¡Se busca un millonario! romance Capítulo 15

POV: Ashley.

«Cómo olvidarlo», repito en mi mente y me dan ganas de reír, al recordar la vergüenza que sentí.

William me alcanza la miel y le echo un chorrito al té. Mientras revuelvo el contenido con una cucharilla, siento la mirada de él sobre mí; pero no quiero levantar la cabeza. Todavía está demasiado fresco nuestro encuentro anterior y pretendía mantener mi promesa de no acecarme más a él; pero no pude evitar sentirme mal al verlo tan alterado mientras daba órdenes por el celular.

Al estar en la habitación, completamente en silencio, pude pensar en cada palabra dicha por los dos; llegué a la conclusión de que ambos nos equivocamos. Yo no debía decirle todas esas cosas y por supuesto, él no debía reaccionar de la forma en que lo hizo. Pero lo más duro de todo, fue aceptar luego, que sus palabras eran reales. Steph es consciente de sus actos y él es hombre, además, si yo dudo de su hombría, su reacción siempre será defenderla; aunque la forma correcta no sea para nada ofrecerme sexo cuando, mi mejor amiga y su más reciente amante, duerme a pocos metros de nosotros. Todo puede justificarse, excepto la parte de que su "amigo" no es pequeño, eso no tengo ni idea; aunque el roce con la toalla en mi bajo vientre puede que haya sido una evidencia contundente.

En resumen, ambos hicimos y dijimos cosas que no debíamos. Fin.

De igual forma quería mantenerme en la distancia, por mucho que dependemos de él para regresar hasta Villa Florencia, ya estaba pensando en qué decir y cómo actuar cuando llegara la hora de marcharnos; si es que Steph despertaba en algún momento. Pero escuchar su voz alterada, nerviosa e imperativa a la vez, rompió algo dentro de mí. Había tanto silencio en la casa que solo se escuchaba su voz dando indicaciones a alguien que, evidentemente, estaba sufriendo un ataque de pánico.

Me ablandé, esa es la verdad; vivir en primera plana un sufrimiento a la larga sentido, me convenció para hacer una tregua, no solo por la preocupación de lo que pudo haber pasado, sino, porque volví a ver en él, a ese hombre sencillo que visita cada día la cafetería; un hombre humilde que obvia sus millones para pasar un tiempo a solas con los eslabones más bajos de la sociedad; en este caso, el hombre que siente en sus hombros el peso del dolor de otra persona, de su hermana.

Y bueno, ahora estamos aquí, compartiendo un momento que se siente extraño, pero no incómodo; por más irónico que eso parezca. A fin de cuentas, se disculpó por su comportamiento.

«Eso cuenta, ¿no?», me pregunto, intentando justificar al menos en mi mente, mi reacción ante todo esto.

—¿Qué le pasó a Steph? —Me animo a preguntar, dudosa, pero necesitada de respuestas—. No reacciona y si no fuera por sus ronquidos, pensaría que algo malo sucede.

William escupe el trago de té que se había llevado a la boca cuando escucha mis palabras; comienza a toser y no puede parar de reír a la vez, mientras intenta, además, recuperar la respiración. Yo me asusto y me levanto, para golpear su espalda; pero su extraña reacción me hace reír a mí también.

Mi puño impacta en su espalda y froto con cuidado para hacer que se mejore. Bajo mi palma, siento sus músculos tensos, al no parar de toser. La parte calenturienta en mi mente, inconscientemente, está disfrutando del momento; porque no es sólo que él esté buenísimo, es que estoy tocando al millonario más codiciado de la ciudad. Cuántas mujeres quisieran al menos estar cerca de él y yo, la menos suertuda de todas, mi pasado me precede; estoy aquí salvando su vida.

«Bueno, no tan calvo, no su vida, pero sí lo estoy ayudando a recuperar su respiración», analizo en mi cabeza y mantengo mi palma frotando su espalda con suavidad, mientras continúo pensando en lo bueno que esto se siente.

Un carraspeo llama mi atención. Reacciono y levanto la vista, para encontrarme con ese par de ojos azules que ahora me miran curiosos. Frunzo el ceño y no termino de entender por qué me mira así; bajo mis ojos hasta sus labios y me doy cuenta, que él está intentando mantenerse serio.

—Gracias por...ayudarme —murmura, con voz divertida y su tono de voz en la última palabra, me suena más como una pregunta.

Yo, por supuesto, me doy cuenta de lo que acaba de pasar.

—Uh...de nada —digo y, con el rostro caliente, retiro mi mano de su espalda.

Vuelvo a mi posición en la banqueta y murmuro un silencioso «es que siempre puede ser peor», mientras me recrimino por mi falta de cordura en su cercanía. Al parecer, llevo demasiado tiempo sin darle alegría a mi cuerpo y me está pasando factura.

Recupero mi taza de té, que ya está frío y me quedo mirando los detalles en la cerámica, en lo que me baja un poco el calor de mi cara.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Se busca un millonario!