¡Se busca un millonario! romance Capítulo 115

POV: William.

—Vivianne regresó.

Conforme escucho su afirmación, golpeo la mesa frente a mí con mi puño. «¡Joder! ¡Lo sabía, sabía que ella estaba cerca! Estuvo esperando el momento justo para presentarse. ¡Maldita sea!».

La ansiedad me llena y lo primero que pienso, es en Ashley. Si le sucediera algo yo creo que no podría soportarlo.

—¿Y Ashley? ¿Ella está bien? —pregunto, impaciente, con un nudo en la garganta, recordando el encuentro anterior entre ellas y el atrevimiento de Vivianne; lo que pudo provocar su episodio de locura.

Un temblor me recorre en cuanto escucho a Ricardo suspirar del otro lado de la línea. Demora un segundo de más en darme una respuesta y solo esa fracción de tiempo me basta para intuir problemas. Mi corazón se acelera y sube a mi garganta, sintiendo terror ante lo que el silencio puede significar.

¡No! ¡No puede ser! Por favor, que no sea…

—No…Will —dice, con dificultad—. Ella no está…bien.

Dejo de respirar. Siento como mis mayores temores toman forma delante de mí. Niego con la cabeza y siento las miradas de todos. Mis manos tiemblan y una capa de sudor frío cubre mi frente.

—No…no… —repito una y otra vez, asustado; pero a la vez, furia y desesperación recorren mis venas al pensar que Vivianne se salió con la suya, otra vez—. ¡¿Cómo?! ¡Explícame, joder! ¡¿Y la maldita seguridad dónde estaba?! —pregunto, enojado.

—Algo…algo sucedió, no sabemos cómo, pero…Vivianne, ella pudo burlar toda la seguridad y…

Veo todo rojo y camino hacia la pared más cercana, porque necesito desahogarme. Golpeo con fuerza, sin sentir dolor. Alguien intenta detenerme, pero no me dejo. Me sacudo de quien sea que me pide calma.

—¡No, joder! —grito, volteando y viendo a los clientes que ya casi tenía en el bolsillo. Ignoro cómo me miran y continúo, exteriorizo mis miedos culpando a todos de su mal trabajo—. Un puto trabajo era lo que tenían y, ¿ni eso pueden hacer bien? Joder, Ricardo, confié en ti…

—No sé cómo disculparme, señor…

—¡Pues no lo hagas! —lo interrumpo, con otro grito. Ahora mismo no quiero justificaciones, quiero soluciones. Quiero saber de mi mujer—. Haz tu maldito trabajo, para eso les pago una fortuna. Ashley es mi vida, carajo, ¿es que no lo entienden…?

—Ella volvió por Ashley, William —dice, de repente y yo me callo—. Y vino a por todas.

Un temblor. Un estremecimiento de pies a cabeza. Un mal presentimiento.

Sostengo fuerte el teléfono, como si inconscientemente quisiera romper el objeto que me hará miserable. Escucho la voz de Ricardo del otro lado, explicando algo que sé, me romperá. Me concentré solo en mi furia y no pensé en nada más. Ahora, mi pecho duele y mi corazón, se salta varios latidos. No puedo hablar, no puedo reaccionar. Terror. Es lo que siento presionar mi pecho y taladrar mis oídos.

Ricardo sigue hablando, pero el pitido en mis oídos no me deja escuchar bien. Algo de una pistola, algo de unas escaleras. «No. No. No». Mis piernas flaquean y tengo que sostenerme a la pared frente a mí para no caer al suelo, roto.

—Lo siento, Will…Ash... —solloza y mi corazón se detiene.

Pánico. Siento pánico de esas palabras. «¡No, no, nooooooo!». El grito en mi interior es desgarrador. Siento como si un puñal caliente atravesara mi corazón. Y con cada segundo que pasa, siento que me consumo, ahogado en el dolor que me provoca saber lo que sucedió. Lo que esa loca fue capaz de hacer.

(…)

POV: Esme.

Siento que alguien me levanta y me acomoda entre sus brazos. No sé quién es y por un segundo, mi respiración se acelera otra vez, ante el miedo de que algo pueda sucederme en medio de mi crisis. Me retuerzo, para impedir que me lleven, pero una voz masculina, profunda y ronca, me habla al oído y me provoca un escalofrío.

—Yo te cuido, señorita Esme, llevo haciéndolo por días —susurra y la cadencia de su voz, me tranquiliza—. Confía en mí.

Su petición, suena a ruego. Y así de locas, como están las cosas, yo lo dejo hacer.

Me acomodo en sus brazos, pegando mi mejilla a su pecho y siento el andar de sus pasos, mientras me lleva donde sea que debe. Su olor almizclado inunda mis sentidos cuando pego mi nariz, sin quererlo, a la camisa que lleva puesta. Con cada nuevo avance, mi respiración se normaliza y las sensaciones apabullantes en mi cabeza, disminuyen. Aún así, no quiero entregarme a la cruda realidad, decido quedarme un poco más en mi media inconsciencia; hasta ser capaz de soportar lo que viene.

Siento sonidos amortiguados a nuestro paso y al rato, mi ayudante se detiene, soporta mi peso mientras lucha por hacer algo más. Yo tengo intenciones de incorporarme, pero me detiene.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Se busca un millonario!