¡Se busca un millonario! romance Capítulo 37

POV: Ashley.

Me despierto temprano. Mi madre aún duerme e intento no hacer ruido, para no despertarla. Voy al baño y me aseo, todo el rato pensando en las razones por las que decidí levantarme cuando todavía no sale el sol.

«William», pienso y ruedo los ojos. Y vuelvo a pensar en él por este hecho, con una sonrisa boba dibujada en mis labios.

Bueno, la cuestión es que me la pasé soñando con él. No acostumbro a soñar, la verdad; es difícil que sea así cuando al llegar la noche, la rutina cae sobre tus hombros cansados. Pero sucedió. Solo necesitaba cerrar los ojos y la imagen de él se formaba detrás de mis párpados.

«Ahh y no una imagen cualquiera. No», vuelvo a rodar los ojos y resoplo.

Tenía que ser la puta imagen del susodicho, solo en toalla. Sí, una minúscula toalla blanca que a duras penas cubría sus partes. Y no es sólo eso, también está el hecho de que su cuerpo, estaba completamente mojado y algunas goticas que rodaban por su abdomen esculpido, llamaban mi atención como nada antes lo hizo. Y por supuesto, no podía faltar, que, en el desarrollo de los hechos, yo pasaba la mayor vergüenza de todas.

Uno pensaría que, si es tu sueño, lo disfrutas, pero no; este no fue mi caso.

La Ashley del sueño, no podía dejar de mirar la toalla con la boca abierta, cual perro sediento; solo le faltó sacar la lengua y jadear. Tampoco es que le llamara la atención el pedazo de tela, más bien, andaba curiosa y necesitada de ver lo que había debajo. Por otro lado, el William del sueño, es obvio que se dio cuenta del marcado interés y sonreía como el gato de Cheshire. Aún más, cuando ella intentó hablar y no dijo nada interesante, solo un extraño tartamudeo. El hecho de que, además, mi yo del sueño tropezara con sus propios pies al intentar darse la vuelta, es un agregado más a toda la vergüenza.

Pero hay más.

El caballero de brillante armadura, y con esto me refiero a su brilloso y húmedo cuerpo, sintió la necesidad de ayudar y me sostuvo con sus dos brazos, justo antes de caer de forma estrepitosa.

Hasta ahí, todo medianamente perfecto. ¿El único problema? Que la dichosa toalla, quedó hecha un bulto en el piso. Como princesa rescatada, quedaba entre sus brazos, colgando y con el largo pelo sedoso, rozando el suelo. En ese momento, sentía mi boca secarse y mis ojos buscar los suyos, tan azules y brillantes como el mismo cielo.

Esa parte, en realidad, no está mal. Pero lo que sucede a continuación, sí llega a ser un poco frustrante. Y es que, cuando la Ashley al estilo Disney, se da cuenta que la toalla es un bulto en el piso; no hace otra cosa que no sea intentar levantarse, provocando entonces, que ambos caigan al piso sin remedio, como dos sacos de patatas.

Por supuesto, la sensación es inmediata; otro bulto hace acto de presencia. La Ashley de mi sueño se sonroja, su cara arde de un tono rojo brillante. No hace más que mirar a William a los ojos y este, sigue sonriendo como si el hecho de que esté desnudo, no influyera para nada en la incómoda situación.

Llega entonces, la incógnita del día. ¿Cómo se supone que él se levante, sin que ella le vea todo el paquete? Pues...en medio de malabares y ojos, fingidamente tapados, cuando William al fin se levanta y Ashley observa desde sus ojos hasta su ombligo y, rumbo a seguir un poco más abajo, me despierto.

Completamente alterada. Y decepcionada.

«Y se supone que seremos amigos».

Sacudo mi cabeza para despejarme de mis turbios pensamientos y me miro al espejo; veo las bolsas oscuras bajo mis ojos. Era de esperarse que tuviera un sueño así de raro, si me pasé la noche escribiendo y recibiendo mensajes coquetos y directos, que echaron a volar mi imaginación.

Me quedo unos segundos de más, observando mi imagen, no solo las horribles ojeras. Mis ojos marrones hoy se ven, a pesar de no haber dormido bien, más despiertos. Mi cabello sin peinar parece un nido de pájaros y, aunque intento hacer algo con mis dedos, es imposible, no se acomoda. Voy de vuelta con las ojeras y con mis dedos, estiro la piel que está debajo de mis ojos. No sé qué se supone que pretendo conseguir con el gesto, si lo único que veo es una línea roja y un ligero parecido a un zombi.

Pienso que debería arreglar el desastre físico que soy. Por puro milagro, aún me mantengo femenina, porque no es algo común en mi rutina ocuparme de mi imagen. Mi cabello siempre va en una coleta alta, mis labios con un poco de brillo y nada más. Ni siquiera mis uñas se mantienen arregladas, con el poco tiempo que tengo, prefiero llevarlas lisas que no con un cacho de pintura descascarado.

De repente, a la mente me viene mi nueva realidad. Y entro en pánico.

No tengo ropa para trabajar. No tengo zapatos que usar, tampoco. Y mucho menos, puedo gastar mi dinero en maquillaje que no usaré. Todavía la ropa y el calzado, es algo obligatorio, pero lo demás, supongo que será algo opcional y que podré ir adquiriendo a medida que gane mi sueldo. Por el momento, me urge salir de compras y hacerme de algunos juegos de falda y chaqueta, zapatos y algún bolso. Tendré que ir en cuanto venga Chris, para que mamá no se quede sola.

Steph, dentro de un rato, estará camino a Villa Florencia otra vez, para ocuparse de la mudanza. No quisiera estar ausente cuando llegue todo; pero ya William y yo hablamos de un término de dos días para que comience a trabajar, por lo que debo hacer este recorrido cuanto antes. También debería pasarme por un salón de belleza y hacer algo con mi cabello desordenado y color rubio sucio.

Salgo del baño y mi madre duerme todavía. Tomo mi pequeño bolso y guardo mi teléfono, para ir a la cafetería a desayunar algo. Me aseguro de llevar un poco de dinero y salgo sin hacer ruido.

Me encamino a la cafetería, ansiosa por tomar una taza enorme de café. Tal como pasé la noche, la voy a necesitar para sobrevivir al día.

Mientras degusto un rico sándwich y doy sorbos a mi extra grande de café con caramelo, pienso otra vez en la situación de mi madre. Ayer, las pruebas no fueron buenas noticias, pero tampoco dieron un mal panorama, o al menos eso dijo el médico. Aunque todavía hay que esperar los resultados finales, puede existir una esperanza de que su situación no sea tan complicada. Ruego para que así sea.

Envuelta en pensamientos extraños, siento mi teléfono vibrar dentro de mi bolso. Sonrío de forma inconsciente al imaginar quién puede ser.

«Por supuesto... William».

Abro el bolso y busco el celular. Suena dos veces más y me imagino que hoy será otro día en el que estaremos interactuando de esta forma.

"Buenos días, amiga. Una sorpresa llegará a ti sobre las diez de la mañana, no la rechaces."

"Besos."

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