¡Se busca un millonario! romance Capítulo 42

POV: Ashley.

Ricardo se queda con nosotros a disfrutar de la rica comida encargada por William. Lo hace con un poco de vergüenza, pero al parecer vale la pena quedarse y disfrutar de la compañía.

Cuando se va, Christopher lo hace con él. Estábamos comentando que tendría que quedarse, puesto que era tarde para él estar en la calle; así que Ricardo se ofreció a llevarlo. Se despidió de nosotras y a mi madre le dirigió una tierna mirada antes de salir del todo de la habitación.

—Bueno, yo creo que Ricardo está loquito por ti —digo, en cuanto cierro la puerta detrás de mí.

Mi madre se pone colorada al instante.

—Que cosas dices, Ashley —niega ella, haciéndose la desentendida.

—La verdad, eso es lo que digo —río y ruedo los ojos.

Comenzamos una discusión sobre las razones por las que defiendo mi posición; mi madre intenta desestimarlas con excusas y justificaciones sin valor, para al final, terminar llegando sin remedio a la conclusión de que sí, ahí hay algo.

Cerca de la medianoche, ya mi madre lleva dormida un buen rato, pero yo no he podido dormir. Estoy cansada después del intenso día y a pesar de eso, no logro conciliar el sueño. Decido entonces, ocupar mi tiempo en algo productivo. Me levanto y busco entre mis cosas lo que me entregó William, dejo el documento a un lado y reviso su agenda.

En la tableta puedo revisar su horario y me doy cuenta que William tiene una abismal cantidad de trabajo cada día. Reuniones con los inversionistas, con los departamentos de la compañía, con el ayuntamiento para seguir la evolución de proyectos; almuerzos de negocio e incluso, desayunos y cenas con posibles clientes y contratistas. Esta semana, me doy cuenta que ha sido un poco apretada, sin embargo, él ha estado al tanto de todo cuanto acontece en mi vida. Trabajar, además, sin su asistente, debe haber sido un reto aún mayor.

Busco los eventos pospuestos y reviso las condiciones y características que me ayuden a ubicarlos según el horario que más le convenga a él. Paso toda una hora haciendo eso, mientras aprendo a trabajar con el sistema y a sincronizarlo con su propio teléfono o el mío.

En un momento dado, envío una notificación sin darme cuenta y al poco rato, un mensaje de William me llega.

"Es tarde para trabajar, aunque te agradezco mucho que me ayudes. Llevo muchos días sin una asistente eficiente."

Es inevitable que mi cuerpo no reaccione a él, aunque sea un simple mensaje. Mis manos cosquillean ante la expectativa de comunicarnos otra vez.

"No tenía sueño y en realidad, estoy ansiosa por comenzar."

"Por cierto, gracias por la comida. Estaba deliciosa."

Mi primer mensaje suena un poco necesitado, así que intento mover la atención a la segunda parte, hablando de la comida que envió. Espero, por su respuesta.

"No fue nada, me imaginé que les vendría bien."

"Y de verdad, gracias por organizarme la agenda, era algo que tenía pendiente."

Me gusta que haya pensado en mí y en lo que podría necesitar; se siente bien que alguien cuide así de mí. Un orgullo inmenso me embarga al leer el mensaje referente a mi trabajo. Pero aun así, me siento un poco insegura.

"¿Estuvo bien así?"

Me muerdo el labio inferior, nerviosa.

"Sí, perfecto."

Sonrío emocionada, no puedo evitar sentirme bien por comenzar con el pie derecho con la oportunidad que me está dando William.

"Ok. Hasta mañana, Will."

Me despido, consciente de que ahora podré dormir; ya siento el cansancio y el peso sobre mis párpados. Al parecer, solo necesitaba volver a saber de él.

«¿Qué me estás haciendo William?», pienso segura de que mi desvelo era por ese motivo.

Hasta mañana, preciosa.

«Preciosa», me encanta que me diga así. No porque me gusta que me adulen o algo por el estilo, al contrario, soy más bien, completamente diferente. Pero viniendo de él, se siente íntimo, privado.

Suspiro, aliviada, porque pude evitar que prestara atención al mensaje donde dejaba claras mis ganas de estar con él. Pero me dura poco la alegría.

Yo también estoy ansioso por verte cada día.

«Era muy bueno, para ser verdad», resoplo, pensando que a este hombre nada se le escapa.

(...)

—Deben mantener el contacto, si algo nuevo sucede. Las fatigas pueden ser recurrentes y en ese caso, pueden terminar como la anterior. Nosotros enviaremos los resultados en cuanto estén y planificaremos una consulta acorde con lo que resulte —menciona el doctor Bing, que vino a darle de alta a mi madre.

—Gracias, doctor —respondo, asiento a sus aclaraciones y nos despedimos.

Ya tenemos todo recogido y solo resta que William mande a Ricardo, para llevarnos al apartamento. Miro mi reloj y ya casi es mediodía. La prueba que faltaba, se la hicieron a mi madre bien temprano en la mañana y todo este rato estuvo en observación, en espera de alguna reacción negativa. Por suerte, todo resultó y ya podemos irnos.

Ricardo llega y es instantánea su pregunta sobre el estado de mi madre. Con su ayuda hacemos el camino hasta el aparcamiento y pocos minutos después, estamos atravesando la avenida principal. Mi madre lo mira todo con emoción, el brillo en sus ojos ante el cambio evidente en nuestras vidas, me hace ser consciente de lo que gané con todo esto de mi nuevo trabajo y la incursión de William en mi vida; la felicidad de ella.

La miro y disfruto su entusiasmo. Por minutos, veo como Ricardo observa por el espejo retrovisor, pero hago como si no me diera cuenta.

De verdad, quisiera que mi madre pudiera vivir un amor lindo y sincero. Con mi padre fue infeliz y si no llega a ser porque prácticamente la obligué a salir de la casa, tal vez hoy la historia fuera diferente. Yo aún no conozco a Ricardo, pero a primera impresión parece ser un hombre honesto e íntegro. Me gustaría que ellos se dieran una oportunidad, de conocerse e intentar crear una vida juntos. Manteniendo siempre la esperanza.

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