¡Se busca un millonario! romance Capítulo 31

POV: William.

«¿Qué diablos acaba de pasar?», pienso, confundido, mientras veo como Ashley susurra un «no puedo» y luego sale corriendo.

—Ashleeeeey... —grito, pero ella me ignora.

Reacciono y corro detrás de ella. La veo atravesar las puertas de cristal del edificio y salir a la calle. En la acera, le sucede lo mismo que días anteriores, no se decide y ahí, es donde me da margen para llegar hasta ella. Pretende dirigirse hacia la derecha y no ha dado dos pasos cuando la alcanzo. La abrazo por detrás y me parece que estoy viviendo un deja vú, mientras ella intenta soltarse y yo le susurro al oído que todo estará bien. Solo que esta vez, las personas caminan a nuestro alrededor y nos miran extraño.

Mientras forcejea sin fuerza alguna, solo menciona dos palabras. No puedo.

«¡No puede...qué?», me pregunto, sin entender nada.

Ella estaba bien, pensé que íbamos por buen camino con todo lo que hablamos en el auto. Hasta hoy, creo que he sido lo más sincero que puedo ser, al hablarle de mis intenciones con ella. Por eso no logro entender qué acaba de pasar.

—Preciosa... —hablo en su oído, bajito, cuando ella se calma un poco—. ¿Qué necesitas? Dime, por favor.

Al escuchar mi voz y mi petición, su cuerpo convulsiona con un gemido sentido.

—Lo...lo siento —susurra, con su voz rota.

Tapa su rostro con sus manos y comienza a llorar. Mi corazón se rompe al verla así y quisiera aliviar su dolor de alguna forma. Sea por el motivo que sea.

—Ash... preciosa —llamo, otra vez, me mantengo pegado a su espalda y rodeo su cuerpo con el mío—, háblame. Desahógate conmigo.

Me estoy volviendo loco al no saber lo que sucede. Ella estaba emocionada con la visita y solo cuando atravesamos las puertas del edificio, que vio todo a su alrededor, se puso así de mal.

«Podría ser que...no, eso no debe ser», una idea me llega a la mente, pero es demasiado loca para que sea real. De verdad no creo y espero, que ese no sea el motivo.

Un suspiro sale de sus labios y yo aprovecho para intentar voltearla y ponerla de frente a mí. Se deja hacer y me abraza, en cuanto yo la rodeo con mis brazos otra vez. Su fragilidad, que pocas veces he podido ver, me hace sentir mal. Con un dedo en su barbilla levanto su cabeza para mirarla a los ojos y siento la humedad sobre mi piel con el contacto. Ella cierra los ojos, para que no los vea.

—Ash... mírame —pido, con voz ronca y baja—, solo quiero saber qué te sucede. Y decirte, de ser necesario, que no tienes que avergonzarte por nada. Tu más que nadie, merece tener oportunidades. No dudes eso y jamás, jamás, te sientas inferior.

Lentamente abre sus ojos. Y así me doy cuenta, que sí, antes tenía razón en pensar en sus posibles motivos para huir de esa forma.

Ashley se siente inferior, cree que no pertenece a este lugar.

«Y no podría estar más equivocada», determino.

—Will...yo no he hecho nada para merecer todo lo que me ofreces —susurra, me mira a los ojos con tristeza—, siento como si estuviera tomando algo que no me pertenece; que entro a un mundo donde no pertenezco...

—¿Por qué crees que no perteneces? —interrumpo y con mi mano acaricio su mejilla.

—Porque no es lo común, Will —replica, al instante—, porque llevo años trabajando y jamás, tuve siquiera la oportunidad de ganar para un mínimo de lo que tú me ofreces. El mundo no funciona así.

—Más razón, Ash, para que tengas al fin lo que mereces —insisto, con orgullo—, después de tanto sacrificio.

—Sí, pero no he hecho nada por ti, William —prosigue, medio frustrada—, llegaste a mi vida y quisiera pensar, que no fue solo atracción lo que provocó que diera un cambio tan drástico. Se siente...se siente demasiado...extraño, como si estuviera rindiéndome. A ti y a lo que me puedes ofrecer.

Dos lágrimas caen por sus mejillas y comprendo que esto va más allá. Ella no quiere sentirse como si hubiera sido...comprada.

Y aunque mi intención en ofrecerle todo esto, nada tiene que ver con lo que siento por ella, entiendo su punto.

—Vamos a mi casa, por favor —pido, luego de pensarlo bien—, necesito enseñarte algo.

Ella me mira por unos segundos, luego cierra sus ojos y asiente.

Sin demorar mucho, tomo su mano y vamos hasta el auto. Ricardo nos espera y me mira comprensivo; él es muy observador y estoy seguro que sabe o se imagina lo que está sucediendo. Le doy la orden para ir a mi apartamento y al momento, nos ponemos en camino.

Durante los minutos que dura el viaje no hablamos, pero nuestras manos se mantienen unidas.

«Esta es mi oportunidad», pienso nervioso.

Muchos saben de dónde provengo, no es un secreto que tuve que sudar mucho para llegar a dónde estoy; pero solo mi familia sabe el verdadero sacrificio. Y pretendo mostrarle a Ashley que a veces una oportunidad de oro puede cambiarlo todo, pero eso no significa que estemos aprovechándonos de alguien más o que no merezcamos lo que tienen para ofrecernos.

La vida se rige por conceptos y principios; si logramos mantenernos fieles a los nuestros, nada podrá hacernos dudar de lo que en realidad merecemos.

(...)

Entramos al apartamento en silencio. Ashley se mantiene un poco cohibida, pero mira todo a su alrededor. Martha, mi ama de llaves, se sorprende al verme acompañado, pero no menciona nada, solo sonríe y saluda a Ashley con educación. Sin más preámbulos la llevo a mi despacho, que queda en el mismo primer piso, por lo que no es necesario subir las escaleras.

La casa está diseñada para que las visitas vean solo lo necesario, el salón, la cocina y la terraza. Esta parte, por donde vamos, está completamente aislada. En esta zona de la casa hay una sala de video con espacio para diez personas, una biblioteca, una sala de juegos con una mesa de billar y mi despacho, al final de todo.

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