¡Se busca un millonario! romance Capítulo 113

Capítulo 112. Desquiciada.

POV: Ashley.

Dos días. Solo dos días le toma a Eleonor prepararlo todo. No me deja hacer absolutamente nada a mí, ella se encarga de todo. Quiere perpetuar el hecho de que nunca antes he visitado la playa. Yo la dejo hacer, porque me encantaron todos los detalles que me ha ido contando y porque confío en ella. También, porque Steph la está ayudando y bueno, mi amiga conoce mis gustos.

Por mi parte, solo he sido llamada para escoger colores, modelo de invitaciones y hacer la prueba del pastel y la comida que se ofrecerá en el brindis. Nada más.

Me entusiasma y a la vez, me pone ansiosa no saber nada. Pero si quiero que la experiencia sea completa, debo mantener las cosas así.

Por el momento, lo único que debo hacer es encontrar el vestido perfecto. Tengo una idea de lo que quiero, pero eso solo lo sabré cuando lo vea y diga: quiero ese. Y bueno, en más de diez tiendas recorridas junto a Esme, aún no encuentro el traje perfecto.

—Ash, entremos a esta tienda —exclama mi cuñada, tomándome del brazo con un rápido movimiento.

No me da tiempo a decir nada más, cuando soy arrastrada a otra boutique de vestidos de novia. Lo que veo en un primer momento, es hermoso, pero no es lo que busco. Intento decirle a Esme que nada llama mi atención, pero ella es terca y se dedica a rebuscar entre todas las perchas por algo que me pueda gustar. Yo la doy por incorregible y me dedico a mirar por la tienda, para pasar el tiempo. Me llama la atención una escalera que dirige al segundo piso, por lo que voy a saciar mi curiosidad, dejando a Esme en su búsqueda imposible.

Al llegar al piso superior, mis ojos se iluminan. Aquí puede que encuentre lo que estoy buscando. En varios maniquíes dispuestos por todo el espacio, se muestran vestidos cortos de color blanco. Cada uno, más hermoso que el anterior.

Pero hay uno que me enamora desde el primer instante y que me hace caminar hacia él, como si estuviera hipnotizada.

El encaje blanco cae vaporoso en varios vuelos que parten desde la cintura y hasta dos dedos por encima de los muslos. Un escote en forma de corazón, sin tirantes, decora la parte superior.

Es sencillo, pero perfecto. «Justo lo que estaba buscando».

La sonrisa en mi rostro y la constante mirada a cada detalle, atrae a la chica que vende, que me atiende solícita.

—¿Lo quiere? —pregunta, con una sonrisa sincera—. Estoy segura que le quedará perfecto.

La miro y luego asiento, entusiasmada por haber encontrado mi vestido de novia. Ahora solo espero que me quede bien.

La chica quita el vestido del maniquí y me lo entrega, indicándome el camino hacia el vestidor. Mientras me dirijo a cambiarme, escucho cómo en el primer piso suena la campanilla que anuncia la entrada de un cliente, por lo que la vendedora se excusa y se dirige a la planta baja. No presto atención a nada más, tan emocionada como estoy. Me quito mi vestido veraniego y con cuidado, me coloco el otro.

Desde el momento en punto que me lo pongo, aun sin mirarme al espejo, sé que lo amaré. Se ajusta a mi cuerpo perfectamente.

Acomodo el escote y paso la mano por los vuelos, para llevarlos a su lugar. Y cuando me giro, para mirarme al espejo, lo que me devuelve el reflejo me produce terror.

—Felicidades por tu compromiso, oportunista.

La voz de Vivianne taladra mis sentidos, desprovista de toda emoción. Me quedo inmóvil, de espaldas a ella, porque no quiero perder de vista sus manos. No quiero moverme.

—¿No me vas a agradecer por los buenos deseos? —pregunta, inclinando su cabeza a un lado, luego hace un puchero. Mueve su mano con actitud tranquila y yo siento un escalofrío recorrer mi espalda. Ella alza sus hombros—. Supongo que eres así de maleducada.

Da un paso en mi dirección y yo me tenso. Reacciono y trato de alejarme de ella, pero el arma en su mano, que ahora vuelve a apuntar en mi dirección, detiene mi movimiento. Una sonrisa pérfida se dibuja en sus labios ante lo evidente de mi miedo. Sin embargo, desvía su atención a mi vestido. Hace una mueca de asco.

—Eres tan simple, no sé cómo mi Will puede creer que tú estás a su altura.

Otro paso y el terror sube por mi garganta. Mi corazón late demasiado rápido y siento que, en cualquier momento, me desmayaré. Aguanto estoica su cercanía y cuando aproxima el arma a mi espalda, me quedo sin respiración.

—No te queda mal —cambia de tema, como si nada, sonríe como si fuera una amiga dando un consejo. Vuelve a relajar la mano que carga el arma y yo no sé si suspirar de alivio o preocuparme—. Pero tu asquerosa humildad es deprimente. Will merece una mujer elegante, refinada, que sepa vestir y sea hermosa…como yo.

Me mira a través del espejo e inclina su cabeza otra vez. Comienza a preocuparme ese gesto, aunque nunca he dudado de su locura, es un tic bastante perturbador.

Con un movimiento rápido, pega el arma a mi cuerpo, señalando mi silueta. Con cada centímetro, mi respiración es más inexistente, al punto de querer perder la conciencia. Se pone delante de mí y se acerca demasiado, casi que siento su respiración en mi rostro.

—Llevo un tiempo queriendo verte así —confiesa y sonríe con malicia—. Soñé cada día con torturarte como lo estoy haciendo ahora.

Pega la pistola en mi mejilla y esta vez, no puedo evitar el jadeo que sale de mi garganta. Tengo miedo y eso es más que obvio. Doy un paso atrás, sin quererlo, lo que provoca que sus ojos brillen y afinque con más fuerza la pistola sobre mi piel.

—Quédate tranquila, querida Ashley —susurra. Su voz me alerta de que se acabó la parte serena en sus intenciones—, si no haces ninguna locura, todo estará…

—¿Ashley? —La voz de Esme se escucha fuera del vestidor y al instante, Vivianne se transforma.

Su expresión se enloquece. Con un movimiento rápido me voltea y pega la pistola a un lado de mi cabeza; con la otra, tapa mi boca. Nos tambaleamos, al perder el equilibrio con tan brusco accionar. Su reacción es presionar aún más el arma y susurrarme al oído.

—No. Te. Muevas —ordena entre dientes y yo asiento, una y otra vez, con los ojos cerrados y un ruego silencioso, para que Esme no entre.

Mis ojos se aguan sin poder evitarlo. Mi corazón retumba en mi boca y mis manos tiemblan, pero trato de mantener la cordura. Intento respirar profundo, para calmar mi errático pulso, pero sentir el frío metal del arma en mi cabeza no me deja.

—Ashley, ¿estás ahí? Quiero ver cómo te queda el vestido —insiste mi cuñada y yo siento pánico; por ella y por mí.

Al parecer, la vendedora le comentó que yo había encontrado un vestido a mi gusto.

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