¡Se busca un millonario! romance Capítulo 116

POV: Ashley.

El monitor comienza a sonar en cuanto el médico me da la noticia. Literalmente, siento que mi corazón se detiene y, por supuesto, el aparato conectado a mí, lo informa.

El ruido es bastante molesto, pero yo estoy en shock. Solo repito en mi cabeza, sin parar, las palabras dichas. La forma en que cambia el sentido de mi vida en solo un segundo. No puedo sonreír, no todavía. No puedo celebrar, porque puede ser en vano. A fin de cuentas, rodé por unas escaleras.

Veo al médico correr en mi dirección, para tratar de estabilizar la máquina, ya que solo fue una falsa alarma. Lo miro, sin ver realmente; tal parece que estoy flotando sobre una nebulosa, viéndolo todo desde fuera y sin poder hacer nada.

De repente, otro estruendo me hace saltar. Reacciono a tiempo de ver a Esme atravesar la puerta como loca, jadeando y con los ojos muy abiertos, repletos de lágrimas. Una risa temblorosa me sale desde lo más profundo, al verla. Y es el primer gesto de emoción que hago desde que desperté hace uno minutos. El anterior no cuenta, eso no fue una emoción, fue un maldito tsunami que revolvió mi realidad.

—Ash…Ashley… ¡Oh, por Dios! —solloza en cuanto me ve; suspira de puro alivio.

Se deja caer al piso, arrodillada y con su rostro tapado con ambas manos, sacando de dentro todos sus miedos acumulados. El temblor de su cuerpo, los espasmos evidentes y los ruiditos que hace, me hacen saber que creía lo peor.

—Esme… —susurro, pero ella no me escucha. La dejo, para que se desahogue.

No me extraña que esa sea su reacción, porque sintió en su propia piel el miedo ante el peligro al que nos expuso Vivianne; experimentó junto a mí el terror de lo que pudo haber pasado. Y, además, fue testigo de algo que podría haber tenido fatales consecuencias.

El médico a mi lado mira de una a otra, sin saber qué hacer. Yo le sonrío y le hago una señal, para que lo deje pasar. Él sonríe condescendiente y espera.

—Esme… —repito.

Esta vez sí escucha mi voz. Levanta su cabeza con lentitud y al cruzar sus ojos con los míos, su llanto se arrecia; aunque me parece ver la intención de formar una sonrisa, una que no le sale aún.

Abro mis brazos, para que se refugie en ellos. No tarda más de un segundo, cuando corre a mi encuentro y se estrella contra mí.

—Estás bien —susurra y lo repite varias veces, hasta que se convence de que sí, aquí estoy.

El médico carraspea; supongo que, después de todo, tiene más trabajo que debe hacer, como para perder su tiempo aquí. Esme se separa a regañadientes y limpia sus lágrimas, con el dorso de su mano; todavía le quedan los hipidos provocados por su llanto profundo, pero se mantiene en silencio.

Miro al médico, a la espera de que continúe con su conversación anterior. No me interesa que Esme esté presente.

—Como le estaba diciendo, antes de que el monitor se volviera loco —exclama y suelta una risita, yo lo sigo—, tuvo suerte de que la caída no haya tenido mayores consecuencias. Solo los pequeños rasguños superficiales que ya te curaron. Sí recomiendo hacerte una ecografía, para verificar que todo esté bien.

Esme se atraganta con su propia saliva, cuando escucha las palabras del doctor. Yo aguanto la risa, cuando veo que él la observa, entre irritado y divertido y ella, no puede casi respirar. Supongo que entendió el mensaje. El señor mayor encargado de mi salud por el momento, la ignora y continúa en lo que estaba.

—Ahora mandaré a buscar a la enfermera, para que te lleve al área de ginecología. ¿Estás de acuerdo? —pregunta y yo asiento, con una sonrisa.

—Bueno, en un rato nos vemos, entonces, para saber los resultados.

Asiento otra vez con la cabeza y el médico se despide. Cuando está por salir de la sala, algo me viene a la mente, porque si conozco a William en verdad, debo creer que está por aparecer.

—Doctor, ¿puede hacerme un favor?

—Si está en mis manos —responde, con una sonrisa.

—No le diga a nadie sobre la posibilidad...de que...de que esté embarazada.

Él frunce el ceño un segundo, dudoso por mi petición. Sé que Will tiene membresía en esta clínica, que un cliente como él tiene cierto nivel de atención que se debe cumplir y lo que yo pido, es ocultar información a ese miembro en específico. Estoy poniendo al médico en una posición incómoda, así que coloco mi mejor sonrisa lastimosa y la acompaño de un puchero.

—De ser cierto, quiero que sea una sorpresa —murmuro, con los ojos aguados.

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