Sin Darnos Cuenta romance Capítulo 10

Entramos a mi piso, y dejo las maletas a un lado mientras que ella recorre el salón con su mirada. —Hacía tiempo que no venia aquí.— Comenta y sonrió al recordar que fue durante mi última exhibición que vino para acompañarme.

—Sí, fue para la ultima exhibición.— Afirmo y camino hacia ella lentamente. —¿Te encuentras bien? ¿Ese imbécil te ha hecho daño?— Le pregunto y observo sus brazos detenidamente.

—Sí, solo tenía unas copas de más y no entendió la palabra "no".— Explica.

—Últimamente los hombres no entendemos la palabra “no” contigo.— Digo con una media sonrisa y ella ríe.

—A ti no te he dicho que no.— Aclara.

—Eso es cierto.— Contesto sonriente y la sujeto por la cintura.

—Creí que saldrían en las noticias mañana por agarrase a golpes con ese tipo.— Me dice entre risas.

—Estuvimos cerca, pero afortunadamente no sucedió nada y ahora estamos aquí... ¿si recuerdas que este piso solo tiene una habitación? ¿no?— Le pregunto pícaramente.

—¿No dormirás en el sofá como la ultima vez?— Me pregunta entre risas y niego.

—Oh no... esta vez no.— Respondo firme y si que ella se lo espere, llevo mis manos a sus muslos descubiertos a causa del diminuto pantalón corto que lleva puesto. —No sé si lo recuerdas, pero me has hecho traerme una caja con cierto contenido de Málaga.— Digo entre risas haciendo que ella ría.

—¡¿Si la has traído?!— Pregunta entre risas mientras me comienza a quitar la camiseta.

—Claro que sí, es mas mira esto...— Comento y saco los tres envoltorios que he colocado en el bolsillo de mi pantalón.

—Vaya...— Sentencia haciéndose la interesante —¿Es decir que piensas follarme tres veces? o qué?— Me pregunta pícaramente y esta vez soy yo quien comienza a quitar su camiseta para dejarla caer en el suelo junto a la mía.

—Ese es un buen plan... o al menos un buen inicio...— Expreso mirando sus pechos tan solo cubiertos por ese sensual sujetador color negro y rosa.

—Empecemos por usar uno de estos y luego vemos.— Propone y toma uno de los condones de mi mano.

Comenzamos a besarnos como si no hubiese mañana y el juego de nuestras lenguas van avivando el fuego de la hoguera que ya venía avivándose por nuestro juego de palabras y miradas. Ella no suelta el envoltorio de su mano, pero así todo consigue desabrochar mi cinturón y luego mi pantalón mientras seguimos besándonos.

Mis manos desabrochan su corto pantalón y lo dejo caer por sus largas piernas hasta que cae al suelo. Cuelo mis manos por debajo de su tanga y sujeto su trasero con firmeza mientras ella va consiguiendo bajar mi pantalón. Me ayudo con mis pies para quitarme las zapatillas y así salirme de la tela de mi pantalón.

Estamos caminando de manera torpe por el salón hasta que ella me detiene. Me mira sonriente y con su mirada sugiere que busque los otros dos envoltorios que he dejado caer sobre el suelo. Sin que me tenga que decir más, los busco y vuelvo a ella para seguir besándola y terminar de llegar a la habitación.

Caemos sobre la cama sin dejar de comernos a besos y de esta forma, en medio de nuestra guerra nos vamos terminando de desnudar el uno al otro. Mis manos recorren su silueta pudiendo sentir como su piel se eriza ante mi presencia y así sin más nos giramos para que ella quede sobre mí. Se sienta sobre mi y sin dejar de mirarme, abre el envoltorio y quita su contenido.

—Joder Dana... — Digo agitado.

—¿A que nunca te imaginaste esto?— Me pregunta triunfal mientras quita el condón de su envoltorio y lo alista.

—En mi puta vida...— Digo entre risas.

—Ni yo, pero tiene su punto...— Comenta y como toda una experta lo coloca en mi haciendo que deba arquear mi cabeza hacia atrás para absorber las sensación que es verla y sentirla hacer esto.

—Claro que tiene su punto... toda tú tienes tu punto.— Confieso llevando mis manos a su cintura para ayudarle con la manera tan desquiciadamente sensual que esta vez ella me posee a mí.

Se mueve encima de mí y yo solo puedo seguir su ritmo para satisfacerla hasta que en un momento su cuerpo se posiciona horizontalmente sobre el mío y así hacemos que giremos sobre el colchón para que yo quede sobre ella.

—Tú también tienes tu punto... y vaya que punto tienes...— Me dice al oído mientras que la follo de manera incesante.

Muerdo su oreja, su cuello, su hombro... ella me muerde a mí y es así como el placer nos consume en medio de mordiscos y gemidos.

—Me encanta la química que tenemos.— Le digo mientras intento recuperar el aliento y salgo de ella.

—A mi también... es como si nuestros cuerpos estuviesen sincronizados entre si para satisfacerse.— Explica.

—Exacto... tú no eres la primera mujer con la que estoy, pero esta clase de química no la había sentido jamás.— Explico y me atrevo a mirarla.

Ella me mira y ríe —Lo sé Franchesco. Se de casi todas las mujeres con las que has estado...— Comenta entre risas.

—Y yo con todos los tipos con los que has estado.— Replico.

—¿Nunca se te había pasado por la cabeza que esto podía ocurrir?— Me pregunta tomándome por sorpresa.

—La verdad, es que creo que mi mente se prohibía imaginarte desnuda y en mi cama.— Le confieso. —¿Y tú?—

—Igual...—

—Que tontos hemos sido.— Digo pícaramente.

—Demasiado... ¿y sabes qué?— Me cuestiona acostándose de costado y mirándome con una enorme sonrisa.

—¿Qué?— Pregunto imitando su posición.

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