¡Se busca un millonario! romance Capítulo 120

POV: William.

“¿Reconoces ese momento en el que todo se detiene y solo necesitas saber si lo que sucede, es real? ¿Que la vida pocas veces te ha sonreído y cuando lo hace, crees que es un espejismo…? Así me he sentido la mayor parte del tiempo, desde que llegaste a mi vida. Mirando sobre mi hombro, temerosa del momento en que el sueño se rompiera y yo volviera a ser la Cenicienta del cuento, pero sin final feliz.

Pera cada día ha sido una nueva batalla, una nueva confirmación de que las cosas buenas también pueden suceder, también pueden pasarnos a nosotros, los que creemos que no tenemos una oportunidad.

Cada día a tu lado ha sido esa bofetada a mis mayores miedos, a mis preocupaciones, porque tú has sabido ordenar mis emociones, luego de descontrolarlas por completo.

Entregarme a ti hoy, comenzar una nueva vida juntos, donde seamos el complemento del otro, es eso que nunca creí posible, pero que imaginé aquel primer día en el que te vi. En aquel entonces sacudí mi cabeza y quise golpearme, por tonta. Hoy, quisiera decirle a mi yo de ayer, que los sueños a veces son visiones…que los sueños pueden cumplirse.

Te soñé una vez y ya no quise despertar…desde entonces, vago por el mundo como sonámbula, aferrada a ese sueño que sé, siempre me hará feliz.

Te amo…”

Mientras la observo, dormida y relajada a mi lado, solo puedo recordar y repetir en mi cabeza los hermosos votos matrimoniales que Ash me dedicó en la ceremonia, hace unas horas. Paso mi mano por su cabeza, masajeando su cuero cabelludo solo para escuchar los ruiditos tiernos que deja salir, por las cosquillas que le provoca. Sonrío dulcemente y por segundos, solo puedo enfocarme en la sencilla alianza de oro que ahora llevo en mi dedo pulgar. Ahora soy un hombre casado y me siento orgulloso y feliz de serlo; aún más porque mi esposa es todo lo que alguna vez deseé encontrar.

«Y suerte, que ella sintió lo mismo». Sonrío con ese pensamiento.

Es inevitable imaginar un escenario en el que ella, no se hubiera sentido atraída hacia mí; el malestar que siento de solo pensarlo es abrumador. Pero gracias a todo lo que existe y que es bueno, la situación siempre corrió a nuestro favor. Y doy gracias por ello.

Ashley se remueve en sueños y se acurruca contra mi cuerpo. La sonrisa que muestran sus labios, pese a estar dormida, es hermosa, es pacífica. Bajo mi cabeza y dejo un beso sobre su frente, aunque quisiera llenarla a besos por todos lados. Cuando me aparto, ella suspira y se mueve, buscando otra vez el contacto. Sonrío, qué más puedo hacer, si mi corazón se acelera con solo ver que ella añora mi cercanía, hasta en sueños. La complazco, me pego a ella y voy dejando besos suaves sobre su rostro; con la yema de mis dedos dibujo figuras sin sentido.

A cada segundo que pasa siento que mi excitación aumenta, pero la dejo dormir. Ya tendremos tiempo de sobra para saciar todas las ganas esta semana que estaremos de Luna de miel.

Intento parar, para dejarla dormir, pero cuando retiro mi mano, la suya sube con un movimiento rápido y me detiene. Sonrío de medio lado, cuando la guía hasta donde quiere que la toque. No me queda más remedio que ceder a sus deseos, que también son los míos. Mi mano toma vida y continúo lo que ella inició, llevándola un poco más allá, sacándole suspiros cortos y ahogados.

Hasta que llego a ese lugar milagroso, que provoca a mi bestia interior. Y a la par, sus ojos se abren, enfocados en los míos con un brillo apasionante, un ruego.

—¿Quieres que nuestra luna de miel comience desde ahora? —pregunto, con mi voz más ronca de lo normal—. Si es eso lo que deseas, solo pídelo.

Su respuesta, morder su labio inferior.

—Quiero pertenecer al club de las alturas —declara, con seguridad y una sonrisa coqueta, que me desordena.

—Pues…comencemos.

Cubro su cuerpo con el mío y ella se acomoda debajo de mí. Hacemos el amor como deseamos, consumando nuestra primera vez como marido y mujer.

(…)

Al llegar al hotel, estamos exhaustos, después de tantas horas de viaje. Ashley durmió casi todo el tiempo, pero como yo me dediqué a observarla, ahora siento el peso del cansancio. Nos registramos bastante rápido y cuando pienso que subiremos ya a nuestra habitación, me llevo una sorpresa.

—Will, vamos a La Fontana di Trevi… —dice Ash, de repente, deteniendo nuestro camino al ascensor, detrás del botones que lleva nuestras maletas.

Me quedo estupefacto, sin saber qué decirle. Sonrío, agotado y conciliador.

—Ash…estoy cansado, ¿podemos dejarlo para mañana?

—No, tiene que ser hoy y ahora —declara, con una sonrisa radiante.

Suspiro, porque no quiero parecer aburrido o comenzar nuestra Luna de miel con una discrepancia; tampoco quiero decepcionarla. Pienso qué decirle para convencerla de esperar, pero es ella terca.

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