosas y salgo, por la puerta de atrás. No quiero siquiera encontrarme con los tortolitos, suficiente tendré cuando Steph llegue a la casa y quiera contarme cada detalle de su cita.

Mientras camino hacia mi casa, voy pensando en la amistad de Steph. ¿En verdad, no se habrá dado cuenta de cuánto me gusta William? ¿Será que no le importa? Quiero pensar que no es así, que ella ignora mis sentimientos por él y que por eso aceptó su invitación. Es mi culpa por ser tan retraída, me cuesta mucho confiar en las personas y aunque Steph se ganó su puesto de mejor amiga a pulso, no he sido del todo sincera con ella.

Mi atracción por William comenzó hace tres años, es tiempo suficiente para que al menos haya hablado de él, mencionado su nombre o halagado su presencia. Pero no.

Tal vez el hecho de que mi padre engañó a mi madre en su peor momento, me haya afectado a mí, porque yo fui la que tomó la decisión de asumir la responsabilidad y darle a mi madre una vida tranquila. No me arrepiento de nada. Por más que mi cuerpo pida a gritos un descanso, mi hermano depende de mí, mi madre depende de mí. Siempre dejaré, por ellos, todo de lado.

Que Steph se quede con su millonario. Yo no necesito de ninguno para ser feliz y mucho menos, para que me mantenga.

Cuando llego al viejo edificio, coincido con mi hermano en la entrada. Viene cargado con una mochila y se le nota cansado.

—Hola, odiosa, ¿qué haces aquí tan temprano? —pregunta, sonriendo. Llego a su lado, revuelvo su cabello rubio con una sacudida de mi mano y le doy un beso en la cabeza.

—Adelfa me dijo que descansara hoy. Así que, venía pensando, ¿quieres que pidamos pizza?

—Oh...yeah, sabes que sí —responde, emocionado—. Pero yo pago la mitad.

Resoplo y paso mi brazo por encima de su hombro, para entrar al edificio.

—Seguro que sí —digo, rodando los ojos.

Hago amago de ayudarle con la mochila, pero él se niega, me mira serio y yo desisto. Caminamos juntos hacia las escaleras y mientras subimos, voy pensando en la vida de mi hermano. En las carencias, en las necesidades.

—Ya crecí, Ash —declara.

Mis ojos se aguan y una sonrisa triste, pero a la vez satisfecha, se dibuja en mi rostro. Mi hermano es el mejor.

—Lo sé, odioso. Lo sé.

Seguimos en silencio y entramos a la casa. Mi madre se sorprende al verme llegar, pero sus ojos se iluminan de felicidad.

Casi nunca nos vemos, solo cuando es mi día de descanso, el que muy pocas veces disfruto. Entre la universidad y el trabajo, solo los veo en ese corto tiempo en horario del mediodía.

—Mamá, vamos a pedir pizza —anuncia Chris y mi madre sonríe, asiente y toma el teléfono, para hacer el pedido.

Voy hacia mi habitación para cambiarme de ropa, me pongo unos shorts cortos cómodos y una camiseta sencilla. Cuando regreso al salón, ya mi madre y mi hermano están acomodándose en el sofá, para ver una película.

—Lo siento, Ash, te toca el piso —murmura mi hermano y ríe divertido. Yo hago un gesto fingido de indignación, pero en realidad, me gusta más sentarme en el piso.

En lo que ellos deciden qué película poner, yo preparo unas palomitas de maíz. El tiempo que demoran en hacerse, pienso otra vez en Steph. Si hasta ahora no ha llegado, es porque la cita debe haber sido un éxito rotundo. De todas maneras, le pregunto a mi madre.

—Mamá, ¿viste a Steph hoy?

—Después que salieras para la universidad, ella se levantó y me dijo que iba al salón de belleza. Después de eso no regresó más —dice, girando su cuerpo para verme de frente—. ¿No fue a trabajar?

Me quedo pensativa y asiento, no doy otros detalles porque no es mi intención terminar incómoda y arruinar mi descanso en compañía de mi familia.

Al final, mi madre decide que quiere ver "50 primeras citas" y, aunque hoy no soy muy fanática de las pelis románticas, no se la puedo negar. Preparamos todo, palomitas para cada uno y cuando ya estoy cómoda en mi puesto en el piso, solo me alcanza a ver la presentación.

Mi teléfono suena.

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